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Expertos. En busca de la experiencia perdida.

El organismo es un complejo sistema biológico, formado por sociedades celulares que interactúan con el medio extracelular que ellas mismas generan. Cada organismo interactúa a su vez con el entorno, un hábitat que las sociedades de organismos modifican, todo ello con el objetivo de optimizar la supervivencia, física y social.

Para tomar la medida a su interacción con el entorno, el individuo dispone de mecanismos de aprendizaje que permiten evaluar cada interacción, a través del ensayo-error.

Si el entorno contiene suficiente banco de pruebas para experimentar, el organismo podrá catalogar y segregar lo apetitivo de lo aversivo, lo que debe adquirirse y lo que debe evitarse. Dispone, al nacer, de una compleja red neuroinmune, dotada de la suficiente memoria como para tejer una historia fiable de lo que resulta inofensivo o peligroso.

Aprenderíamos, en libertad y con la suficiente experiencia, a movernos por el mundo con un riesgo aceptable, con dolores, cansancios, desánimos y frustraciones razonables, comedidas, coherentes con lo que la interacción del organismo y el entorno puede generar.

No habría fobias, temores irracionales. Evitaríamos sólo lo que debe ser evitado. Residiríamos en organismos tolerantes, resilientes, sensatos, racionales. Dolería lo justo.

Puede que tuviéramos percances, por exceso de optimismo y déficit de vigilancia pero aprenderíamos del error. Recibiríamos en la pantalla consciente la información del impacto negativo de nuestros errores, en forma de síntomas. Los síntomas guiarían nuestra conducta de alerta-protección, obligándonos a adaptar nuestro afán explorador libre a las evaluaciones del organismo.

En nuestra especie contamos con los expertos, un colectivo de individuos dedicado a conocer los componentes de ese endiabladamente complejo mundo de la Biología.

Ellos conocen el interior y las consecuencias que pueden derivarse del juego exploratorio de la vida, en libertad, probándolo todo, con las cautelas que la experiencia libre construye.

Los expertos van más allá de la experiencia libre, incierta. Nos dicen lo que debe ser adquirido o evitado; interpretan el sentido de los síntomas; predicen, predican, adoctrinan, educan, informan, generalmente limitando la dinámica de exploración libre, lúdica, del aprendizaje.

La tutela de los expertos ha prolongado la expectativa de vida, pero puede que haya empobrecido la experiencia propia.

Ya no sabemos lo que puede dar de sí la interacción libre del organismo con el entorno. Habitamos un organismo más virtual, teórico, especulativo, adoctrinado, rebosante de etiquetas de enfermedad, de significación incierta.

Damos por sentado que los síntomas desvelan la opacidad interna. Si duele, algo está o hacemos mal.

No somos conscientes de la existencia del organismo virtual, teórico, predictivo, hipervigilante, adoctrinado. En muchas ocasiones los síntomas desvelan la idea que el organismo se ha hecho de su propia estima y del peligro que corre su integridad física si se abandona a la actividad exploratoria, lúdica, libre.

Los expertos ofrecen interpretaciones de enfermedad misteriosa, degeneración, sensibilización, para aquellos síntomas mal explicados, o urgan en la biografía del individuo para dar con emociones mal gestionadas o estreses atascados.

En cualquier caso ofrecen arsenales de terapias para disipar los síntomas, aun cuando el misterio de su generación gane poco o nada con ello.

El organismo acepta su condición de vulnerabilidad y la imputa a la mala conducta psicofísica de quien lo habita. Un coche ya vulnerable de fábrica (genes) conducido por un pésimo conductor.

No ha sabido gestionar su seguridad, permitiendo al individuo todo tipo de excesos que debieran haberse cortado de raíz.

Los síntomas abundan, más allá de la situación real de los organismos, a pesar de las etiquetas y las terapias.

Puede que los expertos se hayan pasado de autoestima y hayan prometido más de lo que que, a Ciencia cierta, deberían prometer.

En los cursos tratamos de recuperar la autoestima perdida y animamos a recuperar la actividad requisada, sin miedo, con espíritu lúdico, explorador.

El organismo trabaja bien en libertad, con un entorno rico en ofertas.

Vivir es explorar. Los expertos nos prolongan la expectativa de vida, pero no debería ser a costa de perder experiencia propia.

Gestionar el miedo es complicado, especialmente si los expertos lo cultivan.

Aun está a tiempo.

Recupere la experiencia perdida, con conciencia, con conocimiento.