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¿Error de predicción o exceso de confianza?

La teoría del código predictivo sugiere que el cerebro (prefiero referirme al sistema neuroinmune) construye predicciones sobre la interacción del organismo con el entorno, anticipando los datos sensoriales que esta interacción va a generar, detectando los errores de predicción y corrigiéndolos, mejorando así con el tiempo esa predicción.

Cada acción genera unas consecuencias sensoriales. El aprendizaje, la repetición de esa acción, permite al sistema conocer esas consecuencias. Si yo digo “manzana”, mi cerebro sabe que le llegará poco después de ejecutar la orden motora un conjunto de señales auditivas que, presumiblemente, son las que ha anticipado.

Si me levanto de una silla, mi cerebro conoce las señales sensoriales que le llegarán poco después, procedentes de músculos, articulaciones, campo visual (flujo óptico) y otros.

En condiciones normales, todo concuerda. Lo anticipado se confirma.

Si se produce una lesión, llegarán señales nuevas, de nocividad. El cerebro se enfrenta a algo nuevo, no codificado. El procesamiento de esas señales novedosas se expresará en la conciencia como “dolor” en la zona dañada.

¿Qué sucede cuando no hay daño y aparece “dolor” en la conciencia?

¿El sistema neuroinmune ha evaluado amenaza de daño, quizás porque guarda memoria de episodios previos de dolor y el dolor actual confirma esa predicción?

Realmente no se ha producido daño y los nociceptores (neuronas que detectan daño consumado o inminente) no informarán en ese sentido, sino en el contrario: no sucede nada.

Se podría pensar que el sistema lo que anticipa es “dolor”, es decir, que aparecerá en la conciencia ese sentimiento, en base al conocimiento disponible y validado, pero ello quiere decir que desprecia los datos sensoriales y concede más valor informativo a la información consciente, a los síntomas.

Las creencias han adquirido más poder informativo, predictivo, que la información sensorial.

Lo importante es la conducta del individuo: si el sistema evalúa amenaza, el individuo tiene que actuar en modo alerta-protección. El sistema motiva esa conducta, la anticipa-exige. Si el individuo hace lo que el sistema exige, todo queda confirmado, reforzado.

Situación 1:

Hoy ha salido viento sur:

  1. Predicción de dolor de cabeza, náuseas e intolerancia sensorial. Experiencias previas.
  2. En la conciencia aparecen dichos síntomas.
  3. Predicción de conducta de alerta-protección por parte del individuo.
  4. El individuo se toma el calmante, vomita, renuncia a una cena con los amigos y se queda en casa.

La previsión queda confirmada y lista para generar otro episodio similar.

Los nociceptores meníngeos no han detectado ninguna incidencia de daño, pero no importa. La predicción de alto nivel ha validado el conjunto de creencias.

  1. El paciente acude al neurólogo con su predicción lista: será una migraña.
  2. Tiene usted migraña. Tome el calmante precoz y quédese en casa en un cuarto oscuro.
  3. El paciente obedece.

Fin del episodio. Todo confirmado.

Podría haber sido de otro modo.

Situación 2:

El paciente ha leído un libro, Desaprender la migraña, que defiende un modelo distinto:

El sistema no predice nada en este caso, sino que teme, en base a la información acumulada que aparezca “dolor”, sentido en media cabeza, náuseas e intolerancia sensorial, pues ha salido viento sur. No puede detectar con sus neuronas vigilantes ninguna confirmación sensorial, pues el conocimiento que opera se ha adquirido por información experta, no verificable con los datos sensoriales.

La salida a la conciencia de los síntomas confirma la predicción, así como la consulta a los expertos: “migraña”.

En ese libro sugiere que la información experta no es correcta y que debe invalidarse. Las creencias deben perder peso y volver a la fiabilidad de la información sensorial, al código predictivo guiado en la confirmación de los tejidos y no a la dependencia de credos diversos.

  1. Ha salido viento Sur.
  2. Pues bien. ¿A mí qué?
  3. Hoy tengo cena.
  4. El sistema confirma que no sucede nada en las meninges.
  5. Anticipa el sabor de los chipirones y los confirma cuando llegan los datos sensoriales de la boca.

Todo lo anticipado queda confirmado. Quizás los chipirones estaban algo tiesos, más de lo que el sistema anticipó.

El sistema no comete errores de predicción. Sucede lo que la información experta predica. Profecía autocumplida. Sesgo de confirmación.

Lo importante son las acciones. El proceso evaluativo-motivacional solicita con más o menos apremio una conducta en cada escenario y espera que el individuo haga lo que ese proceso predice-quiere. En caso contrario, la exigencia aumenta. El dolor y las náuseas arrecian hasta conseguir que el individuo confirme la predicción.

La percepción, los síntomas, son alucinaciones controladas por los datos sensoriales. Lo que sentimos integra imaginación y realidad. Las creencias pueden contar con el beneplácito del sistema sin exigir la confirmación de los datos sensoriales reales y disponibles.

Si no hay modo de saber si lo que nos cuentan de una realidad que nuestros sentidos no pueden evaluar es cierto, y dependemos, por tanto, de la validez de las creencias, sufriremos las consecuencias. Estaremos sometidos a las profecías autocumplidas y daremos el visto bueno a lo que los expertos en la materia nos han dicho, desde la supuesta “evidencia científica”.

No se trata de predecir, sino de creer.

El código predictivo, el cerebro bayesiano, opera en condiciones de poder verificar las predicciones con datos sensoriales. Si no es así la fe nos puede convertir la vida en un infierno, sin comernos un rosco.

¿Imaginación al poder?

Es inevitable. El sistema neuroinmune es un sistema predictivo.

Pero con los pies en la tierra, en los tejidos.

Know pain, no pain