Para sobrevivir necesitamos evitar estados físicos (térmicos, mecánicos) y químicos potencialmente letales. Si no los hemos podido evitar generarán muerte accidental de nuestras células (necrosis).
Si la necrosis se ha consumado, necesitaremos detectarla para adaptar la conducta a la protección y regeneración de una zona dañada.
El Sistema Neuroinmune se encarga de detectar situaciones de necrosis consumada o inminente. El dolor es la expresión en la conciencia de la activación de dicho Sistema defensivo, como consecuencia de la valoración de amenaza inducida, lógicamente, por la llegada de información neuronal de la zona dañada o amenazada.
En raras ocasiones, como consecuencia de errores genéticos, las neuronas encargadas de detectar el daño consumado o inminente, no disponen de los sensores necesarios, no detectan temperaturas o estímulos mecánicos letales ni las señales de necrosis celular. Como resultado, el cerebro no ha podido experimentar lo que es un daño consumado o inminente y no proyecta dolor en la conciencia. Ojos que no ven, corazón (cerebro) que no siente…
Los tejidos desprotegidos se dañan con facilidad.
El cerebro desconoce que existe un mundo hostil, dañino. No puede construir la frontera de seguridad del yo, los límites de lo ofensivo.
En la literatura se utiliza el término “Insensibilidad congénita al dolor” (y no al daño), para referirse a esos raros ejemplos, una prueba más del error conceptual de bulto que aún domina en las publicaciones oficiales.
El paciente con esta rara enfermedad genética no es insensible al dolor sino al daño. No puede ser insensible a algo que desconoce. Si la red evaluativa cerebral evaluara amenaza, aparecería el dolor en la conciencia, a pesar de que los sensores de los tejidos no hubieran dado señales de daño. Eso es lo que, a veces, sucede: pueden sentir dolor de cabeza, aun cuando nada amenazantes suceda en la cabeza real.
El cerebro, en estos casos, aun siendo insensible al daño consumado o inminente, por no haber tenido noticia de ello, no lo es al daño imaginado. Se basta a sí sólo para construir en su mundo virtual sucesos amenazantes, y estas construcciones pueden expresarse en la conciencia como sentimiento de dolor, al que el paciente será, por supuesto, sensible.
La situación contraria a la extremadamente rara “insensibilidad congénita al daño” es la extremadamente frecuente “hipersensibilidad adquirida (aprendida) a lo inofensivo”, más conocida como “Síndrome de sensibilización central”.
No hay daño consumado ni inminente pero, aunque los ojos no ven (porque no hay nada que ver), el corazón (cerebro) construye temores posibles pero altamente improbables (fobias) que se proyectan en la pantalla de la conciencia como “dolor”.
También existen casos raros de Hipersensibilidad congénita a lo inofensivo. En estos casos los sensores de nocividad son genéticamente hipersensibles y generan señal errónea de daño inminente ante estímulos inofensivos. Basta un ligero aumento de la temperatura para que se disparen los sensores de calor nocivo, aun cuando la temperatura sea absolutamente inofensiva. Donde nosotros sentiríamos calorcillo ellos sienten dolor extremo.
Muchos expertos piensan que el dolor facilitado que mortifica e invalida, en ausencia de daño consumado o inminente, a un abultado y creciente número de ciudadanos, surge de una combinación de experiencias previas de daño y factores psicosociales.
Pienso que una experiencia de daño puede desencadenar el círculo vicioso y que, así mismo, los “factores psicosociales” pueden echar más leña al fuego o prenderlo, pero siempre estará en un primer plano de responsabilidad la función evaluativa:
¿Hay daño consumado o inminente?
¿Hay previsión de que pueda haberlo sin que nos enteremos?
Aparece el dolor en la conciencia. Podemos certificar que las memorias predictivas que evalúan daños consumados, inminentes o imaginados están activadas.
Generalmente nacemos con sensibilidad congénita al daño consumado e inminente y también con el soporte físico, neuronal, para desarrollar insensibilidad adquirida a lo inofensivo o lo contrario: hipersensibilidad. La cultura será responsable, en gran parte, de que seamos sensibles o insensibles a lo inofensivo.
La cultura debiera señalar su responsabilidad y deshacer lo que ha generado.
Es fácil sensibilizar, amedrentar, azuzar miedos.
Desensibilizar es más complicado pero posible.
Apreciado Arturo:
¿Se puede pues entrenar a aquellos con insensibilidad congenita al daño a proyectar dolor en la conciencia? ¿ A Sensibilizarlos centralmente, enseñarles a “tener” dolor?
¿Podemos por ejemplo exponerlos a daños de baja intensidad y entrenarlos a sufrir dolor o experimentar algo parecido como señal de alarma a daño inminente para su autoproteccion?
Porque de ser así … tendriamos la base / sustento para resolver todo lo contrario
Desentrenar a nuestro cerebro sensibilizado en NO daño a tener la minima conciencia de dolor
¿O no?
PD
Lo que me sigue inquietando es por qué el SNC tiende a sensibilizarse mas que desensibilizarse como seria de esperar ya sea con o sin la influencia de la cultura
¿Podra mas la Cultura que la Neuro-Fisiologia ?
Es por eso que suelo huir de la explicación “genetica” y programatica …
Saludos
Pep