Al nacer, desconocemos el mundo que nos vamos a encontrar. A lo largo del aprendizaje, gracias a los datos sensoriales internos y externos que genera la interacción del organismo con el entorno, construimos una narrativa de lo que sucede o pudiera suceder, tomando decisiones más o menos adaptativas.
Salvo en casos patológicos, la percepción del mundo externo es coherente. La experiencia nos permite extraer la información que necesitan los circuitos evaluativos para organizar una conducta racional. Los molinos son molinos y no gigantes.
El interior es opaco. Lo imaginamos.
El interior es otra cosa. Habitualmente, no lo percibimos. Estamos asintomáticos. Recibimos los recados justos que nos invitan a comer, beber, huir, explorar, descansar, dormir, cuando el guion lo exige. Si algo amenazante sucede, el sistema neuroinmune actúa y, previsiblemente, recibimos en la conciencia la percepción correspondiente: por ejemplo, dolor.
Con esa información, poco podemos averiguar por nosotros mismos. El organismo nos incita con el síntoma a una conducta: rascarnos con el picor, buscar abrigo con el frío, beber con la sed… sin darnos ninguna explicación.
-Yo sólo sé que me duele.
Los expertos nos ayudan a imaginar el interior
Gracias a la cultura experta, los profesionales son capaces, en muchos casos, de averiguar lo que sucede dentro. Les basta con el relato de los síntomas y el conocimiento de nuestra biografía. Con pruebas de imagen y análisis, verifican sus hipótesis y “ven” lo que sucede dentro.
Estadísticamente, esta situación es la excepción y no la regla. Hay más ciudadanos con síntomas a los que la cultura experta no acierta a “ver” lo que sucede dentro, “ve” más de lo que realmente hay o atribuye más relevancia de la que tiene a datos de imagen que otros ciudadanos asintomáticos también tienen (por ejemplo, artrosis).
En el exterior, si vemos árboles, probablemente hay árboles; si personas, personas; si casas, casas.
Los síntomas no son fiables
Apoyándonos en estas certezas de lo que percibimos fuera, pensamos que dentro es lo mismo.
-Me duele el pie, luego en el pie hay dolor. No me lo invento. Si usted dice que mi pie es normal, ya será, pero me duele.
Si percibimos una casa, hay una casa gracias a que hemos tenido la oportunidad de interactuar a lo largo de los años con casas.
Afortunadamente, no tenemos la oportunidad de aprender a categorizar el interior como el exterior. Necesitaríamos la misma experiencia y la misma dotación sensorial.
Informan del estado evaluativo del sistema neuroinmune
Los síntomas internos nos informan de lo que el organismo evalúa en cada escenario. La incertidumbre y falta de precisión es alta. Los expertos pueden reducirla con su capacidad diagnóstica, pero en muchos casos no eliminan la incertidumbre, sino que la aumentan.
En el interior no sucede nada, pero los expertos sostienen que debe haber algo. Agrupan los síntomas en etiquetas y proceden a informar sobre sus hipótesis y consejos.
Ver es creer
Ante una crisis de migraña habrá quien “vea” inflamación en las terminales meningovasculares del trigémino. Otros no “vemos” dicha inflamación. Sólo, por lo que hemos estudiado, aumento del CGRP, un mensajero que se libera ante estados evaluativos de amenaza, sean estos justificados o no.
Ante el relato de dolor y rigidez en la zona lumbar, unos verán articulaciones rugosas, nervios comprimidos y músculos contracturados. Otros, nos limitaremos a ver tejidos que se han adaptado al paso de los años y propondremos que el organismo ha activado el modo alerta-protección en la zona lumbar.
El interior es una caja negra de la que vamos recibiendo datos por los investigadores. Con esos datos, cada cual construye sus hipótesis, según lo que haya leído y según su experiencia.
Evidencia científica a la carta
La evidencia “científica”, en estos casos, ayuda poco. Hay miles de trabajos que dicen una cosa o la contraria. En general, no se analiza la contribución de lo que el organismo evalúa como un factor importante.
Las creencias y expectativas son, en mi opinión, poderosos factores que pueden expresarse en la conciencia como síntomas sin que haya ningún estado real de amenaza en los tejidos.
No estaría de más que se investigaran.
-Me duele.
-¿A qué lo achaca?
-Usted es el profesional. Dígame a qué tengo que achacarlo.
-Tiene usted migraña, fibromialgia, sensibilización central, algo crónico…
El profesional ve con el cristal de su conocimiento, aunque, realmente, no vea nada. Cree…
-Es una enfermedad invisible, misteriosa, crónica.
No se fíe de los síntomas. Pueden hacernos creer en lo que no existe.
Know pain, no pain.
Buenos días Arturo hay algo que no llego a entender. Si padezco de dolor lumbar bajo y las pruebas no demuestran que tengo daño en el tejido debo de entender que mi sistema neuroinmune está diciendo que me duele y yo debo de hacer caso omiso y hacer actividades que aunque me produzcan o fomenten dicho dolor no hay ningún riesgo y con el tiempo desaparece? ¿Eso es porque el sistema neuroinmune al final se aburre de lanzar los mensajes de dolor y termina pasando de mí? Digo yo por lo que creo entenderte.
Kode: el sistema neduroinmune no dice que te duele. El complejo e inconsciente proceso evaluativo de ese sistema se expresa en la conciedncia como cualidad dolor, proyectado sobre la zona bajo sospecha.No se trata de hacer o no hacer caso sino de interiorizar el conocimiento adquirido, desde la convicción fundamentada de que no hay amenaza de daño y desactivar ese estado de alerta-protección, moviéndose. Mi nieta de ocho años lo explica en el prólogo que escribió para mi libro Sapiens, ma non troppo. El sistema tampoco se aburre. Desde la evaluación que está operando presiona con el dolor para conseguir una conducta coherente: ¡no te muevas! Sólo si trabajamos ese estado evaluativo erróneo, podremos disolverlo. La clave es el conocimiento, sin malentendidos. Hay que conseguir una comprensión rigurosa de las palabras. A veces cuesta, pero son calma y paciencia, se consigue.
Muchas gracias Arturo, como era de esperar no decepcionas. Sigo tu blog con interés y por la página de tu libro “SAPIENS ma non troppo” pág 173, 34 Puertas de entrada y salida. Salu2 y cuídate.