Para el individuo todos los dolores son malos. Preocupan, mortifican e invalidan. Puede que reconozcamos y aceptemos la función positiva de aviso de que algo anda mal pero deseamos que desaparezca de nuestra pantalla consciente cuanto antes.
Para el organismo existen dolores buenos y malos, necesarios o superfluos. El dolor bueno informa y protege. El beneficio justifica el coste. El malo sólo aporta estrés improductivo, restricción, activación innecesaria de recursos. El costo es alto (para el organismo y el individuo) y el beneficio, nulo.
El dolor se justifica cuando emerge en la conciencia como resultado de un evento de amenaza consumada de daño o por la presencia de un agente o estado amenazante que debe evitarse inmediatamente.