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La conciencia no es un órgano sensorial

En mi opinión, el error más importante que se comete al reflexionar sobre el dolor u otros síntomas es el de considerarlo como un estímulo que es captado por receptores específicos. Este mismo error se daría en el ámbito de la percepción visual, olfativa, auditiva, gustativa o táctil.

La realidad contiene energías varias (térmica, mecánica, química, electromagnética), espacio-tiempo e información, es decir, patrones y regularidades contenidas en dicha realidad material y que pueden ser captadas por los sistemas correspondientes.

El sistema neuroinmune es el que se encarga de extraer la información contenida en los estados de materia, energía y espacio-tiempo. Los sentidos, con sus sensores de moléculas (materia y energías), no captan patrones. Los convierten en códigos electroquímicos (sensores neuronales) o segmentos moleculares (subsistema inmune) y los presentan a las áreas centrales que extraerán la información potencial contenida en esos datos en la secuencia de tiempo-espacio.

En el reflejo condicionado de Pavlov, la energía mecánica vibratoria (“el sonido”) de la campana seguida inmediata y repetidamente de la comida (energía química), contiene información (cuando suene la campana vendrá la comida). Las neuronas centrales son las encargadas de extraer la información. En base a ella anticipan la orden de salivar ante el sonido de la campana.

– Las campanas me hacen salivar…

… pensaría el perro.

El espacio interno opaco del organismo también contiene materia (moléculas) y energía mecánica, térmica y química. Salvo en la endoscopia, no hay energía lumínica. El interior es oscuro. Por supuesto, todo sucede en un espacio-tiempo.

Al igual que sucede en el exterior, los estados de materia-energía en un espacio-tiempo determinado contienen información que deberá extraerse por los centros de procesamiento neuronales e inmunes de los datos aportados por los sensores.

El procesamiento de la materia-energía e información externa genera percepciones, cogniciones (creencias y expectativas), emociones y conductas, estrechamente integradas entre sí. Vemos casas, personas, manzanas; oímos el bullicio de la calle, una conversación; olemos; degustamos platos; sentimos caricias.

Todo ello no está ahí fuera, sino que surge del proceso histórico de interacción del organismo con el entorno y nos permite seguir interactuando con racionalidad variable.

El interior es otra cosa: no disponemos de imágenes, olores, sabores, sonidos ni caricias. Sólo cuando la información extraída del procesamiento de los datos sensoriales internos es relevante para los intereses del organismo (mantenimiento del equilibrio interno, homeostasis, supervivencia) aparecen en la conciencia los “síntomas”, que no son mas que percepciones-cogniciones-emociones y propuestas conductuales integradas en ese formato del síntoma y que expresan la idea que en ese espacio-tiempo está vigente.

– Yo sólo sé que me duele, que no puedo con mi alma…

A veces el síntoma aparece a consecuencia de un suceso amenazante real. Los sensores han detectado el evento nocivo, lo han convertido (transducido) a señales y los centros de extracción de la información que contienen esos datos han generado el estado de alerta-protección correspondiente, teniendo en cuenta también el contexto. Ese estado evaluativo se ha expresado como síntoma, al igual que la energía lumínica liberada por una manzana se nos presenta como “manzana”. La visión de la manzana sería un síntoma que nos informa de que ahí fuera hay una manzana y que podríamos comerla.

A fuerza de interactuar repetidamente con la materia-energía, espacio-tiempo e información contenida en lo que denominamos “manzana” seremos conscientes de que vemos, cogemos y comemos una “manzana”. Esa palabra contiene un diagnóstico.

Homo sapiens (ma non troppo), gracias a la evolución cultural, ha conseguido extraer un plus de información respecto al comportamiento (patrones y regularidades) de la materia-energía en el espacio-tiempo. Los centros informativos disponen de ese plus cultural y, lógicamente, lo incorporan al ámbito de sus predicciones. Sabemos que hay microorganismos, ondas de todo tipo fuera del alcance de los sentidos, etcétera.

El caso es que, en muchas ocasiones, aparecen los síntomas sin que haya motivo interno que los explique y justifique. Eso quiere decir que la información aportada por la cultura es la responsable. No es una información extraída de la experiencia, sino recibida por la autoridad de los expertos.

El síntoma no procede de los datos sensoriales ni de la información contenida en los estados físico-químicos internos, sino de la propia información experta. Es la que debe ser cuestionada, pues comprobamos una y otra vez que no hay nada patológico detectable por los sensores de nocividad.

Los expertos echan mano de las palabras para describir y justificar esas situaciones: efecto placebo y nocebo. Ponen en evidencia a la información que opera en el sistema neuroinmune.

Un infarto de miocardio genera datos de muerte celular. Los capta y procesa el sistema neuroinmune y se activa el estado de alerta-protección, expresado en la conciencia con el síntoma de dolor en el pecho y otros… En urgencias podemos administrar suero fisiológico con la información de que es un potente analgésico y, en muchos casos, el dolor se irá. La expectativa, la información ofrecida bastará para que el sistema apague el estado de alerta y, como consecuencia, el dolor desaparecerá, aunque el miocardio siga generando señales de daño. El dolor se ha ido, pero el daño sigue con la respuesta inflamatoria de reparación correspondiente.

Los síntomas, por tanto, no informan de los estados reales de materia-energía-espacio-tiempo, sino de la información que opera en ese espacio-tiempo en el sistema.

– Me duele mucho la cabeza. Es un dolor que pulsa, muy intenso, insoportable. Tengo ganas de vomitar, me molesta mucho la luz, los sonidos…

Una vez hecha la historia como se debe, y explorado también como dicen los cánones, el experto dictamina:

– En mi opinión, se trata de una crisis migrañosa. Usted tiene un cerebro patológico de origen genético que produce estas crisis. No sabemos muy bien por qué ni cómo evitarlo.

El paciente, a base de padecer repetidamente las crisis y conocer el dictamen de los expertos, sabrá que tiene “migraña”, igual que cuando está ante una manzana sabe que es una manzana.

El esquema no es aplicable a la etiqueta “migraña” o a otros síntomas sin daño. Cuando vemos una manzana, generalmente hay una manzana. Cuando padecemos una crisis de migraña, no hay el equivalente a “manzana”. Si abriéramos la cabeza, comprobaríamos que no hay nada. No podemos comprobarlo. De ahí que los expertos digan que estamos ante un misterio.

Desde la perspectiva del aprendizaje del sistema neuroinmune, podríamos ofrecer una hipótesis distinta:

– Su organismo actúa como si la cabeza estuviera amenazada por algo destructivo, pero no hay nada que haga pensar que es así. Su sistema neuroinmune está actuando desde una información errónea. Habrá que trabajar esa información. Es una información que no ha extraído el subsistema neuronal en base a los datos sensoriales, sino a los culturales. Los ha analizado con todos los sesgos que habitualmente nos afectan y, a pesar de que no hay evidencia sensorial de que suceda nada, los centros de análisis de información recibida vía expertos, ha validado esa información.

El dolor no debería confirmar, en este caso, la información operante, sino todo lo contrario: poner en evidencia un error evaluativo del sistema defensivo.

Lo que procede es informar al sistema de la estructura viciada del procesamiento y trabajar en la dirección correcta. Hay que eliminar el estigma, saber que no hay una manzana real aunque la veamos con nitidez. Estaríamos ante una alucinación no controlada por los datos sensoriales, sostenida por la fuerza de la información recibida.

– Yo sólo sé que me duele. Es horrible.

Hay que hacerse con más información. No se guíe por los “sintomas”. Una vez descartado el daño, trabaje para devolver la cordura al sistema. No hay “migraña” en la cabeza, aunque lo parezca. Es un estado de alerta-protección alucinatorio. Por eso es tan tremendo. No hay una realidad que pueda producirlo. Nadie padece meningitis recurrentes que se autoresuelven. Eso no existe. “Migraña” es sólo una palabra. Intente reflexionar sobre la base de lo que realmente sucede en la cabeza. Conozca las debilidades de la información y su procesamiento.

Know pain, no pain.

Al grano.