Hacemos muchas cosas sin motivo aparente.
– ¿Por qué lo haces?
– Porque me da la gana.
No disponemos, en ocasiones, de otra explicación para justificar una conducta a todas luces indefendible, improductiva o, incluso, perjudicial.
Nos ha dado la gana, un estado subjetivo que nos impulsa a hacer algo, incluso contraviniendo un mínimo de sentido común.
Ganas de comer, de beber, de no hacer nada, de encender un cigarro, de comprar el cupón de los ciegos.
El organismo nos genera la gana (o la desgana) por motivos que, a veces, se nos escapan.
Siendo niños sentíamos el imperativo conductual de fumar. Alguien propuso un día consumar el mandato. Fuimos a un maizal, cogimos unos bigotes y los liamos en papel de naranja para hacernos con un sucedáneo de cigarrillo.