En el programa de la 2, “¿Qué me duele cuando me duele?”, después de la introducción del albañil que se clavó un clavo en la bota, pero no en el pie, y sintió un dolor insoportable, arrancan las explicaciones sobre el origen del dolor.
En la cuestión del clavo, queda claro que el dolor no se origina en el pie real, sino en el virtual, el imaginado: un pie atravesado por un clavo. Bastó quitar la coraza de la bota y comprobar que el pie estaba ileso para que el dolor desapareciera.
No duele el pie real, sino el virtual
Lo lógico hubiera sido centrar en el pie virtual la pregunta: “¿Qué hizo que doliera ese pie si no le sucedía nada amenazante real?”
Pues no. Para sentar las bases del origen del dolor, se dice: “el dolor empieza a raíz de una señal o estímulo nocivo”. Es decir, se exige la nocividad real como condición necesaria, algo que la anécdota del clavo desautoriza. “No se necesita un pie para sentir dolor en la zona del pie”. Los amputados sienten dolor en la zona donde antaño había un miembro.
No existen receptores de dolor
A continuación, se dice algo realmente extraño:
“Los receptores del tacto dejan de funcionar y se activan los del dolor, los nociceptores, que se encuentran en las fibras nerviosas… Una vez la información de dolor llega hasta el cerebro, este decide cómo actuar ante el dolor, por ejemplo, apartando rápidamente un dedo de una llama”.
El cazador de cerebros
Para empezar, no existen receptores del tacto ni del dolor. Existen sensores de energías diversas: térmica, mecánica, química. Esas energías pueden ser inofensivas y activar solamente los sensores correspondientes. Gracias a ellos, obtendremos información del contacto con el exterior: la textura de los objetos, su temperatura, su condición química (“sabor”, “olor”).
Si esas variables químicas, térmicas y mecánicas son potencialmente nocivas, se activan también los sensores de nocividad, sin que se apaguen los detectores de estímulos inofensivos. La red neuronal aprecia en lo que vale la información: la de lo inofensivo y la de lo ofensivo. La evolución ha seleccionado sensores que distinguen perfectamente una temperatura agradable e inofensiva de, por ejemplo, 30ºC, de una potencialmente ofensiva:superior a 45ºC.
Hay varias capas de decisión defensiva
La “decisión” de apartar el dedo no se produce en el cerebro, sino en la médula espinal, gracias al llamado reflejo de retirada. Para cuando llega al cerebro la información del dedo, el reflejo medular ya lo ha apartado del peligro.
Resumiendo: el dolor no se produce en los tejidos. No existen receptores de dolor ni de tacto, sino de energías diversas ofensivas o inofensivas.
Las neuronas que poseen sensores de estados nocivos de energía térmica, mecánica o química se denominan “nociceptores”. Cuando se da esa situación, la detectan, la codifican en señales eléctricas y la información sobre nocividad llega a diversas áreas de respuesta defensiva potencial.
En el cerebro se encuentra la capa de mayor complejidad de procesamiento. En función de lo que allí se cueza (evaluación integrada de toda la información disponible, acumulada en el aprendizaje), aparecerá en la pantalla misteriosa de la conciencia el sentimiento del dolor, motivando a una determinada conducta por parte del individuo.
La información en la red neuronal del albañil era:
- Clavo atraviesa pie.
- Puede haber afectado tejidos.
- No tenemos datos de los sensores de nocividad.
- Por precaución: no tocar nada hasta que se confirme lo que ha sucedido…
El “principio del detector de humo” establece que todo humo puede proceder de un incendio y se debe actuar como si así fuera, aun cuando luego se compruebe que era una chimenea del salón.
En ningún momento se apagaron “sensores de tacto” y se activaron “los del dolor”. En primer lugar, porque no existen tales sensores. En segundo, porque no se anula ninguna información. Todas son útiles.
El reflejo de retirada no se activa en el cerebro, sino en la médula. El tiempo es oro. Para cuando el cerebro ordene apartar el dedo del peligro, ya nos hemos quedado sin dedo.
Hay quien opina que todas estas precisiones sobre sensores, nociceptores, señales, etc con innecesarias. Todos sabemos lo que se quiere decir. Opino que son absolutamente pertinentes y que la información sobre el origen del dolor puede aportar beneficio o perjuicio. No es irrelevante que se diga esto o lo contrario en un programa de divulgación científica sobre las cosas del dolor.
Las palabras importan.
Know pain, no pain.
Puedes ver la entrada anterior sobre este tema aquí: Las “fibras del dolor” y el cerebro (I)
Y la siguiente aquí: Las “fibras del dolor” y el cerebro (III)
Gracias Arturo por la entrada.
Increíble la cantidad de datos erróneos o no del todo ciertos que vemos y leemos en todos los sitios.
Pantalla de la conciencia… cuerpo virtual…. de eso no se habla, y, desde mi punto de vista es una de las bases de salir de casi cualquier pesadilla.
Un abrazo