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Tener o no tener… ganas.

 

La producción de “ganas” es una función importante del organismo. A través de las ganas, un producto genuinamente cerebral, el individuo se ve impulsado, con más o menos apremio, a activarse o desactivarse.

Las ganas surgen de un proceso previo evaluativo, que considera costes, beneficios, riesgos y sanción social, entre un abanico de conductas posibles.

La valoración racional-emocional de esas conductas posibles resulta en una propuesta ganadora que es, como su nombre indica, la que se hace con las ganas.

Hay que motivar al individuo, convencerle de la conveniencia de ejecutar esa conducta evaluada (con razones y temores) como más juiciosa.

En la conciencia aparece el mensaje de las ganas y el individuo opta por dejarse llevar por ellas o resistirse.

Las percepciones somáticas incluyen una dosis variable de ganas de hacer algo, de interactuar con lo percibido, de modo apetitivo o aversivo.

La percepción “picor” contiene las ganas de rascarse, haya o no un peligro cutáneo (parásitos, tóxicos químicos) que conviene eliminar.

Si nos dejamos llevar de las ganas propuestas por el organismo, aparece la gratificación, la bendición en forma de premio. En muchos casos el único premio es el levantamiento del castigo perceptivo que acompaña a las ganas.

El dolor se acompaña en muchas ocasiones de las ganas de quedarse quieto. Si obedecemos nos hacemos con el premio del alivio.

En los casos de dolor sin daño justificado, los calmantes (incluidos los placebos) alivian el dolor porque hemos sido dóciles a las ganas de tomarlos, obedeciendo al apremio del organismo, que los evalúa como necesarios, aunque sólo sean amuletos o conjuros.

El individuo consciente puede intervenir en el asunto de las ganas, aportando razones, enfriando emociones y desviando la atención del foco que sugieren las ganas.

– Duele. No hay motivo biológico que justifique el dolor. No me da la gana de obedecer las ganas del organismo. Seguiré con mis planes.

Puede pasar de todo. El corte de mangas, cargado de razones, la desatención, la indiferencia emocional, pueden disolver en poco tiempo las ganas que nos piden que dejemos de lado nuestros propósitos (me voy de cena) y nos quedemos a oscuras en la habitación, después de tomar el ibuprofeno y colgar el cartel de “no molesten, tengo migraña”.

– No me da la gana de no tener ganas de irme de cena. ¡Que te den, cerebro!

Otras veces las ganas del sótano pueden.

– Al final tuve que quedarme en casa y tomar el calmante. No tenía ganas de ir de cena…

La gana no es equiparable al deseo.

No basta formular lo que a uno le gustaría.

– Yo no quiero que me duela. No quiero tomar calmantes…

La gana es más poderosa que el deseo formal.

Gana la gana de tomarlos, aun contrariando el deseo de no hacerlo.

Ganar la partida a las ganas. Esa es la cuestión.

¿Cómo?

Con razones, sin miedo. Con ganas.

-Lo comprendo y acepto pero al final pierdo la partida…

Las ganas de comer, de tomar algo, de abrigarse, de rascarse, de tomar calmantes, de quedarse quieto, de no esforzarse…

Todos los día recibimos mensajes provenientes de las ganas somáticas. En cada momento pueden interferir con nuestra hoja de ruta.

Cuando esas ganas no tienen razón, debiéramos pasar olímpicamente de ellas y seguir con lo que nos interesa.

Esa es la teoría y la recomendación.

Como muchos días, no tenía ganas de escribir la entrada, pero me he impuesto la obligación de tenerlas y se me ha ocurrido que podría hablar precisamente de eso, de las ganas.

Porque me ha dado la gana.

Por esta vez mis ganas han ganado.


Este blog es solo la punta del iceberg, se puede hacer mucho más.

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6 comentarios en «Tener o no tener… ganas.»

  1. Cada entrada de este blog es aún más brillante que la anterior. Muchísimas gracias por la labor de pedagogía del dolor tan importante que haces. No pares de escribir porque ayudas a muchísima gente.

  2. Hola Arturo,

    Cuando hablas de “ganas” supongo que hablas de motivación. Muchos pacientes desmotivados acuden a consulta para ver si le echan “ganas” al asunto de aliviar su dolor, siguen nuestros consejos y se miran al espejo diariamente para repetirse “no estoy enferma, es un error evaluativo”. Autoconvencerse no es suficiente para hacer cambios, ni tampoco es cuestión de implicarse sino de comprometerse, es decir, echarle “ganas” al proceso de recuperación. Modificamos la conducta, mejoramos el dolor y la motivación, las “ganas” de ponerse bien van “viento en popa a toda vela”. Suprimimos los miedos, las falsas creencias aportando conocimiento y comprensión, nuestro cerebro es mucho más que nuestro dolor.

    Un saludo,
    Julián

  3. Julian Nevado: sí. Hablo de motivación. Lo que hay que conseguir es la desmotivación protectora (miedo) del cerebro y la motivación a afrontar la actividad normal, con constancia, sosiego, y exploración.

  4. Puestos a poner metaforas……

    Yo ultimamente cuando me da una crisis de dolor ( musculo esqueletico, inclinación vetada por mi cerebro con su correspondiente latizago y bloqueo de movimiento) lo asocio con q el cerebro me ha aplicado el “155”.
    No estoy cumpliendo la legislación vigente del cerebro …..
    El cerebro me va da dando avisos …. genera el ambiente de noticias, incertidumbre, miedos …. para aplicarme el 155, y cuando yo me agacho y proclamo mi derecho (DUI) a independizarme de esa legislacion ( de prohibición de ese movimiento) el cerebro …. toma la decisión y me lanza el “155”
    Para quitarme el 155, tengo q acatar la “legislacion” vigente y seguir las reglas- “legalidad” del cerebro y abjurar de la DUI.
    Y en eso estamos …… aplicando yo erre q erre mi derecho a la DUI y el cerebro aplicandome el 155.
    Entiendo q todo cambiará cuando una masa critica suficiente de votantes ” neuronas” ( muy superior al 50%) y de paises externos entienda q la legalidad del cerebro es absurda y el 155 devenga en nada

  5. ¡Cuanto me suena eso del movimiento penado con latigazo! Y cuanta verdad hay en que nuestras DUIs son absolutamente ineficaces.

    Al cerebro con su relato equivocado no se le puede contrarrestar con otro relato equivocado, solamente con argumentos veraces y evidencias ajustadas a la realidad se podrá obtener su indispensable autorización.

    Y mientras, el individuo padeciente aguantando estupefacto relatos y contrarrelatos un día si y otro también.

  6. Jon: me parece una metáfora complicada. El cerebro es cualquier cosa menos el gallinero de la clase política. Realmente no hay jerarquías ni conflictos de poder. El sistema cambia de ubicación de poder con cada escenario y según vaya la evaluación, en función de nuevos datos.
    El individuo desde su limitada cuota de voz y voto puede explorar nuevas fuentes de información y jugar a adquirir experiencias novedosas desde los nuevos marcos teóricos. Ya sólo queda desearse suerte, perseverar, sosegarse y transmitir ese sosiego al sistema.
    No conviene plantearlo comouna lucha o competición por mandar.

    El proceso de la red creo que, para bien o para mal, no se asemeja demasiado al “procés”
    Lo unilateral tampoco existe en la red. Impera la bidireccionalidad, la recurrencia.

    El problema es que el proceso neuronal, en esta cuestión, está dominado por el miedo y la racionalidad tiene problemas para imponerse.

    Saludos

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