Los nociceptores son neuronas que detectan estados de energía mecánica, térmica y química potencialmente nocivas. Sus terminales llegan a todos los puntos del organismo, en superficie y en profundidad.
Si a su campo de recepción llega el estímulo potencialmente nocivo, el sensor de nocividad convierte esa energía en una diminuta corriente eléctrica que se transmitirá por la membrana si supera un umbral de voltaje, generando un pulso de potenciales codificado en frecuencia (“frecuencia modulada”).
Mientras persista el estímulo potencialmente nocivo el nociceptor pitará, informando a la red defensiva de la presencia de esa energía mecánica, térmica o química peligrosa. Si esa energía cesa, el nociceptor deja de pitar. El peligro ha desaparecido.
Utilizando esa valiosa información sobre los estados potencialmente nocivos, el subsistema neuronal defensivo activará o no respuestas de evitación del estímulo potencialmente nocivo, en función de otros factores relevantes.
En el día a día, los nociceptores pitan cumpliendo con su función informativa. Cada pitido eléctrico no se convierte necesariamente en pitido de dolor. Tampoco es necesario el pitido, la existencia de un estado de energía potencialmente nociva, para que aparezca proyectado el sentimiento doloroso en la conciencia. Los nociceptores se limitan a informar.
La respuesta de los centros que reciben el pitido de peligrosidad, ubicados escalonadamente desde la médula hasta el circuito córticotalámico, es variable. Cada centro contiene un circuito que generaría su respuesta si fuera autónomo, independiente, pero existe una jerarquía descendente desde los centros de alto nivel (cerebro) hasta los de nivel inferior (médula espinal). La respuesta de evitación del estímulo se producirá en función de lo que todo el sistema evalúe. La mayoría de los pitidos pasarán desapercibidos para el individuo.
Lo mismo sucede con el subsistema inmune. Sus células vigilantes son también nociceptores. Detectan la presencia de agentes biológicos potencialmente nocivos, gracias a sensores de membrana que los identifican y eliminan, evitando así la infección. Las propias células pueden ser potencialmente nocivas. Los nociceptores inmunes identifican las señales moleculares de nocividad y activan programas de autoeliminación, evitando así la deriva cancerosa.
Los pitidos nociceptivos no activan por sí solos ninguna respuesta. Son sólo un componente informativo del complejo sistema defensivo. No inflaman ni sensibilizan. Generalmente se produce la habituación. Ello permite la actividad sin más problema. Los pitidos nociceptivos siguen informando sin perturbar esa actividad. Podemos bailar, saltar, correr…
Si el subsistema defensivo neuronal se encuentra en modo alerta-protección es la conducta del individuo la que se considera como peligrosa. No hace falta que genere estados de energía mecánica, térmica o química potencialmente nocivos. Bastará con ponerse de pie, agacharse, caminar. Incluso sin hacer nada, puede aparecer el sentimiento doloroso en la conciencia. Sin pitidos nociceptivos previos.
La correlación entre pitidos nociceptivos y dolor es baja, tanto en estados de vigilancia normales como en los de alerta-protección.
El sistema neuroinmune responde al peligro potencial evitando la exposición a lo que considera como peligroso. Una conducta inofensiva puede estar considerada como peligrosa, sin necesidad de que aparezcan los pitidos nociceptivos.
La nocicepción es fundamental para guiar el proceso de aprendizaje evaluativo-motivacional, pero tiene poco que ver con el dolor.
La luz, los objetos, los ojos, son fundamentales para guiar el aprendizaje evaluativo-motivacional de la visión, pero no determinan lo que percibimos visualmente.
Si no lo cree, no lo verá.
Si no lo teme, no le dolerá.
Know pain, no pain.
De lo que se cree se cría… y viceversa.
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Un saludo desde Buenos Aires. He aprendido gracias a la información difundida a controlar muchísimo mi dolor de espalda crónico. Abrazote!