Acaba usted de nacer.
Uno de sus progenitores padece migraña.
Puede que herede el material genético que aumenta la probabilidad de que usted la padezca, una vez comience a interactuar con su entorno.
¿Qué factor de su personalidad modularán esos genes pro-migraña?
¿Hiperexcitabilidad neuronal? ¿Evitación de daño? ¿Obediencia? ¿Gregarismo? ¿Imitación?
Al cabo de unos años puede tener su primera crisis. El progenitor migrañoso concluirá que ha heredado su fatídica condición genética.
– Serás migrañoso.
El afán de protegerle le llevará al especialista, quien certificará el legado genético y propondrá consejos saludables y fármacos, así como una prolija hoja de registro de crisis para dar con los desencadenantes.
Su cerebro infantil observará e imitará el modelo del progenitor y reforzará las creencias y expectativas enunciadas y anunciadas.
Previsiblemente la profecía se cumpla.
Ya es adulto y padece migraña como mandan los cánones culturales. Ibuprofeno, triptanes, preventivos, restricciones, miedo, hipervigilancia, mortificación e invalidez con mala conciencia por perturbar el día a día ajeno, incomprensión social y autoexigencia de mostrar un talante positivo, con buena cara ante el mal tiempo.
– La migraña es una enfermedad cerebral genética, misteriosa e irreversible. Padecerá esa condición de por vida. Puede que pronto dispongamos por primera vez de tratamientos de precisión que controlen específicamente el problema.
Profecía autocumplida. Los genes han impuesto su ley.
Volvamos a sus primeros años de vida. Aún no ha estrenado su primera crisis. Su progenitor migrañoso, una vez perdida la esperanza de encontrar un alivio sustancial a su condición, tras peregrinar infructuosamente por todos los mercadillos de los remedios, encontró una propuesta novedosa que daba un giro radical al marco teórico y práctico en el que había malvivido.
– La migraña se aprende. Los genes influyen pero no es posible predecir en cada caso a través de qué factor. Puede, por ejemplo, que usted haya salido obediente, con curiosidad intelectual, imitativa, con mucho apego filial. Vaya usted a saber. Probablemente un mix de muchos componentes. La crianza es fundamental.
Se interesó por esa nueva propuesta. Leyó, reflexionó… y aplicó lo que aprendió.
Por fin la primera crisis de su descendiente, en forma de dolor abdominal con vómitos.
Se activó la alarma y se puso manos a la obra.
Tranquilizó a su hij@ y le habló del cerebro, del miedo. Puede que le confesara su triste pasado y cómo enderezó su vida dejando de creer lo que le enseñaron a creer, recuperando la convicción de residir en un organismo saludable, una vez liberado de las ataduras del cerebro alarmista.
Puede que hubiera más incidencias de dolor abdominal. Puede que se colara un esbozo de crisis, ya con hechuras de adulto, pero su progenitor se encargó de apagar los miedos.
Puede que la autoprofecía también se cumpliera: la migraña se aprende y puede evitarse el aprendizaje.
Hay nichos de cultivo facilitado de la condición migrañosa.
También existen los contrarios, los que impiden su desarrollo. Contienen “migrañicidas”.
Usted mismo.
Como todos, excelente artículo y muy esquematizado para quien tenga hijos a los que quiera “desmigrañizar”. Gracias, Arturo
Gracias, Arturo. Cada vez que mi hija afronta el dolor con convicción y se sorprende de que sus amigas tomen un calmante al primer asomo me acuerdo de ti y tus enseñanzas. “Por tu culpa”, ella no va a aprender mi migraña 😉. Esa convicciòn me ayuda a disfrutar de mi vida y a seguir currando para afrontar mis crisis sin desfallecer.
Un abrazo