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El dolor crónico no es para siempre

El 11 de octubre saldrá a la venta, editado por Vergara, mi nuevo libro.

Resulta complicado poner el título a la criatura de un libro que va a nacer. Mi intención ha sido la de ofrecer una esperanza fundamentada a un extenso y creciente colectivo de padecientes que han peregrinado por todas las consultas habidas y por haber, sin encontrar una explicación ni una solución a su calvario y, lo que es peor, sin ser ni siquiera creídos o acabar (tarde, siempre tarde) etiquetados con diagnósticos de significación oscura.

” Su dolor ya es crónico y no se puede hacer más de lo que ya se ha hecho.”

El padeciente se convierte en una patata caliente que nadie quiere tener en sus manos.

Los expertos miran para otro lado en muchos casos y en otros declaran solemnemente que el dolor es algo complejo, biopsicosocial y exige enfoques y afrontamientos multidisciplinares que no siempre las instituciones facilitan.

El libro no promete soluciones mágicas ni terapias alternativas. Simplemente aporta una nueva visión desde la biología. Una visión anclada en el aprendizaje humano, en la teoría de sistemas, en el proceso de construcción de una narrativa que integre todo lo vivido por el organismo en su interacción continuada con el entorno.

La narrativa que el organismo construye sobre sí mismo, sobre su vulnerabilidad, está poderosamente influída por la información de los expertos y es este aspecto el que centra la atención del libro. Libera al padeciente de la carga de la culpa y la desplaza hacia la cultura, hacia la información recibida y asimilada inconscientemente.

El dolor expresa en el misterioso ámbito de la conciencia el estado evaluativo-motivacional de cada acción en cada escenario. Se limita a alertar al individuo y centrar su atención en una zona que el organismo juzga como amenazada, a veces con razón y, otras, sin ella.

Los expertos son los encargados de establecer si esa evaluación expresada como dolor está justificada o no. El libro reflexiona sobre esta segunda situación, la más frecuente, mortificadora, invalidante y descorazonadora.

Una vez descartado el daño o estrés de los tejidos de la zona doliente hay que confiar en los tejidos y desconfiar de lo que el organismo evalúa sobre su estado. Hay que recuperar la libertad para que jueguen, exploren el mundo sin temor, con conocimiento.

Comprender el dolor desde la biología ayuda a afrontarlo desde otra perspectiva, con resultados variables, excelentes en muchos casos.

No resulta fácil para nadie desandar el camino, pero en este caso es fundamental intentarlo, al menos. Hay que subir cuestas que antes se han bajado.

El libro es una guía para desandar lo andado en el peregrinaje de las consultas. Propone lo contrario de lo que habitualmente se dice y hace con el dolor. No por capricho o por vocación negacionista sino porque es lo que se va diciendo desde hace décadas sobre biología por investigadores de muchas disciplinas.

Está pensado desde, con y para el padeciente, no para abrir un debate con los profesionales.

Espero que el parto vaya bien y la criatura sea bien recibida y ayude a muchos a recuperar la alegría incierta de vivir, sin miedo, con conocimiento.

Que así sea.