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Umbrales

Un umbral es un límite, una frontera, un nivel que debe superarse para acceder a algo o para que ese algo se produzca.

Todo tiene su umbral, su punto de ignición. La conciencia también lo tiene. Cada uno de sus contenidos está ahí porque se han superado diversos niveles de activación de la red permiten el afloramiento en ese espacio misterioso de lo consciente.

El dolor es un contenido de conciencia y como tal aflora porque la activación neuronal que lo origina ha superado también el mínimo de activación exigido.

El problema radica en la ubicación de esa red neuronal que debe activarse y en cómo se llega a dicha activación.

La visión ingenua del dolor nos hace creer que este se produce allí donde lo sentimos, en tejidos dañados, degenerados, inflamados o afectados por cualquier condición anómala. Una vez producido sería detectado por los «nervios de la sensibilidad al dolor» y conducido hasta el cerebro, lugar en el que se ubica la consciencia. El «centro de generación del dolor» sería un tejido dañado. El umbral se superaría a partir de una cuota mínima de daño.

Esta visión ingenua todavía opera en la mente de muchos ciudadanos (lógicamente) y en demasiados profesionales (inadmisiblemente).

A la activación del dolor se llegaría (desde la concepción ingenua) a través de «estímulos dolorosos» aplicados a tejidos dolientes, «sensibles al dolor». En todo caso no habría tejidos «sensibles al dolor» sino capaces de generarlo cuando son dañados. Los pacientes con «insensibilidad congénita al dolor» serían, en realidad, insensibles al daño.

A mediados del siglo pasado, desde la observación reiterada de que no existía una correlación entre la cuota de daño y la de dolor, se habló primero de una «puerta de entrada» de las «señales de dolor» a la médula espinal, lugar en el que se produce el primer punto de contacto con otras neuronas. En esa puerta se integrarían las «señales dolorosas» con otras «indoloras» provenientes de la misma zona. Las «señales indoloras» neutralizarían a las «dolorosas». De ahí que al frotar la zona que duele, el dolor se alivia momentáneamente, porque el frotamiento generaría «señales indoloras». La aplicación de corrientes en la piel de la «zona dolorosa» produciría el efecto analgésico por el mismo principio.

La teoría de la «puerta de entrada» pronto se complementó con la sugerencia de que a ese lugar de la médula espinal en el que confluyen «señales dolorosas» e «indoloras», la puerta de entrada, llegarían vías descendentes cerebrales que modificarían el umbral de «entrada» o «salida» según se mire, de la suma de «señales dolorosas» e «indoloras».

Los tejidos tienen su umbral de daño para generar dolor. Los nervios tienen su umbral de activación para generar una «señal dolorosa». La puerta de entrada-salida tiene su umbral para derivar las «señales de dolor» hacia la conciencia. El umbral de esa puerta de entrada-salida se modifica según haya influencias descendentes cerebrales, modulaciones, que aumentan o disminuyen el umbral. A su vez los factores «psicosociales», ubicados en el cerebro tendrían sus umbrales correspondientes que darían paso a generar su influencia sobre la puerta de entrada-salida.

Esta concepción es la que domina actualmente. Cada punto de la cadena tiene su umbral. Unos umbrales suben y otros bajan. A veces el problema está en el umbral de los tejidos, otras en lo psico-social. En ocasiones el problema comienza en los tejidos con un daño; el daño se repara y el umbral se normaliza pero la «puerta de entrada-salida» queda sensibilizada, con bajo umbral, y cualquier estímulo, aunque sea «indoloro» pasa el umbral de la médula y viaja hacia el cerebro disfrazado de «señal de dolor» superando sin problemas el umbral de la conciencia.

Otras veces la actividad psico-social anda agitada, ansiosa y con desánimos, proclive al catastrofismo y adapta sus salidas de modulación descendente hacia la puerta de entrada-salida, haciendo que esa frontera de la médula tenga un umbral por los suelos permitiendo que cualquier señal de los tejidos, aun cuando no sea «dolorosa» pase por ese puesto fronterizo sin problemas con la etiqueta de «señal dolorosa» aun cuando sea «indolora».

Todo se resume finalmente a una cuestión simple:

Una vez descartado el daño que genera dolor allí donde duele, ¿dónde tenemos un problema de bajo umbral? ¿en tejidos «inflamados» o degenerados»? ¿en la médula con política de «puertas abiertas»? ¿o en en el cerebro con una agitación psicosocial que impone el estado de facilitar el tráfico de cualquier señal con la etiqueta fraudulenta de «dolorosa»?

Nos queda la vía ecléctica. Un poco de todo. de ahí que haya que trabajar los umbrales en todas las ubicaciones: tejidos, médula, cerebro. Fármacos, ejercicios, relajaciones, meditaciones. Lo multidisciplinar.

Los umbrales de los tejidos y de la médula son físicos, «bio»; los del cerebro son psicosociales. El conjunto: el modelo bio-psico-social. Primero se despacha la duda bio-física y se pasa la pelota a los de los umbrales de la azotea, a los de lo psicosocial.

Los neurólogos sostienen que la migraña surge de uno o varios «generadores», agrupaciones de neuronas que sin dar explicaciones superan su umbral de activación por haber entrado espontáneamente en un estado hiperexcitable de origen genético. Puede que la vida desordenada y transgresora o «los cambios» aporten un plus de excitabilidad.

Nos queda el umbral del individuo consciente, el receptor del recado doloroso. Sin ser consciente de ello dispone también de umbrales que suben y bajan haciendo que el dolor amaine o se recrudezca.

Los umbrales del individuo se pueden y deben modificar a través del conocimiento, la gestión atencional, la imaginación guiada y la exposición confiada y paciente a la vida normal, una vez se ha descartado el daño que justifica la aparición en el salpicadero de la conciencia del dolor.

Cuide su umbral. Gestione la frontera de la conciencia desde la sensatez.

No permita que un sistema en política perpetua de «puertas abiertas», lo «bio», con los umbrales por los suelos, le contagie y consiga también abrir de para en par sus puertas al desatino del miedo irracional.

Espabile.

 

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