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El error con Sherrington

Charles Scott Sherrington fue un hombre de poca talla nacido a mediados del siglo XIX. Su baja estatura no le impidió jugar al rugby ni ser un notable remero ni llegar a ser uno de los gigantes de la Neurología.

Interesado primero en el cerebro decidió cortar por diversos sitios sanos y estudiar el funcionamiento del Sistema Nervioso por debajo de la sección. Lo suyo fueron animales descerebrados. Al eliminar la influencia cerebral las conductas reflejas se hacían más evidentes, más libres de ataduras centrales y pudo describir los famosos reflejos: respuestas fijas tras aplicar un estímulo.

Para Sherrington el Sistema Nervioso era una compleja red de reflejos integrados jerárquicamente. Cuanto más complejo en su evolución era el animal más aumentaba la dependencia del cerebro para sobrevivir. Una rana descerebrada lleva una vida aparentemente normal. Un hombre descerebrado, muere.

El pequeño gran hombre aplicó todo tipo de estímulos a sus animales descerebrados y observó las respuestas. Así llegó a la conclusión de que los estímulos eran detectados (sensados) por un tipo de neuronas (neuronas sensitivas) y su energía transformada (transducida) en una señal eléctrica que se descargaba en otra neurona, encargada de ejecutar la respuesta (neurona motora). Entre neuronas sensitivas y motoras, aferentes y eferentes o input y output, otras neuronas intermedias se encargaban de organizar el programa de la respuesta. En esquema el Sistema Nervioso era siempre eso: estímulo-programa-respuesta.

Entre los estímulos investigados probó con aquellos definidos por su capacidad de dañar los tejidos: estirones, compresiones, calor, frío…, estímulos nocivos. Vió que había unas neuronas especializadas en sensar esos estímulos, transformarlos en señal eléctrica y dar lugar a respuestas motoras de alejamiento del estímulo perjudicial. A las neuronas capaces de sensar el peligro físico, la nocividad, les llamó: nociceptores, receptoras de lo nocivo. Son neuronas sensitivas de cuya estimulación se sigue una respuesta motora refleja de alejamiento como parte del arco reflejo defensivo. Esto en el animal descerebrado. No hay, por tanto, dolor, sufrimiento. Sólo alejamiento de la pata acercada al calor.

Sherrington y Descartes coincidieron. Algo nocivo activa el nervio sensible a lo dañino y desencadena la respuesta refleja de alejamiento, mecánica, insensible, por puro mecanismo. Se puede construir un juguete con un sensor térmico que al activarse hace que se retire el pie, al acoplar la señal a un motorcito: ¡Nocivín, el muñeco sensible al dolor!

El error con Descartes situó el dolor en la planta del pie cuando él lo había situado en el cerebro. Descartes nunca dijo lo que dicen que dijo. El error con Sherrington fue doble: seguir dando por sentado que había receptores de dolor, haciendo caso omiso de la aportación de los nociceptores (receptores de nocividad) y dar por bueno el esquema de estímulo-programa-respuesta: estímulo doloroso-programa- respuesta motora. El dolor quedó definido (erróneamente) como un estímulo. Había que buscar la analgesia en la neurona sensible al dolor, haciéndola insensible.

La cerebración lo cambia todo. Las respuestas no necesitan estímulo. El animal cerebrado analiza posibles presentes inmediatos y pone tierra por medio sin esperar el estímulo. Basta la apreciación cerebral de peligro para activar los músculos de la huída. El cerebro es un nociceptor complejo, detector de nocividad… potencial, imaginada. Sus evaluaciones generan señales que acaban en lo que Sherrington denominó: via final común, las neuronas que dan las órdenes a los músculos defensivos. El individuo es una neurona motora compleja, una vía final común. Para activar la respuesta motora defensiva, en ausencia de cerebro, se necesita un estímulo nocivo (mecánico, térmico, biológico, químico). Con el cerebro activado no es necesaria la nocividad consumada o inminente. Basta una evaluación cerebral de nocividad potencial, hipotética. El cerebro construye el estímulo capaz de mover la voluntad del individuo, someterla. Ese estímulo es el dolor, una proyección cerebral a la conciencia capaz de mover o inmovilizar.

El dolor es, por tanto, una respuesta del cerebro, una decisión, un output, una eferencia hacia el individuo para forzar una conducta.

El dolor es el estímulo que mueve o inmoviliza al individuo. En el Sistema Nervioso los estímulos pasan a ser respuestas y luego nuevamente estímulos. La secuencia lineal del arco reflejo de Sherrington es, en realidad, un círculo, una pescadilla que se muerde la cola con entradas por múltiples puertas. El círculo nociceptivo se puede activar desde abajo con un pincho, una llama, un desgarro, un estímulo nociceptivo que dispara la señal del nociceptor pero también se puede activar desde arriba, por evaluación de daño potencial, imaginado, probabilístico.

Sherrington renunció al cerebro. Hizo Neurología descerebrada.

En el tema del dolor todo hace pensar que la Neurología aplica un modelo híbrido que reúne todos los errores posibles con Descartes y con Sherrington. Quedan más… el error de Cajal… el de Penfield…

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1 comentario en «El error con Sherrington»

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