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Dolor. Meditaciones.

En los cursos, pregunto al alumnado si practican meditación.

No creo que llegue al 10% el número de manos alzadas. Al parecer, casi nadie medita.

No es cierto. Todos meditamos. No dejamos de hacerlo. Sólo cuando nos concentramos en una tarea que exige la atención, se bloquea el proceso meditativo, para reanudarse al instante cuando hemos acabado.

El organismo se medita continuamente. Teje y desteje su narrativa. Imagina el pasado, presente y futuro, el qué piensa uno de sí mismo y lo que uno piensa que pueden pensar los demás de uno y de ellos mismos.

Cada cual medita a su manera, con más o menos conciencia de que está meditando y con estrategias diferentes.

Propongo un ejercicio de meditación sobre el dolor:

Coja su pulgar, sin apretar. Notará el contacto. Realmente lo que ha sucedido es que ha aplicado una leve energía mecánica sobre la piel. Unos receptores de energía mecánica, incrustados en la membrana de la neurona reciben el levísimo «apretón». Son proteínas en cuya estructura espacial existe un canal iónico, que, si no es estimulado, permanece cerrado. El canal se abre con el estímulo mecánico, permitiendo el flujo de iones de sodio. Es un flujo de cargas, es decir, electricidad. El canal se cierra al instante utilizando energía y queda dispuesto para seguir abriéndose si sigue el estímulo.

La pequeña corriente se difunde y se suma a las minicorrientes de los canales vecinos. Si la suma de todos esos minipotenciales de los canales iónicos supera un umbral de voltaje, se abre otro canal iónico, situado en la confluencia de un ramillete de terminales. Este canal ya no es sensible al estímulo mecánico, sino a la corriente eléctrica. Si le llega esa corriente por encima del umbral, se abre su canal, entra el sodio y ese paso de cargas genera la correspondiente señal eléctrica. Esa señal ya no se difunde pasivamente sino que se transmite protegida a lo largo de la neurona hasta la médula espinal. La señal se ha digitalizado.

Puede meditar cuantas veces quiera sobre ese sencillo proceso. Puede complicarlo aún más si observa que la sensación se desvanece si mantiene estático el estímulo. Los canales ya no se abren. Se han habituado.

Ahora vaya aumentando la presión mecánica hasta sentir dolor.

Meditemos sobre lo que sucede en la zona. Al llegar a un determinado umbral, ya en zona de peligro, se abren otros canales iónicos. Su umbral de apertura bajo estímulo mecánico es mayor. Entra el sodio, es decir, flujo de cargas, electricidad. Pequeña corriente local. Se cierra y sigue abriéndose si persiste el estímulo. Se suman las minicorrientes y si se llega a un voltaje determinado en la zona de confluencia de las terminales, se abren los canales iónicos sensibles a voltaje. La señal digitalizada se transmite protegida por la neurona hasta la médula.

Como ha observado en su ejercicio de meditación, el proceso es similar tanto si se toca como si aprieta el pulgar.

Sin embargo lo que siente en el pulgar es bien distinto. Lógicamente, porque el estímulo es también distinto. La energía mecánica de tocar es pequeña. Los sensores mecánicos que la han captado tienen una compleja estructura que permite detectar esas leves energías mecánicas. De ese modo podemos aprender a interpretar el exterior a flor de piel. Las neuronas que han detectado la energía mecánica peligrosa, potencialmente nociva, no tienen una estructura de amplificación. No la necesitan.

Tampoco se habitúan. Si persiste apretando seguirá notando dolor.

Si el apretón, con la misma energía mecánica se lo da otra persona, los cambios de los canales y demás serían los mismos, pero el dolor, previsiblemente, sería mayor con la estimulación ajena.

Aparentemente, en ambos casos, sentimos la sensación en el pulgar, como si se produjera allí, pero no es verdad. En esa zona estimulada sólo hay apertura de canales iónicos, flujo de iones sodio, cierre instantáneo, apertura, cierre… con el correspondiente flujo de cargas, es decir, electricidad. Si se suman minivoltajes, se abren los canales sensibles a voltaje, flujo de iones sodio, digitalización, transmisión de señal… hasta la médula espinal.

¿Y el dolor?

Ya llegaremos. Todavía estamos con la señal eléctrica recién llegada a la médula.

De momento, sepa que nada de lo explicado, objeto del ejercicio de meditación, es necesario para que sienta dolor.

Donde siente el dolor, puede que no esté pasando nada, que no se abran y cierren los canales iónicos, porque no hay estímulos mecánicos suficientes (no hay nada amenazante) y menos aún los canales que necesitan un voltaje para digitalizar la suma de las pequeñas señales locales…

Seguiremos meditando.

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