En una cadena de montaje no se procesa el coche sino las piezas que lo componen.
El coche es el resultado final del proceso.
Lo mismo sucede con el dolor o cualquier otro contenido de la conciencia.
Las piezas del puzzle del montaje del dolor varían en cada caso, en cada momento, lugar y circunstancia. Básicamente hay dos grupos de componentes:
1) Los datos sensoriales generados en el organismo por la interacción en tiempo real con el entorno.
2) El conocimiento acumulado históricamente en dicha interacción, es decir: expectativas y creencias.
De la interacción entre lo que el cerebro imagina históricamente y lo que los sentidos detectan en tiempo real, emerge en la conciencia el sentimiento de dolor.
No hay jerarquía. A veces mandan los datos sensoriales, el daño consumado o inminente.
Otras, imponen su fuerza las especulaciones (temores), a pesar de la falta de evidencia de daño actual (datos sensoriales).
El paso a la conciencia del procesamiento continuo e integrado de lo imaginado y lo detectado en tiempo real implica al individuo. Atrae su atención y le obliga a formar parte del proceso.
El dolor es una sugerencia conductual, con más o menos apremio.
El individuo tampoco manda. No puede rechazar la propuesta del sentimiento de dolor.
– Pienso que no me duele y así me dejará de doler.
No manda pero puede influir, desde el ámbito del conocimiento consciente, tratando de modificar el flujo continuo del conocimiento previo.
– Sé que no sucede nada amenazante donde duele. Voy a centrarme en lo que me interesa.
No se trata de desatender el dolor sino de intervenir activamente en el proceso, aportando la convicción de que nada sucede.
En los estados de alerta neuroinmune injustificados los nociceptores (detectores de daño consumado o inminente) pueden generar falsa señal por su estado hipersensible. Cualquier estímulo banal puede alimentar el temor del cerebro imaginativo. El individuo puede pensar que lo mejor es no moverse, interrumpir los programas. Así duele menos.
Ser coherente con un estado irracional no es buena idea. Se consolida el error evaluativo (sesgo de confirmación).
Lo que toca es aportar información racional, ajustada a lo que realmente está pasando, es decir, nada.
Hay que procurar quitar fuerza al imaginario cerebral. De ese modo el acceso a la conciencia del proceso evaluativo (imaginación y datos sensoriales) puede apagarse.
– Sé que es una falsa alarma. Entro en casa convencido de que no hay peligro. Hago la vida normal en ella. El sonido de la alarma se desvanece. Con mi actitud consigo que el proceso de evaluación de peligro se enfríe.
En los síndromes de “Sensibilización Central” se sugiere que el sistema nervioso procesa sensiblemente, patológicamente, los datos sensoriales, “el dolor”.
Pienso que es así pero no por patología del circuito de procesamiento sino porque el imaginario cerebral está atascado en la convicción de enfermedad y los datos sensoriales parecen confirmar la sospecha, generando falsas señales de daño.
A través del individuo consciente, a través del conocimiento (Pedagogía del dolor), podemos tratar de cambiar la dinámica del proceso evaluativo. Puede que el dolor y demás síntomas desaparezcan de la conciencia.
El objetivo es conseguir que la función evaluativa continua se alimente de una idea de organismo razonablemente sano y que los datos sensoriales confirmen que así es.
Que manden los hechos y no las predicciones.
Que el dolor no confirme los temores.
Que la información experta no anime la disfunción evaluativa.
Sentido común. Racionalidad.
Buenos días de nuevo soy Leyre de Burgos yo he ido poniendo en práctica sus conocimientos que me impartieron en el centro de salud mi fisio que realizó sus cursos he de decir que me han servido de mucho y que he avanzado pero le planteo una cuestión ?que hacer cuando el dolor viene sin avisar? Quiero decir hay momentos que yo bajo el nivel de alerta porquee paro a pensar y sigo haciendo vida normal voy al gimnasio voy a correr(y eso que me dijeron que no se ocurriese pues lo he conseguido)voy a trabajar salgo a tomarme una cerveza…pero hay momentos que hago esa vida normal y de repente el dolor se intensifica yo sigo haciendo lo que en ese momento fuese pero después el nivel de agotamiento es total como puedo mejorar eso me gustaría seguir aprendiendo porque necesito una calidad de vida gracias
Leyre: no hay pautas. El dolor no tiene por qué avisar. A veces lo barruntamos y eso parece que nos permite evitarlo. Cuando aparece por sorpresa la estrategia es la misma. Interiorizar, desde la convicción absoluta, que no sucede nada y tratar de seguir con la actividad programada. Los resultados no tienen por qué aparecer inmediatamente y para siempre. Es un proceso continuo de valoración de amenaza por parte del cerebro. Con la Pedagogía intentamos inclinar la balanza hacia un modo más razonable.
Gracias ojala hubiese más médicos especialistas como usted seguiré luchando y sobre todo aprendiendo gracias de todo corazón
Una visión muy acertada del dolor. No es más que el resultado de una evaluación, a veces errónea, del entorno. Mi cuerpo no procesa dolor, procesa la información del entorno junto con mi experiencia anterior, mi histórico, y como resultado me informa con dolor o no.
Por lo que he ido leyendo de la web, la pedagogía del dolor está pensada sólo cuando no hay una lesión física real que justifique el dolor que se está sintiendo que es fruto de miedos y temores del padeciente que si no se refuerzan con mensajes y actitudes positivas terminan invadiendo al individuo y mermando su calidad de vida.
¿Es inútil aplicar la pedagogía del dolor cuando hay una lesión contrastable?
Por mi experiencia me atrevería a decir que sí, vale para mejorar un poco la calidad de vida, pero lo mismo estoy confundida y vuestra experiencia es distinta.
En mi caso tengo una radiculopatía evolucionada en las raíces S1 y L5, aunque la lesión, estenosis foraminal, que provocó el daño ya está curada, como dice el cirujano los nervios tienen una autopista para pasar, los síntomas no han cesado. Hay una disfunción, se sigue informando de un daño que no existe ya , y que es reacia a todo tipo de tratamiento tanto farmacológico como invasivo, ya sólo queda probar con el neuroestimulador. Está claro que por mucho que mi parte consciente crea y esté convencida de que todo está bien, la insconsciente sigue dándome caña y activando los mecanismos de defensa, mermando mi capacidad funcional. Como dice Leyre, al final uno termina agotado, es una lucha constante entre la voluntad de seguir avanzando y las circunstancias que nos ponen obstáculos a cada paso que damos.
Un saludo