l dolor no es algo tan simple como intuitivamente parece. No surge de tejidos lesionados, y se transporta, codificado en señales eléctricas, hasta la conciencia.
En realidad estamos ante una construcción compleja, que resulta del fundido sincronizado de actividad de múltiples áreas de la red neuronal, que aportan componentes cognitivos, emocionales, sensoriales y conductuales.
El dolor, se dice ahora, es algo bio-psico-social. El consenso es mayoritario.
Otra cosa es lo que cada cual entiende por “bio”, por “psico” o por “social”. No hay fronteras estables, consensuadas. Cada profesional atribuye una cuota diferente a estos tres componentes.
Como es sabido, no hay correlación entre tejido dañado y dolor. Puede darse el dolor intenso sin ningún atisbo de lesión. Lo contrario también existe: mucho tejido dañado sin ningún dolor.
En el caso del dolor sin daño, parece que lo “bio” brilla por su ausencia y cabría imputar a los componentes “psico” y “social”la responsabilidad exclusiva en la génesis del dolor.
El dolor aparece por predicciones, imaginaciones, alerta, alarmismo… injustificados, excesivos, descontrolados, desanclados del flujo de señales sensoriales procedentes de tejidos sanos.
La patología “psico” se imputa al individuo, a su biografía, sus traumas y carencias, su desánimo, su angustia, su catastrofismo.
El cerebro “psico” convierte en “dolor” memorias del pasado y previsiones pesimistas del futuro. Imagina lesión sin haberla. Cualquier estímulo, físico o afectivo, cualquier contratiempo, puede activar la función “dolor”.
El individuo necesita ser revisado, reorientado, reprogramado. Debe disolver creencias y conductas disfuncionales. Así todo volverá al redil debido. El imaginario “psico” se enfriará lo suficiente como para recuperar la sensatez de la información “bio”. No hay daño, no hay dolor.
¿De qué va lo “social”?
El individuo dolorido, sin certificado de daño, no puede presentarse dignamente en sociedad. Se le niega la veracidad del relato. Los profesionales no detectan daño, luego es un caso “psico”. El paciente detecta el des-aprecio y el, dolor, ya insoportable por la sensibilización “psico”, se amplifica hasta límites extremos, con el aderezo de la desesperación kafkiana.
– No tiene usted nada. Yo más no puedo hacer. Le doy el alta.
En el mejor de los casos el paciente recibe la solidaridad, la palmada, la comprensión de su calvario.
– Le comprendo. Es terrible. Tiene que aprender a vivir con ello.
Realmente lo “psicosocial” no es una cuestión que se pueda y deba imputar al individuo. En este caso del dolor sin daño, uno no recibe lo que se merece. Lo que sucede no es la consecuencia de lo que ha hecho y deshecho cada cual con su vida. El cerebro protege la integridad física del organismo y la integración del individuo en el grupo, guiado por lo que los expertos proclaman respecto al bien y el mal.
La conectividad neuronal humana es muy sensible a los modelos teóricos y conductuales que los expertos proponen.
La cultura no es algo “psicosocial”, privativo del individuo. El individuo no construye a su antojo una idea de organismo. Esa idea le viene impuesta a su cerebro por la instrucción de expertos e imitación de modelos cercanos.
El organismo tiene su universo “psicosocial”. Ese universo es pura Biología, “bio”.
El individuo no es responsable de los desvaríos de lo “psicosocial” del organismo en el que reside.
En todo caso, son los expertos que moldean con sus propuestas la conectividad, quienes debieran asumir la responsabilidad y entonar el mea culpa.
Lo “psicosocial” es un componente “bio”. Sólo dando la oportunidad al individuo de comprender el proceso desde esta nueva perspectiva, se puede considerar el factor “psicosocial” como un ámbito que contiene parte de responsabilidad por parte del individuo consciente.
– No me convence lo que me explica. Yo algo tengo que tener. Tiene que haber un tratamiento…
La cultura es también Biología.
No hay compartimentos estancos que delimiten lo “bio”, lo “psico” y lo “social”. Tampoco hay un universo “organismo” y otro “individuo”. En la red neuronal, todo fluye de modo bidireccional, se codifica en un ámbito común, sale y re-entra según sale.
El organismo es algo “bio” pero con historia, “psicosocial”.
Urge analizar y sanear la responsabilidad de lo “social” por parte de la cultura experta.