Se avecinan tiempos nuevos.
Las neuronas se comunican por señales electroquímicas. Hasta ahora sólo podíamos sabotear (perdón, neuromodular) la parte química con fármacos.
Eso se va a acabar. Podremos complementar o sustituir esa acción química con una corriente autoaplicada que bloqueará la transmisión de las “señales del dolor” en su camino hacia las áreas del cerebro que permiten el acceso a la conciencia.
No sólo eso. Aún en el caso de que este electrosabotaje periférico no bastara, podríamos modificar la actividad de dichas áreas cerebrales, inhibiendo las que facilitan el acceso a la conciencia o excitando las que lo impiden.
Todo ello sin efectos secundarios. Sólo una pequeña molestia por la corriente…
No queda claro si la electromodulación necesitará prescripción médica.
El paciente podría estar tentado de aplicarse las corrientes a su antojo. Quizás se podría evitar la autoelectrocución descontrolada con una contraseña.
Dispondremos de un mapa de oficinas cerebrales para todo. La serotonina, adrenalina, histamina, dopamina… quedarán obsoletas. No tendremos que corregir sus excesos o defectos. Bastará con aplicar el campo electromagnético, con los parámetros adecuados en la zona adecuada, para que el sufrimiento se disuelva o para que la felicidad nos envuelva.
Incluso tendríamos la opción de activar dichas áreas inhibidoras-excitadoras, volviéndolas fotosensibles a través de la optogenética y aplicando simplemente una luz.
Pacientes monitorizados con alarmas conectadas al móvil que activarían las oportunas descargas de corriente, campo magnético o luz sobre cables y circuitos…
¿Qué más se puede pedir?
No seré yo quien cuestione lo que el futuro puede deparar. Es inimaginable y, con toda seguridad, superará lo que uno sueña.
Sólo me limito a precisar, en base a los avances recientes en las Neurociencias, que:
El dolor no se genera allí donde lo sentimos.
No existen señales de dolor.
No existen áreas cerebrales específicas del dolor.
No tenemos mucha idea de lo que es la conciencia y cómo se genera.
Desconocemos también cómo reaccionaría el organismo a este nuevo sabotaje de sus delicados y complejos equilibrios.
La supresión del dolor es una vieja aspiración de Homo sapiens (m.n.t.).
También lo es la búsqueda de la felicidad.
La naturaleza se interpone y nos niega el derecho a quitar y poner dolor o placer a nuestro antojo. No hace más que poner pegas.
En fin. De momento estamos ante una campaña de futuros y florecientes mercados.
La epidemia actual de dolor sigue ahí. Puede que el peregrinaje por el mercadillo de los remedios cuente pronto con nuevos stands, rebosantes de artilugios electrónicos…
Sobre todo, habrá que evitar la autoelectroaplicación no vaya a ser que nos electrocutemos.
Consulte a su médico… o ¿a su ingeniero?
Algo de eso he leído en el ultimo libro de YUVAL NOAH HARARI, Homo Deus, concretamente en el capitulo 8. Electrodos implantados en el cerebro y conectados a un pequeño ordenador. desde este ordenador se puede lanzar corrientes eléctricas débiles q paralizan zonas concretas del cerebro inhibiéndolas. ( en este caso para inhibir depresiones )
Que nos deparará el futuro …. ¡¡¡¡
De animales a dioses…