“No hay enfermedades, sino enfermos”
“No te preguntes qué enfermedad tiene esa persona, sino qué persona tiene esa enfermedad”
Podríamos añadir más reflexiones que subrayan la presencia de un padeciente en el padecimiento y que, por tanto, el profesional que le atiende debería tener en cuenta no sólo los datos “físicos”, corporales, sino también a quien padece sus consecuencias, es decir, una narrativa, una historia vivida de ese cuerpo.
Pues bien, todo esto vale o debería valer también para el profesional:
No hay profesiones, sino profesionales: personas concretas que han recibido una titulación que les habilita para ejercer, pero que han desarrollado una narrativa sobre su idea de organismo en salud y enfermedad.
A los pacientes no les ve la Medicina, la Fisioterapia o la Psicología, sino médicos, fisios y psicólogos concretos.
Cada profesión habilita teóricamente a identificar y corregir, en lo posible, los problemas del organismo desde su competencia específica.
Sin embargo, muchos ciudadanos padecen síntomas sin que se pueda objetivar una patología que los explique y justifique, a la luz de los marcos teóricos que cada profesión ha construído. Son los denominados “síntomas sin explicación médica”. Se incluyen también (en mi opinión) en este epígrafe las etiquetas que encubren la ignorancia (migraña, fibromialgia, sensibilización central, dolor crónico, mareo inespecífico y un largo y creciente etcétera).
Todos los síntomas deberían disponer de una explicación biológica, aunque los profesionales, en algunos casos, no dispongan de una explicación contemplada en su marco teórico.
¿Qué profesión está más capacitada para abordar esta peliaguda cuestión?
En mi opinión, todas, pues estamos ante un problema muy serio, que mortifica, invalida y desespera a un considerable número de ciudadanos y debería implicar a todas las profesiones y, por ende, a todos los profesionales.
Me temo que los temarios de las Facultades y escuelas profesionales no contemplan este capítulo. Cada profesional tendrá que construir su propia capacitación para gestionar el reto con conocimiento de causa… biológica.
Habrá quien se interese por el problema, independientemente de su profesión de origen, y quien no se interese y se lo quite de encima, con o sin la ayuda de una etiqueta, pasando la papeleta a un profesional de otra profesión.
– De lo mío no es. Le hago un volante para…
Cada maestrillo describirá y escribirá su librillo.
Método de fulano y de mengano. Conceptos. Terapias. Modelos. Pautas. Mentorías. Autoayudas. Nuevos fármacos. Nuevos genes. Nuevas microcirugías.
Puede que ya las profesiones se estén fragmentando en minicoletivos que seleccionan marcos teóricos y prácticos promovidos por un profesional específico.
En definitiva, la consulta al profesional es un encuentro entre dos narrativas: la del paciente concreto y la del profesional, también concreto.
Las narrativas de los pacientes son bastante homogéneas. Existe una cultura folk, validada socialmente, que casi todos han mamado y padecido. Recuerdo que estamos hablando de los “síntomas sin explicación médica”. Esa cultura folk es la que los profesionales han difundido. En esta cuestión deja mucho que desear, desde el ojo mínimamente severo de la Biología.
Lo habitual es que el paciente haya peregrinado por una secuencia de profesiones encarnadas en profesionales concretos: médicos generales, especialistas médicos varios, psicólogos-psiquiatras, fisios, unidades del dolor multidisciplinares, ofertas alternativas y chamanes si llega el caso.
En los cursos recibimos a pacientes postperegrinaje. Son la mayoría. Me referí a ellos como “náufragos” en una entrada del blog.
Yo soy de profesión neurólogo, pero ya no sabría ahora cómo titularme. Mi formación como neurólogo me habilitó para diagnosticar y tratar enfermedades neuronales, pero no para afrontar síntomas huérfanos de patología (“sin explicación neurológica”).
Cuando fuí consciente de mi incompetencia profesional para esta cuestión, tuve que ponerme a estudiar “por libre”, alentado por la curiosidad, la angustia de mi ignorancia y la información que facilitaban los pacientes concretos (“personas”).
Lo que yo como profesional aprendía lo compartía con el paciente, después de haber oído su relato como padeciente singular.
De ese encuentro de narrativas surgió la hipótesis del error evaluativo neuroinmune, un estado de alerta-protección innecesario, alimentado al calor de la información oficial homogénea de las profesiones.
Afortunadamente para mí, a través de mi hija y yerno, ambos fisios, contacté con profesionales concretos que estaban haciendo el mismo proceso de búsqueda de explicaciones para problemas que la titulación oficial no contemplaba, o creía resolver con marcos teóricos y terapias desprovistas de fundamento biológico.
En este momento comparto mis reflexiones con las de otros, profesionales y pacientes, sin importarme a qué profesión pertenecen o, incluso si disponen o no de una titulación.
Creo que la biología del organismo nos compite a todos: profesionales y pacientes, actuales o potenciales. Urge una alfabetización básica en biología neuroinmune humana, en el inevitable proceso de aprendizaje guiado por la información experta.
Tendría sentido promover un colectivo de interesados en la biología, en cómo se apañan los organismos para evaluar y afrontar los problemas de la supervivencia física y social y los riesgos de dar por buena la información habitual, oficial, políticamente correcta, pero biológicamente incorrecta o, al menos, incompleta.
Nosotros (cuatro narrativas variopintas: un neuronólogo, dos fisios y una ingeniera) hemos creado un grupillo: “GoiGroup“, una especie de minitribu, que trata de compartir con quien así lo desee nuestras narrativas, desde la experiencia de muchos encuentros con padecientes náufragos, sin estar pendientes de si nos amoldamos o no a una supuesta buena práctica de esta o aquella profesión.
No hay profesiones, sino profesionales.
GoiGroup. Goicotribu.
Maite, María , Inés y un servidor y una tropa anónima de seguidores, profesionales y padecientes que participan activamente en la propuesta.
Cuatro personas interesadas en conocer por qué y cómo aunque no suceda nada amenazante, el organismo entra en modo alerta-protección innecesariamente, algo que a las profesiones no parece interesar, pero sí a un número pequeño pero creciente de profesionales y pacientes.
Know pain, no pain.