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El bucle catastrófico

El sistema neuroinmune viene al mundo con mucho aprendido a lo largo de la evolución. La información figura en el genoma y permite detectar estados físico-químicos y agentes biológicos potencialmente nocivos y activar recursos de protección. Es el denominado componente congénito. Cada especie tiene el suyo.

Salvo errores congénitos, habitualmente muy raros, cumple con su función.

Sin embargo, no todo lo potencialmente nocivo está codificado en el genoma y cada individuo, en base a la información adquirida por experiencia y por información recibida de expertos, complementará el catálogo congénito con el componente adquirido.

En el componente adquirido no todo lo evaluado como potencialmente nocivo lo es, realmente. En general, el componente adquirido ve más amenazas de las que hay (principio de precaución). Nuestra especie se lleva la palma en eso. La cultura de expertos puede promover el exceso del principio de precaución y atribuir peligro a agentes y estados totalmente inofensivos.

Estos errores de atribución de amenaza se expresan en la conciencia como “síntomas” y llevan aparejadas implícitamente (inconscientemente) creencias, expectativas y conductas de evitación.

Cualquier variable físico-química inocua puede estar catalogada como identificadora de amenaza y promover los estados de alerta-protección-ahorro de energía, expertos en la pantalla de la consciencia como “síntomas”.

En algunos casos la amenaza es real, pero en muchos otros no lo es.

La consulta a los expertos debería servir para distinguir entre una amenaza real y otra ficticia, errónea.

Sin embargo, los expertos han construído etiquetas “diagnósticas” (migraña, fibromialgia, dolor crónico, “cervicales”, contractura…) que certifican una patología física. Algo no hace su trabajo adecuadamente. No se sabe bien por qué. Puede que haya muchos factores que se suman: genes, dietas, estreses, desánimos, perfeccionismo, catastrofismo, neurosis… Es el paciente el que falla. No se considera un fallo evaluativo de la red neuronal, un aprendizaje guiado por la información experta.

– Me duele la cabeza. Un lado. Además me dan nauseas y me molesta todo.

– Tiene usted una migraña. Ha nacido así, con un cerebro enfermo, hiperexcitable. Tendrá que aceptarlo y convivir con ello. Le ayudaremos a cuidarse, a evitar desencadenantes. Debe colaborar: seguir nuestros consejos y tomar los fármacos que prescribamos.

La información de la consulta cierra el bucle: los expertos educan en el temor a esto y lo otro. El subsistema neuronal valida la información recibida. Los síntomas aparecen un mal día. El paciente acude a la consulta y recibe el dictamen de enfermedad. El bucle está armado. A partir de ahí todo puede empeorar. El error se consolida y dinamiza. Los fármacos dejan de funcionar. El experto promete nuevas terapias, más específicas.

– Su migraña se ha hecho crónica. Puede que haya abusado de la automedicación. Le sobran kilos y padece demasiado estrés. Es complejo.

En los cursos y consulta conocemos a muchos (más bien muchas) pacientes así. Los denominamos “náufragos”. Sólo cuando lo han probado todo lo que los expertos oficiales y alternativos proponen y han comprobado su ineficacia, se prestan a algo tan descabellado como un curso en el que lo único que se ofrece es información.

– ¿Sólo hablando? En fin… por probar…

Los bucles forman parte del aprendizaje humano. Las creencias se construyen a nuestras espaldas y crean las condiciones adecuadas para la génesis del bucle, del pensamiento circular.

¿Cómo se rompe el bucle?

Disolviendo, desactivando lo que lo crea: las creencias y expectativas.

Usted es una persona razonablemente normal. Su perfeccionismo le honra, pero puede jugarle malas pasadas, sobre todo si quiere saberlo todo y accede a la información experta (en este caso, una vez se ha descartado el daño real). Su organismo también es normal, pero ha validado una información errónea, peligrosamente errónea, que es incapaz de catalogar como tal. Tiene que comprender el proceso. No es psicológico, en el sentido que atribuímos a ese término, sino biología pura y dura. Biología del aprendizaje humano. La influencia de la información experta.

Los nudos enmarañados se sueltan. Se localizan los cabos y se desenreda lo que se ha enredado. Con calma, sin tirar hacia donde no se debe.

Ya son muchos años los que llevamos con este enfoque. Explicamos biología, no publicidad médica. El paciente acepta el rol de alumno. Atiende. Medita sobre lo explicado. Actúa. Verifica. Aprende. El bucle se ha disuelto, aunque puede volver a formarse. Si es así, toca volver a desenredar la maraña cognitiva y el calentamiento emocional.

El bucle catastrófico se puede descatastrofizar. El descatastrofizador que lo descatastrofice, buen descatastrofizador será.

Puede que estemos equivocados. Sinceramente, no lo creo. Explicamos conceptos validados por la Ciencia.

¿Y si los equivocados son los expertos?

No sería la primera vez.

¿Por qué “funcionan” los placebos y nocebos?

A por ello.

Know pain, no pain


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3 comentarios en «El bucle catastrófico»

  1. A mí me surge una duda… Ese conjunto de síntomas puede atribuirse a una infección pasada? Es decir, no han encontrado daños físicos pero… Una infección de años podría ser causante de esa evaluación incorrecta? Podría interferir? Porque de ser así no sé hasta qué punto podríamos solucionarlo los padecientes.
    Lo pregunto por una duda que me comentó el otro día un amigo al explicarle yo el enfoque que aquí se explica.
    Muchas graciasss

  2. Marta: ninguna hipótesis puede rechazarse de entrada, pero no veo cómo puede generar los síntomas esa supuesta persistencia del agente infeccioso o esa supuesta disrupción de la función evaluativa. La hipótesis de una evaluación errónea, por creencias y expectativas (efecto nocebo) me parece más plausible.

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