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Sistema neuroinmune y cultura

El sistema neuroinmune gestiona la seguridad de los tejidos y la provisión de las condiciones necesarias (homeostasis) para su buen funcionamiento. Cuando los tejidos sufren daños, los repara y, cuando están sometidos a condiciones de estrés, los adapta para superar la condición adversa (alostasis).

El organismo es una república celular (Jesús Mosterín). El sistema neuroinmune es el que lo gobierna. Como sucede con los gobiernos de las repúblicas de individuos humanos, varias estirpes celulares se dedican a esa gestión. Se dedican a la política. Legislan, juzgan y penalizan el incumplimiento de las leyes.

El gobierno de individuos se asesora con expertos en diversas materias

El gobierno neuroinmune dispone de un amplio y heterogéneo abanico de expertos que compiten por hacerse con la gestión del día a día del organismo. Dicta leyes y consigue que el individuo las cumpla, gracias a una red policial interna que detecta las transgresiones e informa a los centros de poder del sistema defensivo. La conducta del individuo está vigilada, juzgada y penalizada si es evaluada como amenazante.

El individuo no entiende de organismo, más allá de los síntomas. Sólo sabe cómo se siente, pero ignora el estado de los tejidos. El gobierno neuroinmune, los políticos, guiados por expertos variopintos que ofrecen sus servicios, actúa en función de lo que en ese parlamento chirriante de contradicciones se propone como opción ganadora.

El gobierno neuroinmune está culturizado, domesticado por lo que los expertos proclaman.

Gracias a la culturización, muchos seguimos vivos. Yo, al menos, me libré de la tuberculosis pulmonar gracias a la hidracida, el PAS y la estreptomicina, aunque estuve recluido innecesariamente en un sanatorio para respirar el aire de la sierra de Guadarrama durante un año y medio. Eso recomendaban los expertos.

No siempre los expertos se explican por qué los pacientes se sienten enfermos y ellos no encuentran el motivo. Clasifican los síntomas en síndromes debidamente etiquetados (migraña, dolor crónico músculoesquelético, fibromialgia, colon irritable, sensibilización central y un largo y creciente etcétera) y a falta de explicaciones facilitan terapias diversas de alivio modesto o cuestionable, debido, quizás, al peso de las promesas (placebo).

Las sociedades de individuos están gobernadas por regímenes políticos que alertan y protegen regulando la libertad de los ciudadanos. Hay leyes que deben cumplirse.

En las sociedades de individuos no siempre el gobierno hace lo que debería. Hay corrupción, individuos que campan a sus anchas recibiendo un trato de favor o represión de ciudadanos inocentes.

En el organismo puede haber células corruptas (cancerosas), que medran a su antojo, recibiendo un trato de favor por parte del gobierno neuroinmune, y circuitos neuronales que potencian conductas adictivas a tóxicos, pero que son exigidas con apremio por encima de cualquier evaluación racional. También es frecuente la eliminación sin contemplaciones de células inocentes (enfermedades autoinmunes) o la activación de estados de conectividad neuronal de excepción, mortificadores e invalidantes, sin motivo alguno

Las víctimas del desgobierno neuroinmune piden ayuda a los expertos, con resultado variable. Los desmanes del subsistema inmune pueden paliarse con «inmunosupresores» o declarando la guerra a las mafias celulares con quimio y radioterapia o cirugía.

Los expertos no saben muy bien qué hacer frente al despropósito del subsistema neuronal. Etiquetar no sirve de mucho. Las terapias no cumplen con lo prometido y se culpa al individuo del fiasco.

Antes era la cultura de los expertos en divinidades varias la que pretendía explicar los males de la humanidad.

A efectos de homeostasis, Dios ha muerto, pero el paciente sigue maltrecho por culpa de sus genes y sus hábitos. Eso dicen los expertos.

El gobierno neuroinmune oye todas las historias del mercadeo político y las va poniendo a prueba hasta comprobar, en muchos casos, que ninguna obtiene lo que promete.

Dicen los expertos que ellos asesoran desde la mayor evidencia científica disponible, aún cuando cada uno tenga una opinión distinta sobre lo que es ciencia cierta o falsa.

Confieso que he sido y actuado como un experto, pero desde hace años me limito a divulgar conocimiento sobre procesos biológicos básicos que expliquen lo inexplicado y que inexplicablemente no forma parte de los programas de formación de expertos en Facultades y Escuelas universitarias.

El organismo explicado desde la biología y no desde la política.

Ciencia, cultura, mercadeo.

La cultura es biología. En este momento, más incluso que en la época de los dioses y sus intérpretes.

¡Dios. Qué buen vasallo si oviesse buen señor! , se lamenta el autor del Cantar del mio Cid.

Know pain, no pain.

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