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Paradojas

Un amigo me comenta que padeció durante años «Cefalea en racimos», probablemente el dolor de cabeza más terrorífico imaginable. Ningún tratamiento le aliviaba. Por arte de magia, desapareció espontáneamente.

Una alumna de uno de los cursos de migraña, a pesar de comprender y aceptar los contenidos del curso y tratar de aplicarlos con empeño, sigue con su dolor invalidante diario.

La migraña es la expresión de un estado de conectividad, referido a una evaluación errónea de amenaza por parte del cerebro.

Si esa evaluación, ese error, se disuelve, no hay crisis.

¿Qué hay que hacer para que eso suceda?

– Sinceramente, no lo sé.

La conectividad neuronal está influida por múltiples factores.

La red neuronal aprende a predecir, en función de lo que va sucediendo en carnes propias, lo que observa en carnes ajenas y a lo que dicen expertos y legos que pudiera suceder.

El aprendizaje es básicamente inconsciente y no podemos decidir su resultado pero sí influir conscientemente, aportando experiencias y conocimiento, y tratando de imaginar activamente lo que está sucediendo allí donde sentimos dolor.

La conectividad de la red es plástica, modificable, pero hay patrones que pueden resistirse al cambio.

– Creo en lo que me han explicado. Tiene lógica. Veo que muchos mejoran pero yo sigo igual… o peor. No sé por qué. No sé qué puedo hacer…

Por un lado tenemos el conocimiento. Está a nuestro alcance. Basta con atender a las explicaciones, leer, reflexionar críticamente y ver su verosimilitud.

Luego está la aplicación de ese conocimiento.

– Cuando empieza el dolor pienso en lo que he aprendido. Sé que no hay daño. Nada sucede ni va a suceder. Procuro atender a lo que me interesa hacer en ese momento.

Puede que de ese modo la conectividad vaya modificándose y se desactive el estado de alerta infundado.

No siempre es así.

– Lo intento pero no lo consigo. Al final tengo que tomar el calmante y se me quita.

El estado de conectividad sigue exigiendo a través del sistema de recompensa la toma de la pastilla. Si no se cumple la acción, todo sigue igual.

¿Existe alguna técnica para disolver esos caminos que llevan a la crisis?

¿Fármacos, meditación, relajación, imaginación, hipnosis?

En la ejecución musical a veces se cuela un pasaje en el que aparece un error, un fallo. Si queremos corregirlo, modificar la conectividad de ese fragmento, tendremos que imagjnar, representar el sonido, el movimiento, la sensación de ese movimiento para proceder después a ejecutarlo, primero lentamente, sintiendo la acción y, poco a poco, a más velocidad, hasta conseguir el objetivo.

Si repetimos el pasaje una y otra vez, sin hacer ese trabajo, probablemente reforzaremos el error.

En el dolor asociado al movimiento podemos aplicar esa receta.

El problema que tenemos con la cabeza es que no hay articulaciones, movimiento interno.

Si tuviera dolor de cabeza jugaría con ella desde la convicción de que nada sucede, hasta dar con la fórmula del alivio. Puede que bastara con no hacer caso y centrarme en lo mío. Puede que necesitara dedicar la atención al dolor: interiorizar la convicción, imaginar que ese algo perturbador  se disipa, apoyado en cabeceos lentos, sentidos.

Los profesionales debiéramos conocer el arte de ajustar la plasticidad a lo debido, para acercar lo imaginado (peligro) a lo real (no sucede nada).

Al igual que hay una plasticidad motriz hay una plasticidad perceptiva, cognitiva, emocional.

Percepción, cognición, emoción (miedo, en este caso), acción… son componentes poderosamente integrados en la conciencia, que comparten un código común.

Todos ellos deben considerarse.

– Entonces, ¿qué me aconseja que haga, para cambiar las conexiones?

– Sinceramente, no lo sé.

No hay daño, no debo temer nada, debo seguir con mi actividad, truncada por el dolor, imaginar el interior tranquilo, generando señales eléctricas, sin inflamación, sin vasos dilatados, sin aumentos de presión de la caldera…

– Eso ya lo hago, pero no funciona…

Tampoco hay que poner mucha tensión en el intento. Es mejor dejar que el proceso adopte su ritmo.

Hay quienes lo consiguen con facilidad, incluso sin comprender lo que ha sucedido.

A otros les lleva su tiempo. Persisten y lo consiguen.

Otros, fracasan.

No es culpa ni mérito de nadie.

La condición plástica está siempre ahí. No hay nada que impida que el cerebro modifique sus estados. Sólo hay que crear las condiciones necesarias.

Nosotros ponemos los condimentos pero no podemos cocinarlos a nuestro antojo.

La posibilidad siempre estará ahí, para bien y para mal.

Todo menos tirar la toalla.

Explorarse, sin miedo.

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