El covid19, con su potencial patógeno, impone un dramático test de estrés al sistema neuroinmune de cada organismo. El virus va a lo suyo y acaba invadiendo, en demasiados casos, el santuario del alvéolo pulmonar, aprovechándose de la debilidad de sistemas neuroinmunes añosos o mermados por diversas enfermedades. En pocos casos, organismos aparentemente sanos y no añosos sucumben ante el mal bicho, poniendo en evidencia la incapacidad de cada sistema neuroinmune para neutralizarlo, por razones que, al menos, a mi se me escapan.
Frente a la amenaza del virus, las instituciones tienen que decidir, sin demasiadas evidencias que orienten con seguridad en la buena dirección, entre la hipótesis de “es como una gripe, no se alarmen” o “estamos ante una pandemia con alto potencial letal, el tiempo es oro, hay que ralentizar la progresión del virus, no salgan de casa hasta que se les indique que pueden hacerlo y ya veremos qué”.
Ante la incertidumbre la estrategia de la evitación, el confinamiento es la que tiene más opciones de ganar. La táctica del error menos costoso: “prohibido comer setas, pues alguna puede ser venenosa” es más segura. A quién se computan los costes es otra cuestión.
Previa a la pandemia del covid19, existe desde hace mucho tiempo otra que no ha saltado a la prensa: la pandemia del dolor no explicado ni justificado. Un 20% de la población (quizás más) está mortificada e invalidada por dolor persistente para el que los profesionales no disponen de explicaciones ni alivios satisfactorios.
Desde el uso libre de paracetamol e ibuprofeno hasta la sofisticada y multidisciplinar unidad del dolor, pasando por los médicos de cabecera, diversos especialistas y propuestas alternativas, el dolor, como otro mal bicho, se proyecta sin control en la conciencia de una enorme masa de ciudadanos. A muchos de ellos les gustaría salir a la calle, ir al trabajo y reunirse con los amigos, pero su organismo consigue confinarles en casa.
“Tiene que hacer vida normal, ejercicio”
Muchos se han quedado sin motivación para el esfuerzo. Todos los intentos de llevar una vida normal han fracasado. Ya no hay fuerza para asumir otro descalabro. Indefensión aprendida, etiquetan los expertos.
“Anímese”
“Qué más quisiera. El dolor no me deja.”
¿Cómo afecta el confinamiento dictado por las instituciones a los confinados por su propio organismo?
Imagino a una padeciente de crisis de migraña. El organismo antes le presionaba para quedarse en casa, vomitar lo que había comido y no relacionarse con nadie. Saltándose la normativa neuroinmune, la padeciente simulaba normalidad, se arreglaba e iba a trabajar o de cena con familiares o amistades.
La orden de confinamiento podría aparentemente venirles al pelo: “quédese en casa”; “elimine el contacto social”. Es lo que su organismo quisiera, para proteger, egoístamente, su integridad física.
Desconozco cuál es la situación en este nuevo escenario. No sé si las crisis se han espaciado y debilitado. Con los escenarios nuevos, el organismo cambia su estrategia, a peor o a mejor. En cualquier caso, una crisis con todos en casa y con la obligación de mantener el tipo, el buen ánimo, la escolarización a domicilio… tiene que ser tremendo.
¿Qué sucede con los afectados por dolor “músculoesquelético”, los que acuden a diario a rehabilitación a por masajes, estiramientos, ejercicios, sesiones de psicoterapia… ? El confinamiento les ha eliminado el consuelo y alivio de la terapia manual. Sólo se salvan los fármacos, cuyo papel en el dolor sin daño que lo explique y justifique es, en el mejor de los casos, cuestionable.
“Haga ejercicio en casa”; “le facilitamos todas las tablas que quiera”.
El confinamiento social propone múltiples escapes. “Haga cursos de esto y lo otro”. “Lea, haga yoga, mindfulness, visite museos y países virtuales”.
Todo el mundo ha mostrado y ofrecido en la red lo mejor de sí mismo para ayudar a sobrellevar como se pueda la pandemia.
Los afectados por las dos pandemias, la del virus y la del dolor, podrían dedicar su tiempo libre y dolorido a combatir los virus informativos que mantienen vivas y operativas las creencias, miedos y restricciones que se expresan en la conciencia como dolor, cansancio, hastío y desánimo.
Desgraciadamente, no disponemos de remedios frente al virus covid19. Sólo podemos actuar desde el confinamiento, la higiene y la detección precoz.
Frente a los “virus” informativos que viven tranquilos en los circuitos neuronales, imponiendo su conectividad, sí disponemos de recursos antivirales: el conocimiento, la información sobre biología neuroinmune, su dependencia cultural…
No sé si es un buen momento ni si resulta oportuno el animar a los ciudadanos, con y sin síntomas, a leer sobre estas cuestiones.
La pandemia del covid19 está ahí y no queda otra que colaborar con lo que nos sugieran, por imperativo social, aún a pesar de las objecciones que puedan bullir en la mente de cada uno.
La pandemia de los virus cognitivos, emocionales, conductuales y sociales que alimentan el dolor no explicado ni justificado debiera obligar en algún momento a desarrollar una estricta asepsia acerca de lo que se dice y hace.
Higiene cognitiva.
Lucha sin cuartel frente a la alarma neuroinmune injustificada.
Liberación del individuo para recuperar sus proyectos.
Manos a la obra.
P.D. Tengo curiosidad por conocer cómo afecta la pandemia del covid19 a la del dolor injustificado. Agradecería mucho comentarios y testimonios de pacientes en ese sentido.
Pues afecta. En mi caso la ansiedad me ha invadido y con ello se me dispararon síntomas SQM, taquicardia y dolor que los tenía bien controlados . Ayer me dieron los ahogos, los dolores de garganta, estómago mal, sensibilidad a cosas que ya no lo hacían. Por no saber que sigue. El confinamiento es una historia, pero los que nos acostumbramos alguna vez a ello, creo que nos cuesta menos. La angustia por lo que sigue, en mi caso es lo que me tiene mal. La angustia por enfermar o mis seres queridos y no la libremos bien. No sé si al tener un sistema neuroinmune hipervigilante sea favorable o no.
Estoy intentando quitar importancia a los síntomas, pero en esta coyuntura es difícil.
Tenemos hijos, padres, familia. Yo hhe tenido dolores de cabeza que no suelo tener..
Ojala el resto lo lleve mejor.
Saludos!!
Gracias Arturo por esta entrada que me ha parecido excelente, y es que (salvando las distancias obviamente) tenemos mucho que aprender quienes hemos estado años confinados por nuestro propio organismo.
En mi caso, yo llevaba unos 5 años sin apenas salir de casa, solo a médico y fisios. Nada de cenas, cines, fiestas, vacaciones, paseos, nada de vida social ni lúdica. (salgo con ventaja porque yo ya estaba “entrenada” a estar en casa).
Justo hace un año que te conocí y conocí el marco teórico sobre la biología del dolor, el dolor sin daño y el malestar sin enfermedad. Durante este año he “trabajado” mucho, muchísimo. No tenía nada que perder. Leyendo, implementando recursos nuevos, cambiando creencias y actuando delante de cosas que hace un tiempo hubieran sido impensables de hacer.
A día de hoy los dolores migrañososos han desaparecido, pero la fatiga (o el desánimo, desmotivación, desautorización, etc) se resisten a ser desactivados. Tengo el convencimiento de que tarde o temprano, se disolverán. Imagino que todo este año reflexionando e integrando acerca de mi “enfermedad-noenfermedad” me está sirviendo de mucho en el estado actual que vivimos con este confinamiento impuesto.
Curiosamente (y hasta el día de hoy) vivo este “encierro” con una paz inusual. Acepto que es una medida que se debe tomar y punto, no me lo cuestiono. Sin nervios, ni dolores, con menos sensación de cansancio y sin miedo al futuro. Justo cuando todo el mundo está en alerta, yo he bajado el nivel de alerta!!!!.
Por supuesto, he pensado bastante. ¿me siento segura porque papá Estado ha prohibido casi todo lo que a mi me aterroriza/aterrorizaba? o ¿realmente, mi cerebro ha comprendido que, delante de este virus, yo NO estoy enferma?. Supongo que el tiempo me dará la respuesta. Pero sin duda, todo lo aprendido a través tuyo me está ayudando también es esta situación: hablar con un cerebro de por sí alarmista, haciendo el ejercicio de discernir entre la información y la “infoxicación”, tener conciencia de que las cosas, malestares, situaciones…. se activan y se desactivan, que las cosas vienen y van y solo estando presentes podemos reconocer el “error evaluativo” de nuestro acojonado cerebro, y una vez reconocido dejar ir las resistencias y actuar con coherencia. Ahora podemos experimentar el “miedo a algo real, potencialmente dañino, como un virus” y aprender a diferenciar con el “miedo a los que nosotros “etiquetamos” como dañino”.
Resumiendo (y lamento extenderme tanto!!!), puede que a veces haga falta algo “gordo” para ver como nosotros estamos algo “delgados”.
Espero que tu confinamiento impuesto esté siendo tan productivo como el mio.
Un fuerte abrazo,
Susana: excelentes tus reflexiones. Me quedo con tu frase: a veces hace falta algo gordo para ver que nosotros estamos algo delgados.
Un abrazo
Lissette: efectivamente es una prueba complicada para las que tendéis a la hipervigilancia respecto a amenazas propias o de allegados. Espero que puedas con ello.
Un abrazo
Hola,
Somos ya legión de seguidores y seguidoras..teníamos muchas ganas de escuchar su opinión y reflexiones sobre esta situación
Ese conocimiento interior es vital ahora, no será fácil pero es mi reto
También me gustaría proponerle que baraje la posibilidad de hacer sesiones de trabajo o talleres virtuales. La plataforma ZOOM lo permitiría . Ahora más que nunca es necesaria su pegadogía . Gracias , necesitamos referente a cómo usted
Juana
Gracias Arturo, leerte y escucharte siempre reconforta y te devuelve el foco a seguir desaprendiendo y desactivando los estados evaluativos erróneos que nos impone nuestra red neuronal. En mi caso, los primeros días de confinamiento los viví con incertidumbre, no sabía si tenía que ir a trabajar, no me hacía ninguna gracias tener que coger el tren para desplazarme a mi trabajo y volvió la migraña el fin de semana, el lunes me informaron que, de momento, estaría de “vacaciones” me tranquilizó pero seguía en “modo espera” y con dolor que trataba de racionalizar, pero no lo conseguía, a partir del miércoles que empecé a teletrabajar, volví a la “normalidad” a poner el foco en el trabajo y en que estoy totalmente sana. Mi conclusión es que no puedo bajar la guardia, que en cualquier momento puede saltar la alarma injustificada en mi cerebro, que debo seguir interiorizando todos los buenos conocimientos que nos has enseñado y reforzarlos, mil gracias por estar siempre aquí presente.
Juana:
¡Y nosotros que creíamos que estábamos siendo muy pesados anunciándolo…! 😛
Maite y María siguien con la consulta abierta, haciendo sesiones por Skype. Os esperan de brazos abiertos. Podéis contactar con ellas en el número 696541479.
Teníamos en mente hacer otro tipo de talleres online, pero a mí al menos me da la sensación de que las personas ahora están a otra cosa. Iremos viendo 🙂 gracias por la sugerencia!
Hola Arturo y las demás Goico
Antes q nada trasmitiros lo agradecida q estoy de saber q estáis ahí. Os sigo desde octubre del año pasado q mi físio me habló del libro desaprendiendo la migraña lo leí un par de veces y quise seguir adelante ilusionada. Llevo la etiqueta de migrañosa hace unos diez años, con rebeldía sin creerme del todo lo q me contaban los expertos y ahora empecé a ver una luz.
Bueno la cosa es que llevaba tres meses sin migraña, sí continuaba teniendo algún dolor nocturno que es lo q peor llevo y q resolvía a medida q transcurría la mañana sin medicación, así q genial!
Cuando comenzó el confinamiento me lo tomé con calma viendo el lado positivo, que lo tiene, ademas mi situación es favorable no me puedo quejar. Entre lo más positivo he empezado vuestro curso on line ahora q tengo más tiempo. Bueno pues el sábado me empezó el dolor por la noche,por la mañana creí tenerlo controlado y al llegar de nuevo la noche empeoró hasta q finalmente me tome el Triptan para poder dormir. He dormido genial pero hoy no hago mas q luchar con el dolor q me va y me viene.
Soy muy testaruda así que voy a continuar trabajando con vuestro apoyo inestimable. Creo q me falla lo emocional como a esta chica que ha enviado el audio. Pienso que esto es un proceso como cuando hace muchos años deje de fumar, tuve muchas recaídas pero al final lo conseguí.
Un abrazo esperando que estéis bien.
Teresa
Teresa Gonzalez: no hay un camino concreto. Estamos hablando de un sistema complejo en el que múltiples factores actúan de forma integrada. Lo que podemos hacer es actuar sobre aquellos accesibles a la conciencia: conocimiento, impacto emocional, atención… Cada persona es distinta y se tiene que explorar, tratando de hacerlo con sosiego y paciencia.
Saludos
Hola Arturo,
Siempre nos ayudas cuando leemos tus palabras. Ahora, tú nos pides ayuda para saber de nosotr@s en esta nueva situación de emergencia. Bien. Habiendo asistido como paciente a un curso de pedagogía del dolor el año pasado, en mi caso por presentar síntomas compatibles con fibromialgia, y habiendo experimentado gran mejoría tras realizarlo…te cuento. En lo que llevamos confinados en casa y viendo las consecuencias de la pandemia, en 10 días llevo ya 2 subidones importantes de ansiedad, una migraña como hacía tiempo que no tenía, sueños angustiosos casi a diario y hoy he empezado con dolores lumbares. Curiosamente, lo que mejor llevo es el cansancio, cosa que era lo que más me venía afectando antes de la pandemia. Ahora no. Yo ya hablo con mi cerebro, y le digo que tanto él como el cuerpo están razonablemente sanos, que no tiene que alarmarse. Pero esta pandemia ha alcanzado mi punto débil, el temor a que le suceda algo malo a mis seres querid@s. No sé cómo solucionarlo, porque en esta situación no consigo tener la confianza de que no les vaya a pasar nada, confianza que sí pude alcanzar cuando sabía que sólo se trataba de hacer confiar a mi cerebro de que yo no estaba enferma. ¿Tendrías alguna recomendación? Muchas gracias por todo.
Laura: no tengo recomendaciones ni remedios para estos repuntes y recaídas de la mano de la angustia por lo que nos puede pasar a nosotros o a nuestros seres queridos. El enemigo es la incertidumbre y me temo que la certeza escasea. Estos días ha habido testimonios que pueden ayudarte. Contestan a tu pregunta mejor que yo.
Saludos