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Potenciando la migraña (VI)

 

Ya para terminar con las reflexiones críticas del programa de TV3 Conviure amb la migranya comento la parte final de las propuestas terapéuticas.

Desde la base conceptual (en mi opinión, errónea) de que el dolor surge de unas meninges inflamadas y que dicho dolor ya construido llega al «centro del dolor», bombardeando y saturando circuitos hasta un nivel extremo, se recomienda el uso de antinflamatorios convencionales como la aspirina y el ibuprofeno y otros fármacos más potentes, de triple acción, los triptanes: vasoconstrictores, antinflamatorios «naturales» y bloqueadores de la transmisión de las señales de dolor al centro de dolor.

Tal como ya saben los lectores habituales de este blog, el dolor no se origina en ningún tejido, por muy inflamado que se le suponga. No hay neuronas que detectan dolor, no hay señales de dolor, no hay un centro del dolor. No hay, por supuesto, inflamación ni tampoco vasodilatación en vasos y meninges.

El dolor, el vómito, la intolerancia sensorial, son la expresión en la conciencia de un estado hipersensible de conectividad de la red neuronal defensiva, referida a la cabeza (a veces sólo a media cabeza), en relación a una supuesta amenaza interna que pudiera haber entrado por vía digestiva (de ahí los vómitos), y que recomienda no salir al exterior (de ahí la intolerancia sensorial).

¿No tiene sentido?. Pues claro que no lo tiene. El cerebro no busca la racionalidad sino la seguridad, aunque sea de modo irracional.

Ni los nervios ni las meninges están inflamados. Sólo en estado de extrema vigilancia a consecuencia de una evaluación anticipada de amenaza. Ello potencia la generación de falsas señales en esas terminales nerviosas hiperexcitadas y las falsas señales encuentran el tráfico facilitado hasta el conjunto de áreas cerebrales que gestionan el paso a la conciencia, cuando se atribuye relevancia anticipada a lo que pudiera suceder, en este caso en media cabeza o la cabeza entera.

Lo que genera todo este embrollo descabellado es una atribución errónea de amenaza que se retroalimenta en positivo, amplificando el despropósito hasta los niveles que cada estado conectivo permite.

Puede que los antinflamatorios silencien algo las falsas señales del trigémino meníngeo. Puede que también rebajen algo la facilidad de tráfico de esas señales falsas de peligro. Puede que eso haga concluir a las áreas evaluativas que el peligro está desapareciendo y que ello dé lugar a que se desactive el estado de alerta. Todo es posible, pero no es el poder de la química la que deshace la trama sino la expectativa y condicionamientos, es decir, el efecto placebo. Si no fuera por el placebo la supuesta acción antiinflamatoria y demás, no conseguiría prácticamente nada.

Finalmente se trata la cuestión de la cronificación de la migraña echando mano de unos brócolis que representan a neuronas. Una de ellas es una «neurona migrañosa», ya saturada, en apuros, desbordada. ¡Socorro, socorro! Las neuronas vecinas acuden en su ayuda y se contagian del exceso de actividad. El caos de dolor se impone.

Afortunadamente tenemos el bótox. Se pincha aquí y allá y al cabo de unos días se hace la calma en el bosque neuronal.

El efecto placebo con la administración de bótox es notable. Pinchar la cabeza, aunque no se inyecte nada, genera notables efectos. Si el pinchazo contiene además toxina botulínica, el beneficio es algo superior. Eso demuestra que el bótox tiene una eficacia real. Eso dicen. Pudiera ser que es mejor placebo un pinchazo con algo que con nada. A mí lo que me impacta es el poder de las expectativas. Una inflamación desatada se disipa por arte de magia porque el paciente cree que la terapia es potente.

Si las creencias y expectativas pueden desactivar la migraña quiere decir que también pueden activarla. Eso pienso yo y en base a esa convicción actuamos los que así opinamos.

– ¿Algún consejo, doctora?

Ya conocen la respuesta: vida ordenada y demás.

Una alumna de los cursos de San Martín espetó a los médicos asistentes a un Congreso:

– ¡No somos tontos! Si nos explican debidamente las cuestiones, las comprendemos.

Algo que puede no ser cierto se convierte en una aparente verdad, sin más fundamento que la de ser repetida hasta la saciedad.

Todo lo que se expone en el programa es, al menos, discutible.

Lo que más sorprende en todo esto es el desprecio hacia los nuevos paradigmas del dolor.

Debemos habitar mundos distintos quienes proponemos cosas tan dispares.

Yo sólo quiero dar la oportunidad a los lectores del blog de que conozcan otra forma de comprender y afrontar el problema.

Muchos fisios, cada vez más, se mueven profesionalmente en el terreno del dolor, desde estos nuevos planteamientos.

Algunos médicos de Atención Primaria se están interesando y trabajan eficazmente.

Puede que contemos también con la aportación de psicólogos versados en los nuevos paradigmas.

Lamentablemente, el colectivo de neurólogos no quiere darse por enterado.

No hay indicios de que vaya a cambiar, a pesar de las evidencias disponibles.

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3 comentarios en «Potenciando la migraña (VI)»

  1. Estimado doctor Goicoechea:

    He tratado de enviarle un mensaje de correo privado desde su página, pero no lo he conseguido.

    Padecí migrañas muy incapacitantes durante casi veinte años. Como todas las personas que las hemos sufrido, probé de todo para intentar paliarlas. En enero de este año leí su libro (lo estudié, más bien) y no he vuelto a tener una crisis. Sigo razonando con mi cerebro (también me enfado con él a veces). Es como un milagro. Mi vida ha cambiado tanto que no tengo palabras para agradecérselo.

    Ojalá más médicos comulgaran con sus argumentos. Parece increíble que, a pesar de las evidencias que hay, como dice, no cambien su modo de tratar a los pacientes migrañosos.

    Muchas gracias de nuevo por su trabajo.

    Un saludo afectuoso,

    Manuela

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