Las “fibras del dolor” y el cerebro (II)
Resumiendo: el dolor no se produce en los tejidos. No existen receptores de dolor ni de tacto, sino de energías diversas ofensivas o inofensivas.
Resumiendo: el dolor no se produce en los tejidos. No existen receptores de dolor ni de tacto, sino de energías diversas ofensivas o inofensivas.
Los estímulos cognitivos (creencias y expectativas) son en nuestra especie tan operativos como los estímulos térmicos, mecánicos o metabólicos, pero no responden tan fácilmente a su supresión. Eliminar una creencia no es tan simple como bajar la temperatura, descansar o recuperar la postura neutra.
Sin necrosis, es difícil explicar la inflamación. Sin inflamación, es difícil explicar la sensibilización de nociceptores. Sin sensibilización de nociceptores, es difícil explicar el dolor. Sin un estado evaluativo-motivacional que aprecia amenaza, aun cuando no la haya, es difícil explicar el dolor. Sin una instrucción de expertos sensibilizadora y cronificadora, es difícil explicar el llamado dolor “complejo”, “persistente”, “crónico”.
Proclamar que el dolor se produce en los tejidos de la zona doliente, que ese dolor puede estropear neuronas y centros de procesamiento, que no funciona bien el mecanismo interno de mitigar el dolor y que la ciencia ofrecerá pronto medios de atajar el problema con exquisita precisión no ayuda precisamente a quien se lo crea.
El organismo habita un entorno en el que hay luz absorbida y reflejada, vibraciones mecánicas de los objetos que chocan, moléculas volátiles, la fuerza de la gravedad, movimiento, energía térmica. A lo largo de la evolución han aparecido sensores acoplados a neuronas, que detectan esos estados cambiantes de luz, vibraciones, gravedad, movimiento, temperatura y presencia de moléculas volátiles. Procesando los datos que resultan del ir y venir por el mundo, la red neuronal aprende a tomar la medida a la realidad, anticipando los efectos beneficiosos o nocivos que la interacción con esa realidad genera. Vemos, oimos, olfateamos el peligro. Veo, …
En los cursos, pregunto al alumnado si practican meditación. No creo que llegue al 10% el número de manos alzadas. Al parecer, casi nadie medita. No es cierto. Todos meditamos. No dejamos de hacerlo. Sólo cuando nos concentramos en una tarea que exige la atención, se bloquea el proceso meditativo, para reanudarse al instante cuando hemos acabado. El organismo se medita continuamente. Teje y desteje su narrativa. Imagina el pasado, presente y futuro, el qué piensa uno de sí mismo y lo que uno piensa que pueden pensar los demás de uno y de ellos mismos. Cada cual medita a …