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Nocividad y dolor

Algo es nocivo cuando contiene la propiedad de generar perjuicio, daño.

El tabaco es nocivo. Una temperatura de 60º es nociva.

Sherrington describió unas neuronas capaces de detectar algunas condiciones de nocividad: estímulos térmicos, mecánicos y químicos. Las denominó: nociceptores (detectores de nocividad).

Gracias a estas neuronas podemos detectar parte de los agentes y estados nocivos y actuar para evitar la exposición a la amenaza que contienen.

Los nociceptores no detectan todos los estados y agentes nocivos. Sólo aquellos que destruyen los tejidos de modo inmediato si no son evitados.

Los nociceptores no detectan, por ejemplo, la nocividad del tabaco.

La activación de los nociceptores informa de la exposición a un agente térmico, mecánico o químico nocivo. La red neuronal responde evitando el contacto y, generalmente, proyectando en la conciencia el sentimiento doloroso, que fuerza al individuo a participar conscientemente (informado) de la respuesta de evitación.

El tabaco es nocivo pero no activa los nociceptores. No es un estímulo térmico, mecánico o químico capaz de destruir violentamente las vías respiratorias según lo inhalamos.

Fumar es indoloro aun cuando sea nocivo. Ni siquiera genera ganas de toser, en ausencia de complicaciones (bronquitis).

En condiciones normales, sólo los estímulos térmicos, mecánicos o químicos potencialmente letales de modo inmediato, pueden activar a los nociceptores y generar el sentimiento de dolor en la zona amenazada.

El distrés (estrés improductivo) es nocivo pero no activa los nociceptores. Debiera ser indoloro pero muchos ciudadanos y profesionales piensan que es un estado capaz de generar (o facilitar) la proyección del sentimiento doloroso en la conciencia.

Podemos tener las arterias dañadas por el efecto nocivo acumulado de diversos factores de riesgo pero no sentiremos dolor hasta que esas arterias estrechadas generen déficit de riego ante el esfuerzo, por ejemplo en la angina de pecho. El trabajo muscular sin suficiente aporte de sangre, genera residuos metabólicos (ácidos) que estimulan los nociceptores. Aparece el dolor y nos obliga a pararnos para evitar el daño (infarto).

Los nociceptores responden a la amenaza térmica, mecánica y química cuando y donde se produce pero también lo hacen a la amenaza imaginada, aun cuando no sea real.

Cualquier escenario, cualquier agente o estado inofensivo puede ser evaluado como amenazante y sensibilizar las neuronas nociceptivas. Un estímulo térmico, mecánico o químico inofensivo puede generar señal como si, realmente, los tejidos estuvieran amenazados. Basta con que el cerebro evalúe amenaza. El sentimiendo de dolor emergerá en la conciencia para informar al individuo y hacerle cómplice del estado de alerta-protección.

Si en un estado de evaluación errónea de amenaza, que está generando sentimiento de dolor, estudiamos el comportamiento de los nociceptores, comprobaremos que están sensibilizados y que generan señal ante estímulos inofensivos (alodinia). El dolor no aparece por esa sensibilización sino por la evaluación de amenaza. La sensibilización de los nociceptores es un efecto evaluativo no la causa.

El desánimo es el efecto de un estado evaluativo catastrofista, desmotivador. No activa nociceptores y debiera ser indoloro pues no contiene amenaza inmediata térmica, mecánica ni química.

Muchos ciudadanos deprimidos (desmotivados) padecen el sentimiento doloroso. Puede que sus nociceptores estén también sensibilizados o que el tráfico de sus señales esté facilitado en los centros de respuesta pero ese estado sensible es un efecto del estado evaluativo desmotivador y no la causa.

Hay nocividades que cautivan (engañan y someten) al organismo, por ejemplo fumar. El Sistema de recompensa proyectará desasosiego insufrible si no encendemos pronto el cigarro, tan pronto como la normativa lo autorice. Potencia la nocividad con el placer de eliminar el desasosiego si obedecemos.

Hay acciones, estados y agentes, inofensivos, que son evaluados como amenazantes y generan dolor, forzando al individuo a adoptar innecesariamente una conducta de protección.

Fumar es nocivo. No hay que hacer caso a los requerimientos aprendidos por el cerebro.

Obedecer a los requerimientos protectores del cerebro, en ausencia de amenaza real, también es nocivo.

La desmotivación errónea a la actividad se combate con la convicción de error evaluativo y la recuperación de la actividad desde esa convicción.

Las etiquetas de enfermedad (migraña, fibromialgia, dolor crónico…) consolidan el error.

.Si, realmente, está sano, actúe como tal, no como le sugiere su cerebro.

Cuide su organismo. Líbrelo de falsas nocividades.

No haga caso de las propuestas de desmotivación.

La nocividad puede ser indolora.

Lo inocuo puede resultar insufrible.

Intolerancia, hipersensibilidad… a lo inocuo.

Esa es la amenaza real.

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4 comentarios en «Nocividad y dolor»

  1. Hola Arturo (si me permites tutearte),
    Decirte que este es un excelente articulo como tantos otros.
    Como fisioterapeuta y podólogo comparto totalmente tu enfoque en el abordaje del dolor.
    Atentamente,
    Julián Nevado

  2. Articulo muy interesante. Pero a la hora de aplicarlo, en mi caso, me está costando mucho. Leí su libro, me he dejado la madicación que llevaba de muchos años por “migraña cronica”, pero me está costando mucho,”reeducar” a mi cerebro.

  3. Mila: sé que a veces cuesta. La comprensión y aceptación de la propuesta del modelo del aprendizaje es el primer paso. Es cuestión de aplicar la teoría, sin excesiva ansiedad, con la justa. La estructura del proceso es bastante similar a la de cualquier adicción que uno decide combatir.

    Suerte.

  4. Lá fibromialgia sumado el parkinson, cómo controlar con el cuerpo sin lo q manda el cerebro ?
    Gracias ,sonia…buena jornada y saludos al equipo,aplico sus enseñanzas

    Enviado desde mi iPhone

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