Está la sensibilidad a flor de todo. Piel, músculos, vísceras, sistemas, fascias, sentidos, almas y espíritus trajinan conteniendo el aliento desde el miedo a todo cuanto les rodea, de piel afuera y de piel adentro. Sensibilidad a los alimentos, a fríos y calores, al viento, a la radiación electromagnética, a los productos químicos artificiales, a las malas energías, al mal de ojo… El organismo se ha vuelto sensiblero, intolerante, alérgico. Está asustado, hipervigilante, recluido, enclaustrado, inánime. Para algunos el miedo somático está más que justificado. La vida ya no es un suceso natural. El hábitat se ha corrompido por …
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