Percibimos aquello que el cerebro considera como más probable y/o relevante, lo que decide debemos considerar y debe guiar nuestra conducta. La percepción organiza la navegación del individuo en un tiempo-espacio definido por temores y deseos. Los sentidos abren sus poros para detectar cualquier señal que corrobore o desmienta las hipótesis pero los estímulos que la realidad (externa e interna) genera no siempre son suficientes para definirla con garantías y organizar las respuestas más adecuadas. Las señales de peligro pueden ser sutiles, inciertas, ambiguas… y estar incluidas en ruido perturbador.