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Receptores de dolor

No existen.

Repito: no existen.

Sí. Ya sé que los citan en internet. Hace poco fueron noticia con motivo de la concesión de los premios Nobel de Medicina: David Julius y Ardem Patapoutiam, premio Nobel de Medicina por los receptores del dolor...

Afortunadamente no todos los titulares incurrieron en el error. Precisaron que los investigadores habían descrito receptores sensibles a estímulos mecánicos y térmicos.

¿Qué es un receptor?

Es un concepto fundamental. Tómese el tiempo que necesite para captar su extrema sencillez.

Todas las células poseen una membrana. No es un sencillo pellejo protector, sino un sistema complejo que detecta lo que hay fuera (espacio extracelular) y dentro, es decir, materia (átomos) y energía (mecánica, térmica) en un determinado espacio/tiempo.

Esas variables las detectan unas proteínas receptoras que atraviesan la membrana y comunican el espacio exterior y el interior. La compleja estructura de la proteína receptora habilita un canal que se abre sólo cuando una molécula o un estímulo mecánico o térmico genera la apertura.

Piense en un dispositivo de apertura automática de una puerta, sólo ante algo específico. Habría puertas que se abren con un empujón (estímulo mecánico), con una temperatura demasiado elevada o demasiado baja (estímulo térmico) o ante la presencia de una molécula o estado químico determinado.

¿Qué sucede cuando ese estímulo abre el canal?

Entra o sale lo que cada canal permite que entre o salga específicamente. Los canales que nos interesan son los que permiten, al abrirse, la entrada o salida de «iones»: átomos con carga eléctrica: positiva (sodio, calcio, potasio) o negativa (cloro).

El flujo de carga eléctrica es lo que llamamos «electricidad». Si lo que fluyen son electrones (partículas de carga negativa) tenemos la corriente eléctrica convencional de nuestras casas. Si lo que fluyen son iones (átomos o moléculas cargadas) tendríamos la electricidad biológica.

Estos canales que generan una corriente por flujo de iones cuando se abren se denominan, lógicamente, «canales iónicos».

Los «receptores de dolor» serían canales iónicos que se abren y generan esa corriente cuando… ¿qué?

Piense… ¿Qué estímulo tiene que aplicarse en la piel para sentir dolor, ahora mismo?

Un pellizco, un pinchazo, el contacto con algo muy caliente o con un cubito de hielo… es decir, un estímulo con energía mecánica o térmica potencialmente nociva. El dolor sería una consecuencia, no un estímulo. La proteína-canal no se abre porque hemos sentido dolor, sino porque en su campo receptor ha habido una energía térmica o mecánica (la llave de la puerta) que tiene ese poder…

No existen receptores de dolor. La información sobre dolor deja mucho que desear.

Una vez se ha abierto el canal y ha pasado el ion correspondiente se produce en la célula una respuesta que recupera la condición inicial, recarga la pila. La membrana está en reposo con carga positiva fuera y negativa dentro. Eso es la pila. Al abrirse el canal se descarga. Genera la corriente y hay que recargarla. La célula lo hace consumiendo energía. El proceso es rapidísimo. Cuestión de milisegundos.

Mientras el estímulo mecánico o térmico esté abriendo el canal, se generará una minicorriente que se disipa en unos milisegundos. La célula cierra el canal y recarga la pila y el estímulo vuelve a abrirlo: pi,pi,pi,pi,pi….

La información sobre lo sucedido fluye en forma de una diminuta señal eléctrica. El mensaje no es: se ha producido dolor... sino: un estímulo mecánico o térmico potencialmente nocivo ha contactado con la membrana en este punto.

– O sea que el receptor, el canal iónico que se abre y cierra, se abre y cierra y genera una corriente al hacerlo sería un receptor de nocividad, ¿no es así?

– Bingo. Ya lo tiene. El premio Nobel, Sir Charles Sherrington, le puso ese nombre: noci-ceptor.

Espero que el concepto haya quedado claro. En cualquier caso no se preocupe: cada vez que oiga o lea: «receptor de dolor», desconfíe.

Desgraciadamente, muchos profesionales siguen cometiendo el error. Una paciente nos contó que su neurólogo, tratando de explicarle el origen del dolor en la migraña, se refirió a los «receptores de dolor».

– Perdón, doctor, querrá decir usted nociceptores…

El neurólogo entró en cólera y le echó de la consulta…

Abrir una mente cerrada exige también un algo. Los profesionales a veces cierran puertas que cuesta luego abrirlas.

La realidad está formada por materia, energía, espacio/tiempo e información.

Desconfíe de la información.

Know pain, no pain.

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