Finalizada la semana de la migraña en este blog, por pura lógica toca ahora reflexionar sobre la migraña del finde.
Muchos pacientes (más varones que hembras) padecen la inoportuna migraña de sábado y domingo.
Dicen los expertos que es el estrés acumulado en los días laborables, que se descarga durante el finde, al faltar la actividad del trabajo. El cerebro está de lunes a sábado, por facilitar la actividad laboral y desdeña la protección de la cabeza, pero el impacto negativo, estresante, del curro, se acumula y se descarga cuando ya no está el acicate, el valor del trabajo.
No hay mucho investigado sobre el particular, salvo los habituales estudios de correlación entre la variable (fin de semana) y la aparición de las crisis. Si el finde precede a la crisis (correlación) ¿permite asegurar que es la causa?
Evidentemente, no. Correlación no es igual a causalidad.
Cada escenario tiene una evaluación, un patrón de conectividad aprendido. Si el finde desencadena la crisis, podemos asegurar que activa un patrón de conectividad de alerta-protección, por evaluación de amenaza a la integridad física de la cabeza. Si esa evaluación contempla la circunstancia del “estrés acumulado” y, curiosamente, no descargado durante el sueño entre los días laborables, es que le atribuye la capacidad de amenazar la integridad física del cerebro. El organismo actúa como si ese estrés acumulado estuviera a punto de generar, por ejemplo, una infección meníngea, al igual que si el Sistema Inmune evalúa amenaza en el aire con polen es porque considera que ese aire contiene riesgo infeccioso.
Desde la perspectiva de la teoría oficial, el cerebro migrañoso es hiperexcitable y cualquier variable inofensiva puede excitarlo lo suficiente como para poner en marcha, quizás a través de la Onda de depresión cortical propagada, la correspondiente crisis. Un alimento, un cambio hormonal o meteorológico, el “estrés acumulado”.
Los que sufren el azote de la crisis del finde es gente a la que le encanta su trabajo. Le dedican muchas horas y puede que no se lo quiten de la cabeza ni siquiera durante el sueño. Son afortunados, a no ser que tengan algún problema irresoluble (distrés) en el medio laboral.
El cerebro teme lo que el individuo desea, no lo que aborrece.
Probablemente el vago de siete suelas no padece migraña de fin de semana.
Las transiciones de escenarios son terreno abonado para generar crisis. Parece que el cerebro migrañoso entra en alerta cada vez que algo cambia. Le cuesta habituar. Todo se vuelve sospechoso, amenazante.
Desde la perspectiva biológica la migraña, es decir, la activación de estados de alerta-protección frente a escenarios absolutamente inofensivos, es un despropósito que debe evaluarse como tal y desbaratarse.
Pienso que el afrontamiento sensibilizante-evitador de los expertos no hace mas que echar más leña al fuego.
Si el queso activa la migraña y el paciente lo adora, lo que debe hacer es tranquilizar los circuitos que codifican ese queso como algo amenazante y proceder a disfrutarlo, con una buena copa de vino.
Si uno adora su trabajo debe hacer lo mismo. Quitar hierro a la evaluación de amenaza y disfrutar con lo que hace, pues no hay nada más saludable que el estrés, siempre que no se le acople una evaluación de amenaza o una imposibilidad de resolverlo.
Disfrute del estrés laboral y consiga que su cerebro no se asuste cuando usted hace lo que quiere hacer.
Desactive el protocolo absurdo de alerta-protección de los fines de semana.
Know pain, no pain.
Desaprender es la clave.
El migrañoso tiene el umbral talamico de sensibilidad muy bajo, determinado geneticamente, que le hace muy sensible a una gran variedad de estímulos
Guillermo Ozonas Sard: el tálamo, o mejor, el circuito córticotalámico integra los estados evaluativos, predictivos de nivel superior con el flujo de información sensorial en tiempo real. No existe un umbral de sensibilidad talámico sino un estado atencional que fluctúa entre la atención a los datos sensoriales o evaluativos. En mi opinión en la migraña y otros estados de sensibilización central domina el proceso evaluativo, imaginativo e impone su ley a pesar de la información sensorial (no sucede nada amenazante)