Está en auge la denominada reconceptualización del dolor. La Neurociencia nos ha abierto los ojos y nos ha enseñado que el dolor es algo que surge siempre del cerebro y no de los tejidos de la zona en la que lo sentimos. No brain, no pain.
Sufrimos el azote del dolor mal explicado, una verdadera paindemia, no porque los tejidos (músculos, huesos, articulaciones, vasos, tendones, vísceras, meninges…) estén dañados o inflamados, sino porque el sistema nervioso central que procesa las señales que surgen de las neuronas que los vigilan, lo hace de un modo anómalo, hipersensible (sensibilización central).
Lo que procedería en este caso, no ya para aplanar la curva de la paindemia sino para conseguir que deje de crecer, sería informar al colectivo de los pacientes que el problema no está donde se siente el dolor, sino en el sistema neuronal (“sistema del dolor”) que procesa las señales de tejidos y vísceras. No brain, no pain.
La competencia profesional ya no está en unas buenas manos que recetan, masajean o sajan, sino en una buena habilidad pedagógica para explicar el nuevo paradigma: convencer al dolorido que sus tejidos están bien y que debe hacer lo que quisiera si no tuviera dolor. El dolor surge del miedo a moverse (kinesofobia) y el miedo se disipa si comprendemos lo que está sucediendo.
Metáforas
Para explicarlo, los profesionales recurrimos a las metáforas. La más socorrida es la del sistema de alarma: si no sucede nada en la casa pero la alarma suena repetida o constantemente, es que ese sistema de seguridad no anda bien. Está hipersensible (sensibilización central).
La metáfora informática también puede servir: el cerebro procesa mal la información. Lo hace por culpa de eventos previos de daño o por la confluencia de factores psicosociales que echan más leña al fuego, en vez de dejar que se vaya apagando.
El cerebro se equivoca; el cerebro nos engaña; el cerebro está alterado de puro sufrir dolor.
Aprendizaje del sistema neuroinmune
En mi opinión, no es una cuestión de cerebro sino de algo más complejo: el aprendizaje del sistema neuroinmune, el sistema que debe extraer información de la interacción del organismo con el entorno y evaluar anticipadamente las consecuencias nocivas de esa interacción, en cada escenario, en cada lugar anatómico-funcional.
Además de la información que ha podido extraer por experiencia de daño propio y observación del ajeno, recibe información de los expertos, se supone que con todas las garantías de la evidencia científica.
En mi opinión, estamos ante una paindemia iatrogénica.
Es la información de los expertos la responsable. Propicia estados de alerta-protección innecesarios directamente en el subsistema neuronal e indirectamente como factor coadyuvante en el subsistema inmune.
Podemos y debemos analizar críticamente la información experta y tratar de recuperar el estado normal que propicia la exploración, el juego libre y confiado del organismo.
Metáfora del gobierno
En este momento, creo que la metáfora más útil sería la del gobierno.
El organismo es un colectivo celular complejo socializado. Cada tejido, cada órgano, cada sistema, cumple con sus cometidos y está sometido a lo que el gobierno considere como oportuno. En el organismo hay políticos, jueces, miedos de comunicación, fuerzas del orden, pueblo (células) con ambiciones que deben controlarse (cáncer), expertos, matemáticos. Entre todos, van construyendo una teoría de lo que implica estar en ese mundo particular y compartido de cada cual, de cada zona somática, de su narrativa.
En mi opinión, la paindemia exige cada vez con más urgencia una política informativa que considere a la información experta como cuestión fundamental. No es un problema de libertad de expresión: cada profesional tiene derecho a informar como quiera y le interese, sino de validez biológica de lo que se informa.
El ciudadano tiene derecho a ser informado que la información oficial puede y debe ser cuestionada.
El revuelo dramático de la pandemia viral puede servir como metáfora. El sistema neuroinmune de cada cual actúa como puede no sólo contra el virus, sino desde la información que ha acumulado a lo largo del aprendizaje neuroinmune. En este caso, tenemos un enemigo real o, mejor dicho, dos: el mal bicho y su poder destructor y el modo como el sistema neuroinmune gestiona la defensa del organismo, si en su justa medida o con defecto o exceso.
Del mismo modo que desconfiamos de la gestión institucional de los colectivos sociales, deberíamos desconfiar de la política del sistema neuroinmune. Sin sistema neuroinmune no sobrevivimos, pero en muchas ocasiones, protege la integridad estructural y funcional del organismo desde una narrativa alarmista, recibida, construida por los expertos.
Necesitamos información sobre los peligros de la información.
Saber que el organismo está vigilado y protegido por un sistema neuroinmune adoctrinado, domesticado, es potencialmente saludable.
Mens sana in corpore sano. Ejercicio, alimentación. Por supuesto.
Corpore sano in mens sana, bien informada.
Know pain, no pain.