La interacción del organismo con el entorno físico y social genera eventos de daño consumado o potencial que tratan de minimizarse por parte del sistema neuroinmune, promoviendo conductas de alerta-protección no siempre justificadas.
Los estados de alerta-protección y desmotivación a la exploración-explotación del entorno físico y social se expresan en la pantalla de la conciencia como “síntomas”.
Los pacientes relatan los síntomas al profesional y este interpreta su significado, identificando posibles daños o disfunciones como estados (diagnósticos) que los explican, y aportando remedios (terapias) que ayudan a regenerar y proteger el tejido dañado y mitigar el sufrimiento e invalidez.
Tras la debida evaluación, el profesional emite su dictamen causal y ofrece sus propuestas de alivio.
Inflamación
El daño consumado genera señales moleculares (DAMPs) que captan las células vecinas sanas de diversas estirpes (neuroinmunes y otras) dando lugar a una respuesta integrada, la inflamación, cuyo objetivo es la eliminación de los restos de los cadáveres celulares y la regeneración de la zona dañada. La respuesta inflamatoria no sólo activa recursos locales, sino que activa la vasodilatación y apertura de poros para que las células circulantes del subsistema inmune se adhieran a las paredes de los vasos de la lesión y entren a la zona dañada, a través de los poros, para hacer su trabajo.
La vasodilatación y apertura de los poros, con la extravasación de células y plasma, produce hinchazón (tumore), calor (calore) y enrojecimiento (rubore), los tres signos que acompañan a la respuesta defensiva inflamatoria. Las células del sistema neuroinmune, por efecto de la respuesta local, cambian de estado, adoptando el modo sensible, activado. Las ramas terminales sanas de los nociceptores locales (neuronas vigilantes) se sensibilizan y generan señal de daño ante cualquier estímulo, aunque sea inofensivo (alodinia) y las células inmunes que han atravesado los poros (monocitos) se ponen el traje de faena con sus herramientas y se transforman en macrófagos.
La zona dañada libera también mensajes (citoquinas) que pasan a la circulación e informan a los centros de procesamiento-respuesta del sistema neuroinmune, dando lugar a respuestas globales que complementan y regulan la respuesta aguda local de la vecindad. La respuesta global, sistémica, se denomina “respuesta de enfermedad” y pro-mueve al individuo para que coopere en la respuesta del organismo ante el daño, no haciendo lo que le gustaría hacer, sino lo que corresponde en aras de la supervivencia física, dejando de lado los planes de ese día.
Si el daño es sistémico, por ejemplo una infección viral, la respuesta defensiva incluirá fiebre y dolorimiento generalizado, cansancio, desmotivación y ronroneo mental catastrofista, que hurga en el pasado inmediato por ver qué se ha hecho mal y prevenir y evitar males futuros.
La biología de la respuesta local y global al daño de los tejidos es compleja y cuenta con recursos de contención que minimicen los destrozos del despliegue del ejército neuroinmune. La inflamación es un estado de equilibrio entre la respuesta inicial de despliegue y la subsiguiente de repliegue.
Antiinflamatorios. ¿Tomo ibuprofeno?
El individuo recibe los síntomas en la conciencia (dolorimiento general, cansancio, desgana y rumiación cognitiva negativa). Se pone el termómetro y objetiva fiebre. Su organismo le invita a quedarse en la cama, pero querría encontrarse bien y acudir al trabajo.
– Paso de la biología. Me tomo un ibuprofeno y voy para el curro.
El ibuprofeno bloquea mensajeros locales y centrales del proceso, minimizando así la respuesta inflamatoria. La evaluación, con esa información saboteada, atribuye menos daño del que hay y responde a la medida de lo que le han contado las neuronas vigilantes, con sus mensajeros silenciados.
– Estoy mucho mejor. Ya no tengo fiebre y no me duelen “los músculos”.
En ocasiones, el organismo, con sus respuestas inflamatorias locales y generales, se pasa de la raya y pone en peligro la integridad de los tejidos que pretende defender. En ese caso, es lógico que el profesional eche mano de los recursos antiinflamatorios para proteger la integridad de los tejidos. Habitualmente, la respuesta inflamatoria se despliega con mesura de despliegue y repliegue.
La biología inflama y la medicina desinflama.
El organismo propone y la medicina dispone.
¿Dolor (dolore)?
Celso describió los signos inflamatorios: Rubore et tumore cum calore et dolore. En el siglo I a.c. no se sabía nada de neuronas y se pensaba que el dolor surgía donde se sentía. Ahora sabemos que no es así, sino que el dolor expresa un estado de conectividad evaluativo-motivacional del sistema neuroinmune. Puede estar o no. Curiosamente, muchos profesionales dan por sentado que, si hay dolor, hay inflamación, aunque no haya rubor, tumor ni calor y prescriben antiinflamatorios. En los textos se sigue proclamando que la inflamación contiene cuatro signos, incluyendo el dolor entre ellos. Realmente son tres, los que expresan la respuesta de vasodilatación y apertura de poros, local o sistémica. El dolor no sólo depende de lo que sucede en los tejidos, sino también del contexto en el que se produce ese daño.
El dolor, como cualquier otra percepción, es un estado evaluativo-motivacional, intencional y atencional.
El ibuprofeno puede que le ayude a sentirse mejor, pero no a proteger y regenerar la zona dañada.
¿Biología o Medicina?
Supongo que las dos, pero siempre con buen criterio, tanto biológico como médico.
Know pain, no pain.
Hola Arturo.
Pregunto qué respuesta defensiva puede ser no poder dormir. Podría ser que te encuentras en alerta todo el día y al llegar la noche el cuerpo cree que tienes que seguir en alerta? Por lo del león , digo…
Es una explicación válida
Eva: es una hipótesis plausible. El situar el foco de atención en conseguir un sueño de calidad puede ser un obstáculo. La ansiedad por conseguirlo puede impedir tener éxito.