Teníamos un problema con la definición oficial de dolor de la IASP (International Association for the Study of Pain): el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable debida a un daño de los tejidos real o potencial… o vivido como tal daño
Lo de “vivido como tal daño” era confuso y dejaba abierta la puerta a las propuestas de origen “psicológico”.
La IASP se quitó el muerto de en medio estableciendo una clasificación del dolor con criterio restrictivo: sin daño no existe dolor o … se vive como si no existiera…: el dolor nociceptivo es aquel que aparece en el contexto de daño real o potencial a tejidos no nerviosos y el neuropático el que lo hace por daño real o potencial a tejido nervioso.
Es decir, sólo hay un dolor: el nociceptivo, el secundario a daño real o potencial. Si ese tejido es nervioso, lo llamaremos neuropático.
Hasta hace unos pocos años el dolor neuropático admitía la inclusión de una “disfunción” neuronal, acogiendo así a cualquier dolor que no sea secundario a daño real o potencial, al “vivido como tal daño”
Lo de “disfunción” incomodaba y se suprimió, quedando muchos dolores, los más frecuentes, mortificadores e invalidantes, fuera de la etiqueta “dolor”. No eran ni nociceptivos ni neuropáticos. Simplemente era como “si no existieran.
Tras sesudas reuniones han acordado los expertos crear un nuevo apartado, un término que dignifique esos dolores desterrados. Han vuelto al redil de los dolores dignos con el label de la nociplasticidad. El tejido nervioso no está lesionado. El dolor no es nociceptivo-neuropático, pero los circuitos neuronales no hacen lo que debieran. Por culpa de calentones previos de sucesos nociceptivos-neuropáticos, quedan trastornados, hipersensibles, y cualquier estímulo banal es procesado como si hubiera una condición de daño real o potencial. La consecuencia: dolor… nociplástico.
La condición patológica anida en la excitabilidad de los circuitos nociceptivos. Daños previos y/o una pléyade de factores psicosociales inconvenientes, generan cambios plásticos en las neuronas que, a la postre, inducen señales falsas de daño que encuentran el tráfico abierto hacia el cerebro. El cerebro se cree lo de las falsas señales y mantiene activado el estado de alerta: amplifica las señales y las conduce a todas las áreas de procesamiento, especialmente a las áreas emocionales, que son las que nos hacen sufrir.
Dicen que esta propuesta devolverá la dignidad perdida a los pacientes huérfanos de daño real o potencial (dolor nociceptivo-neuropático). Ya tienen etiqueta. La investigación de nuevos fármacos se beneficiará de esta precisión conceptual. Se acaba la era del dolor “psicógeno”
– Buenas noticias. Ya sabemos cómo es su dolor: nociplástico.
– ¿O sea que no es psicológico?
– En absoluto. Son las neuronas. No hacen lo que deben. No están enfermas ni dañadas pero actúan como si lo estuvieran. Los circuitos que generan dolor están sensibilizados y crean un error en la red: daño imaginado… vivido como tal daño.
– ¿Qué tratamiento tiene?
– No hay nada nuevo.
– ¿Entonces ya no tengo que ir al psicólogo? ¿Soy normal?
– Creo que debiera continuar con la psicoterapia, el mindfulness y los ejercicios. En el futuro puede que salgan fármacos para la nociplasticidad. No pierda la esperanza.
No estoy seguro de que el saberse una víctima de la nociplasticidad aporte algún atisbo de consuelo y esperanza al paciente.
Una de dos: es una condición patológica física (conectividad sensible inducida por daños previos) o hay factores psicológicos que la mantienen activa o la han generado por sí mismos.
En el primer caso, es como si la red estuviera enferma.
– El dolor es en sí una enfermedad.
– No me paree una buena noticia.
– Ese es un pensamiento catastrofista.
Estamos donde estábamos.
Dicen que puede que no sean las neuronas las causantes de la nociplasticidad. Corren voces que señalan a la glia (células de estirpe nerviosa que cumplen funciones auxiliares para que la generación y tráfico de señales neuronales sea correcta).
Otros aseguran que la red opera en un estado de “inflamación de bajo grado”. Citoquinas (mensajeros celulares).
En definitiva la red nociceptiva trabaja en estado equivocado: como si hubiera daño real o potencial… sin haberlo.
¿Por qué?
Esa es la cuestión.
Algunos pensamos que esa red actúa en función de sus creencias y expectativas, de lo que ha aprendido y le han enseñado.
La plasticidad es sensible a la información.
Si la información es errónea, esa plasticidad adoptará el modo funcional erróneo.
Puede que lo nociplástico sea, en gran parte, infonociplástico.
Por etiquetas que no quede.
http://www.elperiodico.com/es/sociedad/20180211/estrategia-farmaceuticas-consumo-opiaceos-espana-6617325
Gracias Maitane, por la referencia. Da para recapacitar este 2018
Vaya tela Profesor!!!yo,suelo leer sus artículos y estoy totalmente de acuerdo con Ud.
Saludos cordiales!!!
Domi