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El estigma de la migraña

– Es una migraña, una enfermedad cerebral congénita. Ha nacido usted con un “generador de migraña” en el cerebro, un grupo de neuronas que se activan y ponen en marcha la crisis. Tendrá que medicarse y llevar una vida ordenada.

El organismo se piensa a sí mismo continuamente. Repasa el pasado y hurga en futuros posibles, evaluando costes y beneficios de lo que sucede, sucedió, pudo haber sucedido pero sucedió lo contrario , de lo que teme o desea que suceda, y de lo que pensarán los otros si toma esta o aquella decisión.

El ronroneo mental es inevitable y sólo cesa cuando conseguimos centrar la atención en nuestras cuestiones, propósito harto complicado a veces, pues el ir y venir de las cábalas impide que nos centramos en lo que tendríamos que centrarnos.

De ese maremagnum de evaluaciones surge el contenido del mundo consciente.

Un mal día, sin comerlo ni beberlo, aparece en la cabeza un dolor que va a más hasta hacerse insoportable, acompañado de nauseas, vómitos e intolerancia a las luces, sonidos y olores. La tortura se prolonga durante un par de días. Habrá que consultar.

– Hace unos días tuve un dolor de cabeza tremendo, sólo en un lado, con vómitos…

Es el momento clave: la consulta al experto en interiores de organismo.

El paciente habita un universo opaco, lleno de vísceras, aparatos, sistemas, en los que se producen complejas reacciones químicas.

Lo único que sabe de lo que sucede internamente es lo que siente en la pantalla de la conciencia.

– Yo sólo sé que me duele, me molesta todo y acabo vomitando. Algo tiene que estar pasando.

El experto dictaminará:

– Es una migraña, una enfermedad. No se puede hacer nada por evitarlo. Usted ha nacido con esa condición.

Es el dictamen más probable.

Puede que, por extrañas circunstancias de la vida, se encuentre con un dictamen distinto, extraño, difícil de comprender:

– Es un error evaluativo de su Sistema Neuroinmune. Habrá que trabajar para corregir el error. Usted está sano, pero el cerebro ha construido una teoría equivocada de su cabeza. Ha evaluado amenaza sin haberla.

– ¿?

– Le ayudaré a comprender el proceso. Es necesaria su colaboración. Usted forma parte también del organismo. Hay que hacer bien las cosas en ese pequeño pero fundamental ámbito de la conciencia, en el que tiene voz y voto.

El dictamen de “enfermedad cerebral congénita, misteriosa e irreversible” estigmatiza al paciente. La etiqueta “migraña” le llevará por caminos previsibles, que comenzarán con el ibuprofeno, seguirá con los triptanes, los preventivos, el bótox y las medicinas alternativas, con resultados variables.

Poner el estigma es más fácil que quitarlo.

Es más sencillo enmigrañarse que desenmigrañarse.

– ¿Cómo le ha ido?

– Bien. A veces quiere venir el dolor pero hablo con mi cerebro, le hago un corte de mangas, me centro en lo mío y se me va. Ya no tomo medicación y he vuelto a los verdejos.

No siempre es así.

– Comprendo bien lo que me ha explicado y. además me lo creo pero no acierto a controlar a mi cerebro. Tengo que recurrir a los calmantes.

Hay pacientes estigmatizados que se conforman con el modelo de enfermedad.

– Tengo una o dos crisis al mes. Llevo siempre el ibuprofeno en el bolso. Al menor indicio me tomo el calmante y lo corto bastante rápido.

También pueden funcionar los remedios alternativas…

– Con la acupuntura me va bien. A penas tengo ya dolores.

El estigma de enfermedad exige la acción de la terapia.

El enfoque pedagógico, que trata de borrar el estigma, recuperar la convicción de organismo sano pero que comete errores evaluativos, hace innecesaria la terapia, en los casos exitosos.

Anuncian un nuevo tratamiento. Por primera vez, algo específico, una terapia “de precisión”.

El estigma se expresa por un aumento del CGRP. Ya disponemos de fármacos que lo neutralizan. Promete…

El CGRP es un mensajero. En vez de bloquearlo podríamos convencer al organismo de que su evaluación de amenaza es errónea y así el CGRP desaparecería.

Se podría cambiar las condiciones de activación del Sistema de Alarma para que deje de sonar la sirena cuando no sucede ni va a suceder nada a corto plazo.

– Su casa está estigmatizada. Tiene un “generador de alarmas” que salta de modo incontrolable ante cualquier incidencia, aunque sea inofensiva. No se puede hacer nada. Quizás le alivien algo estos tapones en los oídos. Procure que no haya problemas en la vecindad. Puede que el estrés dispare la alarma.

El dolor (el sonido de la alarma) debiera limitarse a señalar incidencias consumadas o inminentes de sucesos que dañan violentamente la integridad física del organismo.

Los antiguos achacaban las crisis a la cólera de los dioses. 

Ahora es el CGRP, un simple mensajero que obedece a los contenidos de la cultura experta.