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Daño imaginado (falsa alarma)

 

El dolor es una percepción aversiva y protectora que contiene implícitamente una evaluación aprendida de daño necrótico consumado, inminente… o imaginado

La necesidad de evitar incidencias de daño celular violento (necrosis) conlleva el riesgo de evaluar amenazas en exceso. Es mejor pasarse que quedarse corto (El error menos costoso).

El organismo evalúa continuamente el riesgo de daño. Cada escenario escribe su propia historia, sus temores específicos.

El proceso evaluativo es básicamente inconsciente. Sólo si la evaluación de amenaza supera el umbral de acceso a la conciencia sentiremos dolor, allí donde se evalúa la amenaza.

El dolor nos obliga a considerar el posible daño. Si se descarta, podremos concluir que estamos ante una falsa alarma.

El aviso de falsa amenaza no tiene mayor importancia si es catalogado como tal. Aprendemos equivocándonos… pero cada vez menos, no más.

El problema empieza a tomar cuerpo cuando no se cataloga como error sino como «amenaza de origen no aclarado». El dolor plantea la posibilidad de amenaza oculta y se retroalimenta en positivo la duda. La vigilancia aumenta y el dolor, en consecuencia, también.

El cerebro imagina la realidad y los sentidos delimitan el contenido de ese universo imaginado.

No todo puede ser detectado por los sensores. Hay amenazas teóricas opacas. Si son consideradas como relevantes puede que acabe proyectándose dolor a la conciencia.

Ese dolor es un germen potencial de una estructura circular que se refuerza en cada episodio. El dolor puede alcanzar una intensidad extrema pues no está contenido por la realidad (no sucede nada peligroso) sino por la imaginación.

Con las pruebas de imagen podemos, hoy en día, descartar amenazas reales y neutralizar así las falsas alarmas.

– Es todo normal. Falsa alarma.

Sin embargo la incertidumbre no queda siempre resuelta. A veces porque ponemos etiquetas de supuestas enfermedades, nos limitamos a dar calmantes para silenciar el dolor o encontramos en el Scanner o Resonancia cambios «degenerativos» que valoramos como patológicos y suficientes para explicar el dolor.

– Tiene usted artrosis. Por eso le duele

– Fibromialgia. Migraña, etc…

El dolor más frecuente, mortificador e invalidante es, precisamente, el que aparece en ausencia de daño consumado o inminente.

No tiene más contención que la de la eficacia (aparente, placébica) de las terapias.

Al paciente, lógicamente, le cuesta aceptar que no haya nada que explique y justifique su tortura.

Necesita la etiqueta diagnóstica que legitime, al menos, el sufrimiento.

Realmente el problema del dolor lo tenemos con el que aparece por evaluación errónea no corregida, el que se nutre de la imaginación.

– ¿Quiere decir que me imagino el dolor o el daño (como quiera) y por eso duele?

– No es usted. Hablamos del organismo, de sus dinámicas defensivas, de sus limitaciones y errores.

Es fundamental que si nada sucede, se evalúe el escenario como inofensivo y se actúe desde esa premisa.

La imaginación es una función biológica, neuronal. Tiene sus mecanismos de contención, la información que ayuda a mantenerla cerca del mundo real.

– Me duele la columna.

– ¿Cómo imagina su columna?

– Hecha un asco.

No esté tan seguro. No confirme, erróneamente, el error.

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