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Es muy sencillo

Cuando explicamos la biología del sistema neuroinmune, el alumnado queda sorprendido ante el hecho inaudito de ser la primera vez que oyen hablar de ello.

Para todos resulta novedoso. Para algunos, aunque novedoso, resulta sencillo.

– ¿Cómo no se me ha ocurrido pensarlo?

Para otros, además de novedoso, se hace incomprensible.

– ¡Buff! Es muy complicado.

Comparto la opinión de los primeros. Es muy sencillo.

No hay que confundir comprender con aceptar o creer.

Veamos:

El ciudadano (y muchos profesionales) creen que el dolor o cualquier otra percepción se produce allá donde la recibimos. «El dolor surge de donde duele». Elemental… pero falso.

El dolor surge de la actividad simultánea de una red de áreas del cerebro («neuromatriz del dolor») y no de donde lo sentimos. Esto es así. No hay más que saberlo. La orina no se produce en la vejiga, sino en los riñones. El sonido de la alarma (el dolor) no lo activa el inquilino pensando que va a sonar. Decide el sistema, sus programas… Los reyes magos no existen, son los padres. Los niños no vienen de París, sino por lo de la semillita…

Los síntomas expresan en la conciencia los estados del sistema neuroinmune de defensa. A veces han detectado un daño consumado y se dispara el estado de alerta-protección; otras, se ha detectado una amenaza que debe neutralizarse si se quiere evitar ese daño a corto plazo. Otras no sucede nada, pero el sistema actúa desde una evaluación errónea de amenaza. Los padres detectan daños consumados en sus criaturas: una herida, una infección, una quemadura… y hacen lo que pueden para proteger la zona dañada y promover la recuperación. El sistema neuroinmune son los padres. Otras veces, apartan a sus niños de un escenario peligroso: «saca la mano del hielo, pues se te va a congelar…» Otras actúan en base a sus temores, aunque sean infundados: «no te subas a ese columpio. Dicen que puede estar contaminado…»

El sistema neuroinmune actúa de modo coherente respecto a la información que ha conseguido reunir para cada escenario. No es infalible. Puede equivocarse. Puede detectar el error y corregirlo, pero no siempre es así. Puede ponerse burro y tropezar más cada vez en la misma piedra.

Ni el sistema neuroinmune ni nosotros mismos aceptamos siempre los errores y los corregimos. Es sencillo.

El sistema neuroinmune aprende continuamente. Aprovecha la experiencia propia de daño, pero también aprende observando o teniendo noticia del daño ajeno. En nuestra especie, la información de expertos se acepta y el sistema neuroinmune aplica lo aprendido sin poder saber qué es cierto o no.

El interior es un espacio opaco que ninguno de nosotros va a desvelar sin tirar de la información recibida de los expertos. Dependemos de ellos, para bien y para mal. Si me dicen que el agua de Vitoria está contaminada, intentaré evitarla. Si no tengo más remedio que beberla, mi sistema neuroinmune tratará de librarse de ella. Diarrea, quizás… Puede que yo crea firmemente que a mí ese agua me sienta mal, aunque la mayoría de los vitorianos la beben sin problemas. Quizás los genes, dicen…

Toda idea dispone de varias metáforas. La gestión de la seguridad del organismo por parte del sistema neuroinmune tiene mucho en común con la gestión de la seguridad de una ciudad por parte de expertos, policías varias, jueces, políticos, medios de comunicación y la actitud de la ciudadanía. Una metáfora…

Las metáforas siempre se entienden, y si se entienden y acepta que sirven para comprender cómo actúa el sistema neuroinmune, qué quieren decir los síntomas… ya está, ya lo tenemos.

Si me pica el antebrazo derecho, quiere decir que el sistema neuroinmune está actuando desde una evaluación de amenaza cutánea (parásitos, tóxicos químicos internos o externos, moléculas que dan mala espina…) y quiere que las elimines con el rascado, con o sin razón.

– Muy complicado. ¿No me puede dar algo para que no me pique? No hago más que rascarme. Mire cómo tengo la piel.

Lo ideal sería hablar con el sistema neuroinmune y convencerle de que se equivoca en sus valoraciones. Se puede. Uno puede meditar sobre esa cuestión y tratar que las neuronas de los centros evaluativos del sector neuronal hablen con los centros evaluativos inmunes y les convenzan de que descataloguen esas moléculas que les dan mala espina…

No es seguro que consiga algo. No imposible, en teoría…

Cuando el error evaluativo es cosa de las áreas evaluativas neuronales, podemos y debemos hacernos con la información que deshace el error y restituye la confianza.

– Si bebo vino, tengo una crisis de migraña…

– Su sistema neuroinmune está equivocado. El vino no produce una hemorragia ni una infección meníngea.

¿Difícil de comprender?

No lo creo. Es sencillo.

¿Difícil de aceptar?

Eso sí. Puede ser.

Primero decidimos y luego buscamos razones. Esto vale para nosotros mismos y también para el sistema neuroinmune.

Know pain, no pain

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