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“Umbral del dolor”

Ante el mismo estímulo existe una considerable variación en la intensidad (0-10) del dolor sentido, tanto entre distintos sujetos como en el mismo sujeto en distintos contextos.

El umbral del dolor define la intensidad mínima del estímulo que evoca el sentimiento “dolor”. Es un dato de laboratorio, no de la vida real. Exige la cuantificación controlada del estímulo “doloroso” (perdón, nocivo), es decir, la temperatura, energía mecánica o variable química (acidez, concentración salina…) aplicada en el momento en el que el sujeto dice que siente dolor.

Realmente, lo que se mide en laboratorio es el umbral de activación de los sensores de nocividad (nociceptores): la energía mecánica, térmica o química que debe aplicarse en una zona para abrir los canales iónicos de los sensores y generar la señal eléctrica correspondiente, que contiene la información de que en ese momento y lugar una energía potencialmente nociva está presente en el campo receptor del sensor.

Las señales eléctricas se conducen por el circuito correspondiente y van contactando con centros de respuesta de nivel de complejidad creciente hasta llegar a la capa de mayor jerarquía: el complejo tálamo-cortical. Las señales de los nociceptores activan una extensa red de áreas cerebrales y el individuo dirá: ¡ahora!.

El umbral de activación de los nociceptores, en condiciones de laboratorio y en tejido normal, es básicamente similar en todos los sujetos. El estímulo térmico, por ejemplo, activará los nociceptores de nocividad sensibles a alta temperatura a partir de los 45º en todos los casos. Lo mismo sucederá con la aplicación de estímulos mecánicos aplicados con una energía progresiva de intensidad conocida.

El umbral de activación del nociceptor no es el umbral del dolor. Sirve para evaluar la presencia de estímulos nocivos en tejido normal y en condiciones controladas de laboratorio, pero los datos cuantificados no pueden extenderse a la vida real.

“Cada uno tiene un umbral de dolor distinto” se dice, queriendo indicar que ante el mismo dolor cada individuo lo sufre de modo único. En primer lugar el dolor no es un estímulo ni es cuantificable. Es privado y no podemos saber cuánto le dolería a otro individuo si pudiéramos reproducir exactamente las mismas condiciones físico-químicas de la zona en la que se siente ese dolor.

El concepto de umbral de dolor, por tanto, es engañoso y no debiera utilizarse fuera de las condiciones estrictas de aplicación controlada de estímulos nocivos en el laboratorio.

Uno puede experimentar consigo mismo y estimularse, moviéndose, agitando la cabeza, presionando una zona, tocando objetos calientes o fríos. Así podrá decirse ¡ahora siento dolor! Así conocerá su umbral de dolor, privado y exclusivo. Esa misma acción puede evocar o no dolor en otro individuo, suponiendo que se pueda reproducir exactamente el estímulo.

El dolor es una percepción compleja que surge de la activación de un estado de alerta-protección generado en una extensa red de áreas cerebrales. Es una red evaluativo-motivacional que se expresa en el espacio misterioso de la conciencia en el formato cualitativo “dolor”, con más o menos intensidad, en función de muchas variables, únicas para cada acción-escenario y para cada sujeto (narrativa).

No tiene sentido decir que unos aguantan más o menos el dolor que otros. Sólo en el laboratorio.

Ante la misma intensidad de energía térmica, mecánica o química que contiene una determinada acción en un determinado escenario, el sentimiento “dolor” aparecerá en la conciencia en base a la evaluación que siempre acompaña a dicha acción. El profesional debe tratar de evaluar si en la zona dolorida existe una energía nociva suficiente (umbral de activación de nociceptores) o no. Si la respuesta es afirmativa deberá definirla y proceder a su neutralización, si es posible. Si no existe nocividad, el umbral del dolor se cocina en las altas esferas, en las áreas evaluativas, y no en los tejidos. La intervención profesional debe diferenciar los dos estados: 1) nocividad en los tejidos, con la consiguiente activación de nociceptores o 2) normalidad, con el consiguiente error de evaluación en los circuitos córticotalámicos.

Utilizando la metáfora del sistema de alarma: el umbral de disparo de la sirena (“umbral del dolor”) mediría la intensidad del estímulo nocivo que debemos aplicar en la zona de los sensores para que salte el sonido, simulando un robo, para comprobar el buen funcionamiento de los sensores.

Si el sistema salta sin estímulos nocivos detectables (“hemos revisado el edificio y está todo en orden. No hay señales de violencia”) habrá que revisar el sistema y modificar sus estados evaluativos. Si salta los fines de semana es que evalúa esos días desde una alta probabilidad de robo y realimenta la convicción cuando salta el sonido.

Know pain, no pain.