Homo sapiens (ma non troppo) está condenado a generar creencias. Su cerebro es una máquina de creer. Necesita calmar la tensión de las preguntas de algún modo. Es mejor una respuesta errónea que ninguna. Si esa respuesta está compartida por el grupo, mejor que mejor. El problema surge cuando debemos decidir el grupo concreto. Hay múltiples ofertas, incompatibles entre sí. Todas no pueden ser ciertas, ajustadas a realidad.
El cerebro no decide nada
Es habitual leer o escuchar en relación al dolor (pero curiosamente no respecto a otros síntomas) que “el cerebro decide quitar o poner dolor” en función de los escenarios y de lo que esté pasando en una zona del cuerpo. El soldado herido en la batalla con heridas tremendas que no siente dolor; el corredor de un encierro de San Fermín (“¡pobre de mí, pobre de mí, han quitado este año, las fiestas de San Fermín!”) corriendo que se las pela delante de un morlaco, con todo el muslo abierto por una cornada previa. “El cerebro decide quitar el dolor …