El cerebro migrañizado es un cerebro hipersensible, hiperatento, con problemas para procesar como irrelevante lo que es irrelevante, inofensivo.
Dicen los neurólogos que esto es así por obra y gracia de los genes y digo yo que además de la genética está la crianza, el aprendizaje guiado por expertos. De lo que se cree se cría.
En el programa de TV3 Conviure amb la migranya tras exponer el tema del déficit de habituación a estímulos auditivos, se pasa a tratar de explicar lo que sucede en los circuitos cerebrales migrañizados:
Las neuronas se comunican entre sí mediante los neurotransmisores. Son unas sustancias que, cuando hay un estímulo van de una neurona a otra. De esta manera se produce una cadena de transmisión de la información. Cuanto mayores sean los estímulos, mayor será el tránsito de neurotransmisores. Pero, el cerebro de la persona migrañosa, tiene una característica, y es que, cuando estos estímulos son muy repetidos, o ante un cambio brusco, el sistema se satura. ¿Qué quiere decir? Que, de alguna manera, las neuronas cierran estas puertas receptoras y, entonces, todo el espacio que hay entre las neuronas, queda lleno de estas sustancias excitantes.
Es decir: la capacidad de mantener el espacio interneuronal despejado está disminuída. Los cerebros migrañizados no toleran el bombardeo estimular ni los cambios bruscos de escenario. Los neurotransmisores se acumulan. No hay servicio de recogida de mesas y si se piden muchas cervezas las mesas se saturan y el sistema falla.
No queda otra que limitar los estímulos y los cambios. Vida ordenada…
En ese momento se produce un potencial eléctrico. Una onda que se conoce como despolarización cortical.
Se refiere a la “Onda de despolarización cortical propagada”, descrita por Arístides Leao. Es un apagón de la actividad eléctrica en un lugar de la corteza cerebral, generalmente la corteza visual. Este estado de apagón se va extendiendo lentamente por la zona adyacente generando el “aura”. El paciente verá unas figuras geométricas centelleantes bordeando un área ciega que se expande. Al cabo de unos minutos aparece una onda de regeneración de la actividad que hace el mismo recorrido. Todo se normaliza.
La onda de depresión explica el aura pero no el dolor.
Pero esto (la onda) no da dolor, porque el cerebro en sí no siente dolor. El dolor lo sentimos fuera, en las meninges.
Es cierto. El cerebro no siente dolor, lo genera y se proyecta en la conciencia. El que siente dolor es el individuo.
Para que exista dolor se necesita que una extensa área distribuída de nodos cerebrales denominada “neuromatriz del dolor” se active simultáneamente. La onda lo que hace es apagar lenta y progresivamente el área visual, sensitiva o del lenguaje. Para que haya dolor tiene que activarse la neuromatriz, lo cual sucede habitualmente, una vez se regenera la actividad cortical, pero no siempre. Hay auras que no se siguen de dolor, migraña sin dolor.
La cuestión es ¿por qué se produce el apagón de la onda?
Otra vez los genes: hiperexcitabilidad congénita de algunos circuitos neuronales (“generador de migraña”). Con o sin bombardeo de estímulos; con o sin cambios bruscos; a veces durmiendo. Algún circuito se satura y dispara la onda. Puede que no sea suficiente para apagar la corteza y no haya aura, pero puede que ese estado de saturación parcial genere el dolor.
Puede que los genes influyan. Siempre hay genes y siempre influyen pero no determinan. Hay otros factores. Uno muy poderoso. el aprendizaje.
Aprendemos a atribuir relevancia e irrelevancia a lo que nos rodea. Lo hacemos en base a lo que experimentamos, observamos en otros y lo que los expertos nos dicen.
A través del aprendizaje, inconscientemente, los circuitos van sensibilizándose, a veces a escenarios relevantes y otros a irrelevantes. La sensibilización y la habituación son mecanismos básicos del aprendizaje. Parece que los cerebros migrañizados tienen problemas para atribuir irrelevancia. Puede que hayan nacido con esa tendencia general, pero por delante está el aprendizaje que puede invertir las dinámicas o complicarlas aún más.
Un cerebro alerta en exceso puede ser incapaz de mantener el delicado equilibrio de cargas eléctricas a uno y otro lado de la membrana de la neurona, necesario para generar potenciales eléctricos. Las expectativas pueden producir apagones en la corteza cerebral, saturar las bolsas, los mercados, las carreteras…
El problema en la migraña no es lo que realmente sucede sino lo que el cerebro considera que pudiera suceder. Un cerebro migrañizado es un cerebro hipocondríaco, hipervigilante, enredado en un bucle de temor irracional, potenciado por la cultura experta.
El apagón cortical es producto de una evaluación errónea de relevancia donde y cuando no hay motivos para ello.
Lo que procede es calmar, imponer sentido común, informar.
Lo que se hace habitualmente no es eso sino lo contrario: alertar, asustar, confundir… potenciar la migrañización.
¿El dolor?
Lo dejamos para mañana.