El organismo dispone de recursos para proteger la integridad física de sus células.
El Sistema Neuroinmune está habilitado para detectar agentes biológicos (gérmenes, células cancerosas) y estados físicos (térmicos, mecánicos) y químicos capaces de generar muerte de células sanas y competentes. Así mismo detecta eventos de daño celular consumado y activa recursos de reparación del tejido dañado. La inflamación es la respuesta que inicia el proceso de reposición de la lesión.
El Sistema Neuroinmune no es perfecto y comete errores, por defecto o exceso. En esos casos cabe la intervención profesional que, en algunos casos, puede echar un cable al organismo y conseguir superar una situación comprometida.
El antibiótico elimina gérmenes que el Sistema Neuroinmune no ha conseguido eliminar.
Los fármacos antinflamatorios neutralizan una respuesta inflamatoria innecesaria o excesiva.
Una prótesis puede restaurar la funcionalidad de una articulación severamente deformada
La quimioterapia elimina células cancerosas que han burlado la vigilancia Neuroinmune.
Los recursos defensivos neuroinmunes son molestos para el individuo y limitan su funcionalidad. El individuo pide ayuda para librarse de ellos.
El profesional evalúa el estado de los tejidos y la posibilidad de prestar una ayuda eficiente para restaurar la funcionalidad de una zona dañada.
No hay que confundir la ayuda al organismo con la ayuda al individuo.
Antes de nada se debe evaluar el daño real y los recursos de protección activados. Puede que el organismo no precise ayuda y lo que toca es respetar la evolución del proceso de reparación.
En ausencia de daño, pero con recursos de protección activados, lo que corresponde es desactivar el estado evaluativo erróneo.
– Me duele. Estoy agarrotado, cansado. Ayúdeme a sentirme bien para poder llevar una vida normal.
– No tiene usted nada anormal. Su organismo no debiera protegerse. Debemos ayudarle a desactivar el estado de alerta-protección.
El paciente solicita que le libren del dolor y el cansancio. Está instruido en la creencia de que disponemos de medios poderosos para controlar cualquier percepción somática molesta.
– Uno cada 8 horas.
Si el dolor amaina no es porque lo hemos neutralizado químicamente sino porque hemos creado en el sistema neuroinmune la convicción de que la amenaza ha cesado con nuestra intervención terapéutica. Ayudamos al individuo engañando al organismo. Pan para hoy, hambre para mañana.
No había amenaza pero el sistema neuroinmune actuaba como si la hubiera. Aplicamos cualquier terapia y el sistema neuroinmune actúa después como si dicha amenaza hubiera desaparecido.
– Los calmantes me ayudan. Sin ellos no podría moverme.
Realmente el calmante ha ayudado al individuo pero lo ha hecho a costa de engañar al sistema neuroinmune y eso no es precisamente una ayuda sino todo lo contrario. Habremos aumentado la probabilidad de que se cometa el mismo error: activar la alarma y exigir la intervención terapéutica para desactivarla.
Siempre debemos tener presente si la acción terapéutica ayuda al organismo o al individuo o a ambos.
Si no hay amenaza actuar como si la hubiera es un error aun cuando parezca lo contrario.
Lo que procede es ayudar al organismo a detectar y corregir el error: Pedagogía y re-exposición a la actividad normal.
El ciudadano será consciente de la ayuda.
– A veces el dolor se asoma. Pienso en lo aprendido y lo aplico. No necesito más ayuda.