
El sistema neuroinmune protege la integridad física y funcional del organismo. Cuando un agente biológico o estado físicoquímico ha generado daño en los tejidos, trata de neutralizarlo a la vez que procede a la reparación del daño causado. Generalmente todo vuelve a la normalidad y el individuo retoma su proyecto de vida, con más o menos secuelas.
El sistema neuroinmune es un sistema evaluativo: procesa datos del daño causado, los agentes y estados responsables y la fiabilidad de las células supervivientes. No tolera incertidumbres y si los tejidos recuperados no cumplen con criterios de fiabilidad se activan programas de eliminación física o de restricción funcional.
La transición de enfermedad a salud no siempre es exitosa. Los tejidos dañados pueden quedar mermados estructural y funcionalmente por efecto de la enfermedad, pero también por la contundencia y rigor del sistema neuroinmune.
Ya que andamos en tiempos del coronavirus: el mal bicho de marras deja destrozos pendientes de reparación (inflamación-regeneración reorganización funcional) que pueden convertirse en el cuento de nunca acabar, en forma de enfermedad autoinmune. Es decir: el virus puede inducir un error de evaluación de amenaza respecto a tejidos sanos y mantendrá un rechazo similar al que se produce cuando le transplantan a uno un órgano. Los tejidos por donde ha pasado el bicho resultan “extraños”, inciertos, inseguros, y el sistema inmune se empeña en eliminarlos. Es extremadamente raro, pero puede suceder. Están descritas las enfermedades autoinmunes postinfecciosas, que pueden afectar a diversos órganos.
El subsistema neuronal también hace sus evaluaciones y puede suceder lo mismo: considerar que el organismo no está disponible para la brega diaria y mantener el estado de alerta-protección, el confinamiento del individuo, sin motivo.
Se ha descrito esta situación, no sólo tras una infección, sino también tras escenarios de estrés por diversos estados catastróficos: guerras, intoxicaciones, epidemias…
En el caso del subsistema neuronal no hay evidencia de daño ni de inflamación por error evaluativo. La red neuronal no actúa de ese modo tan implacable y contundente con los tejidos. No los destruye ni inflama. Se limita a mantener estados de alerta-protección o desmotivación. La consecuencia es: dolor generalizado, cansancio, rumiación negativa., falta de concentración… síntomas que corresponden a lo que se conoce como “respuesta de enfermedad”. No se objetiva enfermedad, pero el organismo está actuando como si la hubiera. Para el individuo puede resultar más mortificador e invalidante esa situación que la de una enfermedad real.
Los expertos etiquetan la situación: síndrome de fatiga crónica (“encefalomielitis miálgica” para quienes defienden el origen autoinmune), fibromialgia, colon irritable postinfeccioso … .
– He pasado el coronavirus. Tengo anticuerpos, pero me encuentro peor que cuando creo que lo pasé. Estoy sin fuerzas, dolorida. No me he recuperado.
No hay consenso sobre el origen de este cuadro post-infeccioso. Para unos es todo “psicológico”, sin que se sepa qué se quiere decir con ello. Está clara la correlación temporal. Después de… Correlación no es igual a causalidad: después del virus sí, pero no necesariamente a causa del virus …
Para otros, el organismo ha quedado tocado, y los síntomas son la expresión de esa alteración inducida por el agente infeccioso, quizás con la ayuda de componentes psicológicos de ansiedad, desánimo, catastrofismo e hipervigilancia, imputables al individuo, empeñado en creerse todavía enfermo, mal curado, o con secuelas. El virus ya no está. Ha sido derrotado, pero el organismo no es el que era. No sabemos lo que pasa, pero ya nada es igual.
Opinar sobre los errores evaluativos neuroinmunes es siempre complicado. Los del subsistema inmune son objetivables y los expertos dicen y hacen lo mismo: tratar de bloquear al sistema inmune, obstinado en el error.
No sucede los mismo con los errores del subsistema neuronal. El subsistema inmune no es el que evalúa en este caso. Es competencia de neuronas. Se limita a colaborar en el estado de alerta. En el organismo se detectarán marcadores biológicos de ese estado de alerta y psicológicos de desmotivación-catastrofismo.
Ya se empiezan a oír relatos de secuelas del coronavirus que van a necesitar cuidados especiales de todo tipo, físicos y psicológicos, para recuperar la autorización para vivir (afrontar y resolver problemas).
Me temo que asistamos a esa secuela evaluativa neuronal. Se dan todos los factores para que sea así: infoxicación, alarmismo, incertidumbre, estrés postraumático…
Sólo falta la etiqueta para que la dinámica del error evaluativo se potencie, se formen bucles, círculos viciosos, pescadillas que se muerden la cola …
Tenga cuidado: con el bicho y con lo que el sistema neuroinmune valore después.
Si ha convivido con el covid, y lo ha sobrevivido sin heridas de guerra, lo más probable es que esté como nuevo y pueda y deba hacer una vida normal (si le dejan). No consienta que sea su propio organismo, el subsistema neuronal, quien se lo impida.
Know pain, no pain.
Cuídese lo razonable. Todo tiene su dosis y oportunidad.
A veces toca descuidarse… Nunca tendremos la seguridad absoluta.