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Dolores desmedidos

 

A veces el dolor aparece en la conciencia a resultas de un suceso de lesión-enfermedad, algo que tiene unas dimensiones concretas, unos límites.

Si me he torcido el tobillo, sentiré dolor en el tobillo, pero no en otros lugares. El dolor será intenso al inicio y amainará si no muevo el pie. En unos días ya no habrá dolor.

Los dolores que informan de un suceso de daño consumado son comedidos. Si el daño no se complica, se desvanecen a medida que el daño se repara.

En estos casos la información en tiempo real de los nociceptores (neuronas que detectan lo nocivo) va delimitando en tiempo, espacio e intensidad el sentimiento doloroso.

El dolor se ciñe al daño.

Si ha habido peligro de daño inminente el dolor sólo aparece fugazmente, el tiempo que necesitamos para evitar el estímulo potencialmente nocivo.

También hay correlación en tiempo y espacio con el peligro real.

No sucede así cuando no hay daño en la zona que duele. Si hubiera correlación, no habría dolor, pues no existe ningún daño (Perogrullo).

En ocasiones el dolor aparece sin daño consumado o inminente. El imaginario cerebral se proyecta en la conciencia como sentimiento de dolor, como si hubiera daño, aunque no lo haya. Hoy sabemos que la conectividad de lo imaginado es la misma que la del suceso o estado real.

Podemos imaginar un olor sin tener el objeto oloroso en las narices. Se activará la misma matriz cerebral que si dicho objeto estuviera presente. La única diferencia estaría en la intensidad de la activación. La matriz de la imaginación se activa con menos fuerza.

Habitualmente el cerebro distingue lo imaginado de lo real, lo que dictan los sentidos y lo que estos desdicen a lo que se imagina. Podemos imaginar lo que queramos pero lo que aparece en la conciencia es sólo una sombra evanescente. Hay convicción de que la red opera en el modo «imaginación».

No siempre el cerebro dispone de la certeza de lo real, especialmente cuando mandan las emociones. El temor al daño es la emoción primordial. No siempre puede el cerebro quitarse la duda de un suceso nocivo. La incertidumbre impone su ley y puede hacer que lo imaginado vaya tomando cuerpo, intensidad. La matriz del sentimiento doloroso va cogiendo fuerza sin que haya nada que lo contenga.

Alguien tendría que poner freno al disparate.

Lamentablemente, los expertos echan, a veces, más leña al fuego.

– Es una enfermedad misteriosa e irreversible. El Sistema Nervioso Central procesa mal los estímulos. Hace doloroso lo que no debe serlo. No hay nada dañado pero las neuronas operan en un modo hipersensible. No sabemos por qué.

El círculo vicioso está servido. La espiral, la pescadilla que se muerde la cola y engorda, no tiene nada que lo contenga. El dolor puede alcanzar el nivel máximo de saturación.

– Llevarme a Urgencias o me tiro por el balcón.

La imaginación no tiene límite. La realidad real, sí.

Si no hay nada, no debiera haber dolor. No debiera desatarse en la red esa conectividad autoalimentada, pero lo hace, con la colaboración inconsciente del individuo.

La víctima del desatino neuronal debiera poder utilizar la imaginación para inyectar sensatez.

– No hay daño. Nada peligroso sucede.

«Cuando el dolor se inicia, mando la brigada de sentido común antidolor y el dolor se va».

Esto comentó una lectora del blog.

Ahora se está poniendo de moda el «Neurofeedback». A través de registros electroencefalográficos o imagen de Resonancia en tiempo real, se presenta al paciente la actividad de la matriz de interés y se le pide que controle esa actividad con el pensamiento.

Al disponer de esa referencia exteriorizada de lo que hace el cerebro y la docilidad de lo que está haciendo hacia lo que le sugerimos, la actividad se aplaca.

No hace falta tanta sofisticación, que, además, costará un pastón. Bastaría con activar nuestras convicciones, la «brigada de sentido común».

– Sé que no pasa nada. No hago caso, me centro en mi actividad. El dolor se va.

Así, sin más, sin aparataje que apoye la convicción.

¿Por qué no? ¿Por qué tenemos que dejar que la imaginación esté en manos del alarmismo irracional, de la espiral fóbica?

– Lo intento pero no lo consigo. Tengo que tomar el calmante.

El daño imaginado genera el dolor y el bálsamo imaginado lo calma.

– Yo soy realista. No creo en imaginaciones. Todo es química.

Cierto. También la imaginación.

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3 comentarios en «Dolores desmedidos»

  1. También habría que ver el tratamiento dado al dolor, que puede ser insuficiente o inadecuado

Los comentarios están cerrados.