La conciencia es un ámbito, un espacio-tiempo en el que el organismo se hace individuo.
En la conciencia se proyecta todo aquello que el organismo considera relevante para cada escenario.
No hace falta que suceda nada. Basta con que el organismo valore la posibilidad de que pudiera suceder algo, desde las expectativas que genera el conocimiento, las creencias, temores y deseos.
El organismo genera un flujo continuo de estímulos, procedentes del exterior e interior. No todos generan su correspondiente percepción, es decir, el acceso a la conciencia, tras ser sometidos a un complicado procesamiento de múltiples áreas cerebrales.
Se hace consciente aquello que pueda generar relevancia, atención, significado potencial.
Cada organismo teje una idea particular de lo que tiene o no relevancia.
El dolor emerge en la conciencia como consecuencia de un estado emocional del organismo al que podemos llamar “miedo”.
¿Miedo a qué?
Desde el punto de vista evolutivo, a que algo se dañe en ese preciso instante en el que aparece el dolor.
Si sentimos dolor en una zona podemos estar seguros de que el organismo está funcionando sobre la base de una amenaza consumada, inminente… o imaginada, de daño.
Los contenidos de la conciencia se nutren de realidad e imaginación. Si lo que sucede es relevante, basta el estímulo nocivo (un pinchazo, el contacto con algo caliente, falta de aporte sanguíneo…) para encender toda la red global del cerebro que abre el portón al mundo consciente:
¡Pase, pase!
Si las señales sensoriales son irrelevantes en sí mismas (hace viento sur, me voy a levantar, he comido queso curado) el acceso a la conciencia no viene determinado por esas señales sino por las expectativas y creencias que activan. Es el mundo imaginario el que abre el acceso.
– Me duele “la columna”
No son las señales de la columna las que activan toda la maraña neuronal que genera conciencia, hecha dolor, sino la conectividad que atribuye amenaza a una acción solicitada por el individuo. Antes de que lleguen las señales de la columna ya se ha activado el estado de conectividad responsable de la generación de valoración de amenaza, es decir, dolor.
– A su columna no le va a suceder nada. Levántese sin miedo.
– Pues me ha dolido.
No es esa hernia discal, ese disco “degenerado”, esa artrosis, esos músculos, esos nervios “pinzados”. Nada sucede en ellos capaz de activar el acceso a la conciencia. Si trasladáramos esas señales a otro cerebro, uno que no contuviera la conectividad del miedo a esa misma acción, no habría dolor.
– Tiene usted una columna razonablemente normal. Si quiere se la cambio. Lo que no le cambiaría es la idea que su cerebro se hace de ella.
El acceso a la conciencia se consigue con hechos o con hipótesis.
Lo deseable es que las hipótesis (temores) se muevan en el universo de lo razonable y que no haya eventos de daño.
– Tengo miedo a moverme. Me duele.
Los matices del lenguaje son importantes.
– El organismo teme que usted se mueva. Ese miedo genera conciencia de amenaza de daño, es decir, dolor.
– ¿Y qué hago?
– Elimine el miedo en su organismo. Recupere la actividad, aquello que dejó de hacer por el dolor. No sólo no es peligroso sino que es saludable.
– ¿No hay pastillas para los nervios… del organismo?
– Hay pastillas para inhibir globalmente la actividad de las neuronas, para hacer su luz más tenue. No hay que reducir la iluminación de todo el escenario de la conciencia. Hay que seleccionar lo que en cada momento y lugar tiene relevancia y enfocarlo selectivamente, apagando el resto. La acción de levantarse es irrelevante. El escenario de la conciencia no debe prestar atención a lo que allí sucede. Es puro ruido cotidiano, irrelevante.
– ¿Y ejercicios?
– Actividad, la que usted guste. Sin miedo.
El problema del dolor es un problema de conciencia, de selección de lo que accede a ella.
No tenemos la llave del acceso pero podemos hacer algo para que el organismo abra o cierre el acceso a la pantalla consciente. Podemos hacer algo para gestionar sus miedos.
– ¿Y qué me dice de la operación? Me han dicho que si no me opero puedo acabar en una silla de ruedas…
– Todo es posible, pero lo posible puede ser altamente improbable. También es posible que si se deja operar pudiera acabar en una silla de ruedas…
¿Dónde están las llaves? matarile-rile-rile…
Debieran estar en el departamento de la sensatez pero en ocasiones están en el del miedo, aunque ese miedo sea irracional.
El miedo a movernos nos inmoviliza. Y hace al organismo actuar como enfermo. Hay que vivir como un ser sano para estar sano.
Excelente y útil entrada. Lo felicito y muchas gracias.
Saludos.