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Homeostasis y alostasis.

El organismo trabaja para mantener un conjunto de variables fisiológicas internas dentro de una banda estrecha. Son las constantes vitales: temperatura, concentración de sales, glucosa, pH, oxígeno… Ese estado de equilibrio deseable se denomina homeostasis.

La sociedad también tiene su estado de homeostasis, un equilibrio en el que los individuos encuentran lo necesario para sobrevivir física y socialmente.

En ocasiones, algo perturba el equilibrio y el organismo y las sociedades tienen que virar a un estado de alerta-protección, necesario para garantizar la supervivencia. Ese nuevo estado de alarma es un estado de alostasis.

El mal bicho vírico y viral ese ha perturbado la homeostasis social y el gobierno ha impuesto el modo alostático del confinamiento.

El gobierno del organismo es el sistema neuroinmune. Es quien vela por el mantenimiento del equilibrio homeostático y el que opera en modo alostático cuando se produce o predice una perturbación.

El recurso al estado alostático es necesario cuando existe una condición amenazante, ya presente o inminente. Es, sin embargo, un problema y una carga para el organismo y la sociedad cuando la transición al estado alostático no era necesaria o cuando el estado de alarma, aun estando justificado en su inicio, no se desactiva cuando debe hacerlo.

El mantenimiento del estado de alarma-protección no es inofensivo y acumula con el tiempo un coste o carga alostática.

La realidad de la amenaza del virus viral ese justifica según los gestores (sistema neuroinmune social) la transición al estado de alostasis en el que nos encontramos, acumulando una carga que nadie sabe si resultará rentable a medio y largo plazo.

Tan complicado es para el gobierno social la gestión de los recursos alostáticos como para el sistema neuroinmune.

El dolor crónico injustificado es un recurso alostático que pudo estar justificado o no, con motivo de un incidente de amenaza real a los tejidos, pero sigue activado desde entonces, perturbando la vida de los ciudadanos. Una peligrosa banda de ladrones atraca a los ciudadanos por las calles. Se decide activar el estado alostático de confinamiento hasta que el número de ladrones sea bajo. Existe un momento, el famoso pico de inflexión, en el que lo oportuno es desactivar el estado alostático pues ya la carga acumulada genera más perjuicio que beneficio. Puede que se haya identificado y detenido a la banda y lo sensato sería recuperar la normalidad para minimizar los costes inevitables del confinamiento.

El sistema neuroinmune de las sociedades y el del organismo tiende a la sobreactivación de los recursos alostáticos, en aras de la protección.

Una gestión eficiente de los estados alostáticos consiste en 1) una buena predicción de amenaza 2) una activación precoz de los recursos de alerta-protección 3) detectar y corregir rápidamente un falso positivo 4) retirar el estado de alarma cuando los costes acumulados , la carga alostática, sea más perjudicial que beneficiosa siempre que la retirada precipitada de esos recursos no reactive la amenaza 5) restaurar la homeostasis, el equilibrio, las condiciones que la sociedad y el organismo necesita para vivir en salud, en un estado de completo bienestar físico, psicológico y social (OMS).

Nadie dijo que fuera fácil la gestión de los estados alostáticos.

Si se demuestra que ya no hay ladrones (agentes y estados nocivos) la amenaza está en el mantenimiento estabilizado, crónico, institucionalizado de los recursos de alerta-protección innecesarios, una tentación siempre presente tanto en el sistema neuroinmune como en los gestores sociales.

Know pain, no pain.

Conocer los riesgos de la alostasis ayuda a protegerse de ella cuando no está justificada.

Restringir la libertad para protegerla.

Se dice fácil…

De momento un respiro bastante limitado para la infancia.

Espero que los primeros en haber nacido no seamos los últimos en acceder al estado homeostásico, ya veremos con qué carga acumulada…