Sabemos a ciencia cierta que el dolor no se produce en los tejidos. También a ciencia cierta sabemos que, por tanto, no existen receptores de dolor, señales de dolor, vías de dolor ni centros que procesan y modulan ese dolor.
En su lugar sabemos que existen estados de energía térmica, mecánica y química, internos y externos, que pueden resultar nocivos para los tejidos. Cuando se da esa situación, las neuronas vigilantes (nociceptores) los detectan a través de sus sensores de energías nocivas y los convierten (transducen) a señales electroquímicas que son conducidas por diversos circuitos ascendentes a centros que contienen respuestas potenciales defensivas. Finalmente las señales de nocividad llegan a las áreas de mayor nivel del circuito córticotalámico.
En función de muchos factores contextuales (escenarios) y de la información disponible por el sistema, aparece en la conciencia el sentimiento “dolor”, proyectado en un momento y lugar del organismo.
Si el paciente que dice sentir dolor se encuentra en ese momento en un aparato de resonancia magnética, en la pantalla aparecerá la imagen en colores de las áreas activadas, responsables de la proyección de ese sentimiento.
De ese modo podemos certificar la veracidad del relato.
– Tiene usted razón. Le está doliendo. La pantalla no miente…
A ese conjunto de áreas activadas cuando el paciente dice “me está doliendo” se le denomina “neuromatriz” o “neurofirma” del dolor.
Es un término de éxito, pero no exento de críticas, pues comparte áreas activadas con otros sentimientos (exclusión social, ansiedad en un examen de matemáticas…).
Yo prefiero considerarla como una matriz evaluativo-motivacional que genera la transición al estado de alerta-protección de una zona. Ese estado se expresa en la conciencia como “dolor” y en la imagen de la resonancia como grupos de áreas coloreadas. Si analizamos moléculas en vez de imágenes, encontraremos en los tejidos variaciones de mensajeros celulares (citoquinas), factores “proinflamatorios”.
La neuromatriz evaluativo-motivacional puede activarse, en ausencia de daño, imaginando el sentimiento de dolor u obervando empáticamente daño ajeno, al igual que uno puede imaginar el sabor de las alubias, en ausencia de ellas en el plato. La activación es menos intensa y se desvanece, pues le falta la entrada de señal de nocividad de los nociceptores. El sistema “sabe” que está ante algo imaginado, no real. El individuo también lo sabe, pues es el agente intencionado que evoca lo imaginado.
En los casos en los que el dolor aparece en la conciencia sin que llegue al sistema señal de nocividad (por la sencilla razón de que no existe), el sentimiento “dolor” puede ser intenso y persistente. Los expertos ponen etiquetas a esa situación: “dolor crónico” “persistente” o “complejo”, “migraña”, “fibromialgia” etc… La resonancia mostraría la activación de la neuromatriz, lógicamente, indicando que el dolor es real y que no es producto de la imaginación del paciente, sino de un estado evaluativo-motivacional inconsciente, que genera la transición al estado de alerta-protección.
En sentido estrictamente neurofisiológico estaríamos ante una alucinación, una percepción absolutamente real de algo imaginado: el daño, en este caso.
Lo mismo sucedería con los estados de alerta-protección del sistema inmune. Existiría una “matriz” de moléculas mediadoras de la respuesta defensiva. En ocasiones los tejidos afectados (por una infección, por ejemplo) generarían las señales que inician la respuesta y en otros sería el sistema inmune el que activara el estado, aun cuando no hubiera señales de daño. Simplemente había, por ejemplo, moléculas de polen, inofensivas. La respuesta alérgica no sería imaginaria, sino real, pero el sistema habría generado un estado de alerta-protección injustificado, por error evaluativo: el polen no es nocivo. Sería una “alucinación” del sistema inmune: respuesta real, pero sin daño.
La “neuromatriz del dolor” no procesa el dolor, sino la información que el sistema activa en cada escenario-conducta. En función de la evaluación, la neuromatriz genera el sentimiento “dolor” o no.
Ya sé que es un lío y que lo que importa es que podamos manipular a nuestro antojo los contenidos de la conciencia, los sentimientos, emociones, decisiones, pero para conseguirlo tenemos dos opciones: eliminamos el daño cuando existe y 2) eliminamos el estado de alerta-protección cuando no existe daño.
Si no actuamos así, en los casos en los que no existe daño estaremos alimentando el estado cronificado de alerta-protección injustificado.
– Tiene usted migraña, fibromialgia… Su dolor es crónico, irreversible… tiene que aprender a convivir…
Como lo acepte, está usted perdido.
Know pain, no pain