Siempre me ha impresionado el denominado “efecto placebo”.
Por ejemplo: una enfermedad tan terrible como la migraña, un dolor de cabeza espantoso, asociado a vómitos e intolerancia sensorial, que coloca a quien lo sufre al borde de la desesperación, puede controlarse haciendo creer al paciente que se le ha administrado un potente antídoto, cuando en realidad no se le ha dado nada.
Dicen los expertos en migraña que esta tormenta de sufrimiento se debe a una condición de hiperexcitabilidad neuronal genética. Se forman nubarrones en el cerebro que acaban sensibilizando las terminales del nervio trigémino, encargado de detectar incidencias amenazantes dentro y fuera de la cabeza.
Aunque no suceda nada en el territorio de competencia del trigémino, sus sensores de peligro entran en un paroxismo de activación, descargando señales que activan todas las áreas implicadas en la protección de la cabeza.
Todo este despropósito neuronal, toda esa agitación descontrolada, puede controlarse engañando al cerebro, como si fuera un niño pequeño.
– Tome este calmante. Es un producto nuevo. Lo estamos investigando…
En realidad el calmante es un engaño. Agua con sacarosa.
La tormenta se calma si hacemos creer al cerebro que todo irá bien con el calmante.
El cerebro que inició la crisis, creando el estado de hipersensibilidad extrema del trigémino, se tranquiliza, y esa tranquilidad hace que el generador de señales de dolor del nervio se apague.
– Efecto placebo. Pero hemos demostrado que es más probable que se apague la crisis si en vez de dar agua con engaño damos un calmante real, una molécula que silencia las señales del trigémino.
El cerebro enciende y el cerebro apaga.
Dicen los expertos que se enciende por obra y gracia de los genes y se apaga por la acción del fármaco que silencia las señales del trigémino.
Aun suponiendo que esto sea cierto (y habría mucho que discutir), el efecto placebo demuestra que el estado de hiperexcitabilidad neuronal, supuestamente determinado por los genes, no debe ser muy potente pues basta una frase engañosa (“estamos investigando un nuevo fármaco…”) para hacer que se despejen los nubarrones.
Lo que me impresionaba era precisamente eso: el poder de las expectativas, la sumisión de la actividad cerebral a las creencias. Algo tan terrible e invalidante como la migraña puede desactivarse…
– ¿Y no podría también activarse por el efecto contrario al placebo?
Si una creencia quita, también puede poner.
Podemos asustar con una información engañosa y podemos calmar con otra también engañosa, de signo contrario.
El cerebro se deja engañar incluso cuando está sucediendo, realmente, algo amenazante.
El dolor de un infarto de miocardio es sensible a la información tranquilizadora, aun cuando sea engañosa.
– No se preocupe. Le ponemos ahora un potente analgésico en vena…
El suero fisiológico, combinado con la frase, puede eliminar el dolor, pero no el infarto.
Los expertos no tienen más remedio que aceptar los hechos.
Podemos engañar al paciente y hacer que la crisis se controle por pura expectativa.
– Bueno, pero el fármaco es más eficaz que el placebo…
Podría pensarse que el engaño funciona mejor con el compuesto activo que con el agua con azúcar.
No sabemos hasta qué punto podemos dar al cerebro gato por liebre.
En los niños, el placebo es tan eficaz como el compuesto activo.
El cerebro del adulto ya es perro viejo y resulta más complicado engañarlo.
En cualquier caso, es sorprendente. Muy sorprendente.
Efecto placebo; efecto creencias.
Los expertos consideran los genes, la meteorología, las hormonas, el queso curado, el chocolate, la vida desordenada… cualquier insignificancia, pero, ¡eso sí que no! …
– ¿Las creencias? Seamos serios. Nosotros somos científicos. No hacemos Filosofía barata.
Genial, como todo lo que dice este sabio.
Buenas tardes.Vaya por delante mi admiración y agradecimiento al Doctor Goicoechea.Siempre es un placer leer su blog. Al hilo de lo que escribe hoy me gustaria hacerle un comentario.Llevo once años tomando un lorazepan diario antes de acostarme.Comence a hacerlo por prescripción médica después de un problema personal. La verdad que no tengo problema, lo tomo y me duermo enseguida, es imposible que me haya hecho efecto.Hace unos dias, por la noche me di cuenta que no tenia pastillas.Imposible quedarme dormida, y aunque lo conseguí a ratos, la sensación a la mañana era ansiosa total, yo creo q funciona para mi como un placebo, solo el acto de tomarlo me tranquiliza.A veces recuento las pastillas q tengo para asegurarme q la he tomado.No todo va a ser malo, desde finales de mayo que leo todo lo que usted escribe, he tenido una reduccion de migrañas muy importante.En junio he registrado dos.Mi media se habia puesto ya en 8 ó 10, despues d someterme a un ensayo clinico, tras el que mejoré unos meses.. En cualquier caso otro avance que le debo, es que ya no pienso que soy tan perezosa por las mañanas, Llevo este mes y medio consiguiendo despertar y levantarme sin problemas cuando suena mi despertador.Llevo años haciendo q suene , apagarlo y seguir durmiendo un rato más, ese tiempo a mayores tenia muchas pesadillas y no me levantaba descansada.Pero me costaba horrores despertarme a la primera.Imposible…siempre un poco más Para mi es superimportante haber roto ese círculo.Me interesó mucho su entrada sobre “el primer cerebro de la mañana”Se que tengo mucho que aprender, y nos veremos en septiembre en el curso de migraña.Perdón por mi extensión y un saludo.
Hola Isabel. Me alegra tener buenas noticias tuyas. Espero que en Septiembre sean aún mejores.
La abstinencia psicológica del hipnótico es muy fuerte a veces. Cuanto más eficaz haya resultado, aunque sea por efecto placebo, mayor es el mono.
Saludos
El efecto placebo es muy engañoso y si efectivamente se puede engañar al cerebro, muy buen Articulo.