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Daño necrótico consumado o inminente

 

El dolor es una percepción aversiva y protectora que contiene implícitamente una evaluación aprendida de daño necrótico consumado o inminente…

La definición de dolor de la IASP lo asocia a un daño real o potencial, sin especificar a qué tipo de daño se refiere.

En mi opinión, evolutivamente, el dolor surge acoplado a la existencia de episodios de muerte violenta de tejidos. La información que se genera en la zona dañada es recogida por las neuronas vigilantes (nociceptores) y transducida a un código de potenciales eléctricos que se conduce a diversos centros de procesamiento y respuesta, de nivel progresivamente más complejo e integrado.

La última capa de procesamiento de las señales de daño tisular consumado es la corteza cerebral. En función de diversas variables de contexto y de la información previa adquirida, aparece en ese momento en la conciencia, dolor.

La destrucción violenta de tejido, por temperaturas extremas, compresiones, desgarros. ácidos, infecciones, genera patrones moleculares (DAMPs- Damage Associated Molecular Patterns) que activan los sensores específicos de esos indicadores, generándose la señal.

Se denomina “necrosis” a la muerte celular violenta, accidental, y podríamos denominar a la función de detección de esa incidencia: “necrocepción” (detección de necrosis consumada).

Los patrones moleculares de daño (DAMPs) actúan como activadores de la respuesta neuroinmune inflamatoria, encargada de proteger los tejidos vecinos sanos y reparar los dañados.

El objetivo del sistema neuroinmune de defensa es evitar los episodios de necrosis, identificando aquellos agentes (gérmenes) y estados físicoquímicos capaces de generarlos.

Las células vigilantes del sistema NeuroInmune detectan patrones moleculares de gérmenes (PAMPs-Pathogen Associated Molecular Patterns) y los nociceptores, estados de energía mecánica, térmica y química potencialmente letales, necrosantes.

El tren de señales que codifica la detección de peligro viaja por la red, informando a los centros de procesamiento-respuesta. La llegada de dichas señales a las capas corticales proyecta la percepción aversiva-protectora del dolor en la conciencia.

El dolor debiera ser una percepción acoplada a la destrucción consumada de tejido o a la presencia de peligro de necrosis inmediata, si no se evita el estímulo nocivo.

Un sistema de alarma diseñado para detectar incidencias de daño violento a la integridad física de un edificio debiera limitar la activación de la alarma a estados que han consumado el daño o han sido detectados y debe procederse a su neutralización para impedir la consumación del daño.

El dolor debiera aparecer sólo en esas incidencias y no ante cualquier variable inconveniente, física, psicológica o social.

Debiera… pero no es así. Se ha convertido en una percepción que aparece ante todo tipo de situaciones inofensivas… o, peor: como un indicador estático, continuo, que informa de no se sabe qué.

– Me duele todo, a todas horas. Me dicen que no tengo nada…

La alarma suena cada dos por tres, sin ningún suceso violento consumado o inminente.

El dolor informa y protege pero debiera limitarse a los hechos consumados, objetivos, de peligro real, en ese momento y lugar.

– Aunque no tenga nada, el sistema neuroinmune le advierte del peligro teórico, insepecífico, de que pudiera producirse alguna situación inconveniente.

– ¿No se puede hacer nada para modificar esa situación?

– Hay dos opciones: 1) bloquear la alarma, impedir que suene, o, al menos, limitar el volumen o 2) reprogramarla para que se limite a señalar las incidencias reales de daño consumado o inminente.

Las terapias se centran en la primera opción. La Pedagogía, en la segunda.

– Me duele la cabeza pero es que ando con mucho estrés…

Parece lógico, comprensible… pero no lo es, desde el punto de vista biológico.

Si duele, no es porque el estrés ponga en peligro inmediato la integridad física de la cabeza. El Sistema Neuroinmune ha perdido especificidad. Cualquier estado, aunque no sea nocivo, es capaz de hacer saltar la alarma.

Algo hay que hacer para que no sea así.

Al menos, no justificar ese dolor injustificado. De otro modo inducimos un sesgo de confirmación, cronificamos el problema.