Una amiga me pasa un artículo sobre migraña, del suplemento semanal de La Vanguardia. “El cerebro en guerra“.
Un cerebro migrañoso es, según la metáfora del titular, un cerebro en constante actitud bélica, contra todo lo trivial: los alimentos, los cambios horarios hormonales, meteorológicos. Responde a lo cotidiano como si estuviera librando una dura batalla contra un germen que ha logrado burlar las eficientes barreras meníngeas o una hemorragia en ese sagrado espacio que baña el cerebro y la médula.
Imagine el espacio más vigilado y protegido del planeta. Por ejemplo la Casa Blanca. Pues bien, una Casa Blanca migrañosa desconfiaría de todo. Lo interpretaría como una amenaza y desplegaría todas las medidas disponibles para proteger… a sus moradores. Se evacuaría, ante todo, al Presidente y se paralizaría toda la gestión de la maquinaria administrativa de la Nación.
Evidentemente es un despropósito y es impensable una situación así.