No hay peor ciego que el que no quiere ver. Algo está delante de los ojos, pero no lo vemos. Hay algo que lo impide. El refrán sugiere que la ceguera es intencional. Uno no lo ve porque no quiere mirarlo. La ceguera sería mental no visual.
Ver es creer. Otros piensan que lo importante es lo contrario:creer es ver. Si no lo veo, no lo creo frente a si no lo creo no lo veo.
Es innegable la importancia del efecto placebo y nocebo en los estudios sobre dolor u otros síntomas. Basta creer que algo eliminará o agravará el síntoma para que este desaparezca o aparezca en la conciencia, aunque esa supuesta acción terapéutica fuera una simulación, algo inerte, azúcar.
Una creencia evita (y genera, quizás) una crisis de migraña, por ejemplo.
Dicen los neurólogos que la migraña es la consecuencia de un desorden en el procesamiento sensorial. Un supuesto cerebro hiperexcitable congénito estaría sometido a un bombardeo de estímulos que es incapaz de procesar. Se satura y ¡boom! o ¡crack! entra en una espiral incontenible de desborde de moléculas proinflamatorias, glutamato, CGRP, sustancia P, histamina, prostaglandinas, microglia, astroglía. Toda la parafernalia molecular del estrés se esparce por el espacio meníngeo, sensibilizando las terminales del trigémino, generando señales de daño, sin haberlo y enloqueciendo a los centros de procesamiento. Un ruido tremebundo como el del acoplamiento de un amplificador potente que no deja de sonar.
Los fármacos tratan de calmar la excitabilidad descontrolada de los circuitos. El cuarto oscuro y silencioso trata de impedir que cualquier señal sensorial alimente a la bestia desbocada. Horas, incluso días de descontrol biológico.
Sorprendentemente un placebo puede abortar toda esa vorágine molecular en un porcentaje variable de casos. Una creencia falsa acaba con el caos.
¿Qué dicen los neurólogos sobre esa cuestión?
El ensayo clínico aleatorio con grupo placebo muestra un beneficio estadísticamente significativo, frente al grupo placebo. El fármaco funciona. Puede y debe utilizarse. Eso es lo importante.
¿Y el efecto placebo? ¿Qué me dice del poder de la expectativa, la creencia?
Pienso yo que se podría y debería hacer un estudio comparativo entre modelos informativos.
En un grupo se facilita la información oficial: la migraña es una enfermedad cerebral crónica, congénita. Su cerebro es hiperexcitable y deberá identificar y evitar aquellos estímulos que faciliten la aparición de las crisis. Debe esforzarse por establecer un orden en su vida, sin cambios, sin excesos ni defectos, plana, aburrida.
En el otro se explica lo contrario: el sistema neuroinmune extrae información de la interacción del organismo con el entorno y atribuye a cada conducta en cada escenario un valor positivo o negativo: evitar o repetir esa conducta. Puede extraer también información de la observación de lo que les sucede a otros y, en nuestra especie, recibir información de los expertos. Esa información puede falsearse, cuestionarse, argumentadamente, desde la Biología. Su cerebro es normal, plástico, sensible a lo que sucede y puede suceder. No trate de identificar y evitar desencadenantes. Si los identifica no los evite. Expóngase sin miedo desde la convicción de que no sucede nada amenazante.
Desde este modelo hemos comprobado que lo que se cree (porque se conoce) influye poderosamente en la evolución de la migraña.
No hay ningún motivo que descalifique la difusión de conceptos básicos sobre el proceso de aprendizaje neuroinmune.
Ignoro por qué los neurólogos no quieren ver lo visible. La importancia del aprendizaje y de los contenidos de la información que facilitan los expertos, una información que debe poder falsearse.
A los pacientes todo esto les trae sin cuidado. Lo que quieren es librarse del sufrimiento y acceder a una vida normal. Lógicamente aceptan las explicaciones de los expertos y siguen sus consejos y terapias. Sólo cuando todo se tuerce acuden a “lo alternativo”, a remedios de todo tipo (agujas, energías, memorias moleculares, dietas y demás). Si tampoco ofrecen el alivio prometido recalan, a veces, con un escepticismo lógico y saludable, en nuestra propuesta: la migraña no es una enfermedad en sentido clásico. Su cerebro es normal. No está inflamado ni es hiperexcitable. Simplemente actúa desde un conjunto de creencias recibidas de los expertos, que sólo tienen en cuenta la parte de las moléculas, los mensajeros, y no quieren ver la parte del aprendizaje, la información, el procesamiento sensorial influido por la creencia, el miedo generalizado,
Si no lo veo, no lo creo. Me funciona o no me funciona. Cierto, pero eso sólo sirve para lo que es accesible a la visión. Desde el conocimiento acumulado sobre la percepción visual sabemos que lo que vemos es una alucinación controlada por la información de la retina y por el conocimiento acumulado a lo largo de los años gracias a esa y otras informaciones sensoriales. Si lo alucinado no puede controlarse por los datos sensoriales; si a pesar de que nada amenaza a la cabeza, el sistema neuroinmune despliega todos sus efectivos moleculares para protegerla; si el dolor funciona como un testigo de que la profecía se está cumpliendo (sesgo de confirmación), la alucinación se consolida, a pesar de las evidencias sensoriales de que nada está sucediendo.
Un triptan informado como placebo es tan eficaz como un placebo informado como un triptan.
¿Qué le parece el estudio?
Bueno, el efecto placebo, un fastidio…
Abra la mente y reflexione sobre el poder de las creencias y la incapacidad de los sentidos de protegernos de lo que no pueden detectar: la veracidad de lo que nos cuentan.
Know pain, no pain.