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El gallinero neuronal

La red neuronal es de una complejidad inimaginable. Miles de millones de neuronas. Cada una recibe un número continuamente cambiante de señales y a su vez transmite su señal a un número cambiante de receptoras. Los puntos de conexión (sinapsis) alcanzan cifras estratosféricas, así como las posibilidades de activarse simultáneamente en un chispazo de unos pocos milisegundos.

De todo ese berenjenal de conectividad surge el espacio de la conciencia con apariencia de algo fluido, natural, que no trasluce el guirigay que lo origina.

Cada punto de conexión está competido. Las opciones son infinitas y sólo una gana, en cada milisegundo.

La red no espera a que suceda algo significativo para agitarse. Continuamente está en actividad, tejiendo y destejiendo una teoría, una predicción sobre la realidad externa e interna.

Los sentidos aportan información en tiempo real que ratifica o contradice lo que en el gallinero se disputa.

Las expectativas y creencias ponen un poco de orden. Son estados privilegiados de conectividad, que imponen su criterio, su predicción, bien por la información sensorial acumulada en el aprendizaje o por la credibilidad asignada a la información más o menos experta, por encima de lo que los sentidos informen.

Si duele es porque la red ha estabilizado una predicción de amenaza de daño.

A su vez la aparición de dolor en el espacio consciente certifica que existe esa amenaza. Retroalimenta positivamente. Ya tenemos el lío formado… si realmente no está pasando nada. Mucho ruido sin ninguna nuez.

No hay una fórmula mágica para calmar el gallinero. Sólo si se cumplen los ritos de conducta que la red exige (calmantes o lo que sea) se recupera el estado de normalidad.

– El ibuprofeno me quita el dolor. Si no lo tomo pronto, lo paso fatal.

Hay otra estrategia. En vez de ceder a lo exigido por la red agitada, podemos aportar información que inclina la balanza de los debates hacia una idea de la realidad más sensata. No hay amenaza. Sólo miedo. Insensatez. Adoctrinamiento. Dependencia.

– Comprendí lo que estaba pasando y comencé a actuar de un modo radicalmente distinto. Me va bien. Apenas recurro a los calmantes…Me tomo el chupito sin problemas, algo impensable hace unos meses.

Mañana tenemos otra edición del curso intensivo de pacientes con migraña. Hace el número 23, creo.

Habrá agitación en todos los gallineros neuronales, incluido el mío.

Espero que ganen las opciones de la racionalidad frente a los miedos.

La Biología actúa emocionalmente y cuesta, a veces, contener el miedo.

Espero que, como en otras ocasiones, el alumnado cumpla y recupere la autorización de sus asambleas neuronales para llevar una vida normal.

El domingo me harán una entrevista en Radio Euskadi, a las 10, en el programa de Almudena Cacho. Espero transmitir alguna agitación productiva a los oyentes.

Buen finde.


Este blog es solo la punta del iceberg, se puede hacer mucho más.

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3 comentarios en «El gallinero neuronal»

  1. Estimado doctor Goicoechea. Sigo su blog con interés y sus explicaciones son para mí una fuente muy importante de conocimiento científico que trato de aplicar a mi “lucha”, casi diaria, contra el dolor de cabeza. Gracias a sus explicaciones, que pude seguir persolmente en el cursillo del pasado mes de septiembre, estoy ganando mi particular “guerra” contra el dolor y, aunque no consigo aún la victoria en todas las “batallas”, al menos, he mejorado, y mucho, mi estrategia. Ya no tengo “miedo” al dolor, ya no me condiciona la conducta, Gracias a sus explicaciones, he aprendido, poco a poco, a desmontar mi des-conocimiento sobre la migraña, fomentado por la medicina digamos oficial, y estoy aprendiendo a comprender mucho mejor cómo funciona mi cerebro. Me gustaría darle las gracias por haber ayudado a tantos pacientes, como yo, y me alegro que siga al “pie del cañón” dando más cursos. Lamento haber utilizado una terminología tan bélica… pero creo que en este caso era necesaria para que otros lectores pudieran comprender mejor el mensaje. Por favor, no dejé de profundizar sobre esta dolencia que tanto afecta a tantas personas como yo y gracias, otra vez, por habernos mostrado que el monstruo que creíamos tener dentro de la cabeza es, en realidad, un dulce y asustado cervatillo.

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